OBAMA, EN SU BATALLA SIMULTÁNEA CONTRA
RUSIA Y CHINA,
CORTEJA ATRAER A LA INDIA
REANIMANDO EL
PROYECTO
DE “ALIANZA CUATRIPARTITA” DE
BUSH
Escribe
NAZANÍN ARMANIAN (*)
Fuente BLOG de la autora
en
“Público.es” de España,
Jueves 5 de febrero 2015
(*) NAZANÍN ARMANIAN (IRANI) Escritora. Periodista free
lane. Radicada en España en su exilio desde 1983. Licenciada en Ciencias
Políticas y cursa doctorado en Filosofía.
politóloga. Es profesora-tutora de Ciencias Políticas en la UNED y en la
Universidad. Analista especializada en
Política Internacional. Autora de 15 libros que han logrado éxito editorial, a nivel internacional. Entre
ellos: “Kurdistán, el país inexistente” (Flor del viento, 2005), “Irak,
Afganistán e Irán, 40 respuestas al conflicto de Oriente Próximo” (Lengua de
Trapo, 2007) y “El Islam sin velo” (Bronce, 2009) Columnista .habitual en
importantes medios de la prensa alternativa americana y europea..
Ni el terrorismo del Estado Islámico, ni la situación de
Irak, Siria, Sudán, Somalia, Libia, Palestina o Yemen, ni siquiera el programa
nuclear iraní. No hay nada que le quite el sueño a Obama como lo hace el
ascenso despacio y sin pausa de China a superpotencia. De ahí que en la
“Doctrina Obama” —de contener a China—,
no haya país más importante que la India, pieza clave en su estrategia de
Regreso a
Asia. El presidente no ha parado de demostrarlo: la primera cena de
Estado, en 2009, la ofreció al primer ministro indio; ha sido el único
presidente de EEUU que ha visitado dos veces el país de Gandhi y de Nehru, y lo
menos llamativo: es el único presidente de EEUU que nunca ha pisado Pakistán
(enemigo férreo de la India), aliado estratégico de Washington desde su
fundación en 1947. Tras su primera visita en 2010 a la India y verificar su
predisposición a un acercamiento a Occidente, Obama esperó los resultados de
las elecciones generales de mayo del 2014 y, una vez que ganó el partido
hinduista de derecha extrema Bharatiya Janata (Partido Popular), recibió en
septiembre en la Casa Blanca al nuevo primer ministro NarendraModi, a quien
EEUU le había denegado el visado en 2005 por su responsabilidad como gobernador
en la matanza de unos
1.000 musulmanes por los radicales hinduistas en Gujarat.
Pocos meses después, el 26 de enero, un Modi entusiasta con EEUU invita a
“Barack” —así le llama en público—, a asistir al desfile del Día de la
República. ¿Y de qué hablaron? ¿De que
la India es el primera país con la mayor proporción de personas en pobreza
extrema —el 30% del total—? ¿De que ostenta la cifra del 17% de las muertes
maternas a nivel mundial? ¿De que el 60% de las personas que defecan al aire
libre son indios? ¿De que tenga el mayor número de personas esclavizadas? ¿De
que en EEUU unos 50 millones de personas, 13 millones de ellas niños, viven
bajo el umbral de la pobreza? ¿O de que ambos países registren datos
escalofriantes de violaciones a sus mujeres? ¡NO! Hablaron de negocios, sobre
todo de artefactos bélicos, y de cómo India puede convertirse en un contrapeso
a China. Reanimando el proyecto de alianza de la
era de George W. Bush, integrada por EEUU, Japón, Australia y la India,
impidiendo la formación del eje RIC (Rusia- India- China) propuesto por Moscú.
Quintuplicando el nivel de las transacciones entre ambos países para
convertirle en su mayor socio comercial, y de paso invertir en sus productos
para que compitan con China y absorban su
mercado. Inntroducendose en la estructura militar de
la India, dominada por Rusia, mediante la venta de armas, ahora que Modi ha
eliminado las leyes que limitaban las inversiones extranjeras en esta
industria. Una táctica que, además de dejar mucho dinero, serviría para
controlar su política exterior.
Insertandose en la industria nuclear de la India, a pesar de que este
país no es firmante del NTP. Para ello, Obama ha intentado resolver dos
barreras existentes para sus empresas: anular la ley estadounidense que exige
el rastreo del destino final del material nuclear suministrado a un país, y
convencer a los indios de que dejen de exigir a las empresas extranjeras
responsabilidad jurídica y financiera en caso de accidente. Sin embargo, Modi
debe luchar contra el recuerdo de sus ciudadanos del desastre químico de la
fábrica estadounidense de pesticidas de Union Carbide, en la región de Bhopal,
en 1984, que mató a unas 25.000 personas y dejó a otras decenas de miles
afectadas de por vida.