LAS ELITES DEL PODER Y SUS CORTESANOS EN LA PRENSA Y LA ACADEMIA
CREAN MITOS OCULTANDO AVARICIA, VIOLENCIA Y ESTUPIDEZ
EN EL DEVENIR DE LA MAYORÍA DE LAS SOCIEDADES
HUMANAS.
Escribe
CHRIS HEDGES (*)
Fuente
“Information Clearing House”
Publica “Rebelión”
Tradujo Sinfo Fernández.
29 de Mayo 2015
(*) CHRIS HEDGES (1956) Periodista
estadounidense ganador del Premio Pulitzer. Activista, autor, ministro presbiteriano y corresponsal de guerra cuya columna se
publica los lunes en "Truthdig" , pasó casi dos décadas en América Central, Oriente Medio, África y
los Balcanes. Se ha informado de más de 50 países y ha trabajado para The
Christian Science Monitor, la Radio Pública Nacional, The Dallas Morning News y
The New York . Ha escrito nueve libros, entre ellos "El imperio de la
Ilusión: El fin de la Alfabetización y el Triunfo del espectáculo" (2009),
"Yo no creo en ateos" (2008) y los más vendidos "fascistas
americanos: La derecha cristiana y la guerra contra América "(2008). Su
libro "La guerra es una fuerza que nos da sentido" (2003) fue
finalista para el National Book Critics Circle Award de no ficción.
La ingenua creencia en que la historia es lineal, en que el
progreso moral acompaña al progreso técnico, es una forma de ilusión colectiva.
Paraliza nuestra capacidad para actuar de forma radical y
nos apacigua con un
falso sentido de seguridad. Quienes se agarran al mito del progreso humano,
creyendo que el mundo se mueve inevitablemente hacia un estado moral y material
superior, se convierten en rehenes del poder. Sólo quienes aceptan la
posibilidad muy real de la distopía, del auge de un despiadado totalitarismo
corporativo, reforzado por el aparato de seguridad y vigilancia más terrorífico
en la historia humana, podrán llevar a cabo el autosacrificio necesario para la
sublevación. El anhelo de positivismo
que impregna nuestra cultura corporativa ignora la naturaleza y la historia
humanas. Pero, para desafiarlo, para exponer el hecho obvio de que las cosas
están empeorando, y que es posible que pronto empeoren mucho más, es preciso
arrancarlo del círculo del
Louis-Auguste Blanqui |
pensamiento mágico que define la cultura
estadounidense y gran parte de la de Occidente. La izquierda está tan
contaminada por esa manía de la esperanza como la derecha. Es una manía que
oculta la realidad aunque el capitalismo global se desintegre y el ecosistema
se descomponga, condenándonos potencialmente a todos. El teórico del siglo XIX
Louis-Auguste Blanqui, a diferencia de casi todos sus contemporáneos, rechazó
la creencia, central en Karl Marx, de que la historia humana
es una progresión
lineal hacia la igualdad y una mayor moralidad. Advirtió de que este
positivismo absurdo es la mentira perpetrada por los opresores: “Todas las
atrocidades del vencedor, sus largas series de ataques se transformaron
fríamente en una evolución constante e inevitable, como la de la naturaleza…
Pero la secuencia de los hechos humanos no es inevitable como la del universo.
Se puede cambiar en cualquier momento”. Previó que los avances científicos y
tecnológicos, más que representar un indicador de progreso, podrían ser “un
arma terrible en manos del Capital
contra el Trabajo y el Pensamiento”. Y en
una época en que muy pocos lo hacían, condenó el expolio del mundo natural. “El
hacha derriba y nadie vuelve a plantar. No hay preocupación por la mala salud
del futuro”. “La humanidad”, escribió Blanqui, “no es algo inmóvil. Avanza o
retrocede. Su marcha progresiva conduce hacia la igualdad. Su marcha regresiva
la hace retroceder a través de cada etapa de privilegio hasta la esclavitud
humana, la palabra final del derecho a la propiedad”.
Además, escribió: “No me
sitúo entre quienes dan por sentado que el progreso es algo garantizado, que la
humanidad no puede ir hacia atrás”. Las elites del poder y sus cortesanos en la
prensa y el mundo académico dotan siempre a la torpe historia de la raza humana
del significado y coherencia de los que carece. Necesitan elaborar mitos
nacionales para ocultar la avaricia, violencia y estupidez que caracterizan el
devenir de la mayoría de las sociedades humanas. Para Estados Unidos, la
negativa a enfrentar la crisis del cambio climático y nuestras inacabables y
costosas guerras en el Oriente Medio no son sino dos ejemplos de la locura que
nos empuja hacia la catástrofe. La sabiduría no es conocimiento. El
conocimiento se ocupa de lo particular y de lo real. El conocimiento es el
dominio de la ciencia y la tecnología. La sabiduría aborda lo trascendente. La
sabiduría nos permite ver y aceptar la realidad, no importa lo desalentadora
que pueda ser. Sólo a través de la sabiduría podemos enfrentarnos con el
desorden y lo absurdo de la vida. La sabiduría tiene que ver con la objetividad.
Una vez conseguida la sabiduría, la idea de progreso moral se destruye. El
conocimiento no conduce a la sabiduría. El conocimiento es muy a menudo una
herramienta para la represión. Para ocultar el poder el Estado, elabora
conceptos abstractos sobre el honor, la gloria, el heroísmo, el deber y el
destino, alimentando la enfermedad del nacionalismo y exigiendo obediencia
ciega en nombre del patriotismo.
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