EL ATAQUE CONTRA GRECIA INICIADO
POR FUERZAS GEOECONÓMICAS
REVISTE
A NIVEL MUNDIAL UNA IMPORTANCIA
ENORME, QUE SOBREPASA AMPLIAMENTE
LA
DIMENSIÓN DE ESE PEQUEÑO PAÍS.
Escribe
DIMITRIS KONSTANTAKOPOULOS(*)
Fuente: RED VOLTAIRE | ATENAS
http://www.voltairenet.org/(GRECIA)
| FRANÇAIS - 11 DE JULIO DE 2015
(*) DIMITRIS KONSTANTAKOPOULOS .
Es un periodista griego muy
conocido. Escritor pro-ruso que
coopera estrechamente con la organización Dugin y de Malofeyev. (El perfil
profesional es privado. Se encuentra en Linkedin)
Vista desde Grecia, lo único que la crisis
griega tiene de “griega” es el nombre. Se trata de una situación en la que inntervienen intereses estratégicos mucho más allá de los Balcanes. Actúa como una trampa para los principales
dirigentes de la Unión Europea. Si en efecto se trata de un rejuego
geopolítico, las reacciones de Alemania y de sus aliados van a volverse contra
ellos mismos y contra todos los europeos.
Referencia de la foto: De izquierda a
derecha: Sentado, Wolfgang Schauble, actual ministro alemán de Finanzas, que
anteriormente fue varias veces ministro del Interior. Son notorios sus alineamientos con Washington, su oposición a las alianzas con Moscú, su apoyo a
la guerra contra Irak y al campo de prisioneros de Guantánamo. Al centro,
Angela Merkel, canciller alemana. Ex responsable de propaganda en la
desaparecida RDA, de la noche a la mañana se unió al gobierno de Helmut Kohl y
la CIA aún la mantiene bajo vigilancia. En tercer plano, Otmar Issing, profesor
de Economía. Simultáneamente consejero del banco Goldman Sachs y administrador
del Banco Central Europeo, publicó en 2012 un libro a favor de la expulsión de
los «PIIGS» (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) de la Eurozona.
El ataque contra Grecia iniciado por fuerzas
«geoeconómicas», del
capital financiero liberado de todo control, de un Imperio
del Dinero, reviste a nivel mundial una gran importancia, que sobrepasa la
dimensión de ese pequeño país. Es la primera de una serie de batallas que
decidirán el futuro de los Estados, el del ideal de una Europa unida,
independiente, social, la de nuestra democracia y nuestra civilización. La
interrogante a la que hoy se trata de responder, en Grecia, es quién va a pagar
la deuda acumulada de la economía mundial, incluyendo la del
salvamento –en
2008– de los bancos.
¿La
pagarán los pueblos de los países desarrollados, a costa de los derechos sociales
conquistados en 3 siglos de lucha, ¿La
pagarán otros países? ¿La pagaremos destruyendo el medio ambiente?
¿Prevalecerán los bancos ante los Estados o sucederá lo contrario? ¿Logrará
Europa dominar nuevamente ese monstruo que es el capital financiero, reinstaurando regulación de los flujos de
capitales, en el marco de un proteccionismo razonable, contribuyendo a la
construcción de un mundo multipolar, dando así un ejemplo de
envergadura
mundial? ¿O bien, sucumbirá Europa en medio de conflictos internos,
consolidando el papel dominante –aunque hoy vacilante– de EE. UU. y quizás
mañana el de otras potencias, o quizás incluso de totalitarismos, a nivel
mundial o regional?
Los gobiernos europeos y su Unión, que han
dedicado sumas colosales al salvamento de los bancos, imponen a Grecia la
adopción de medidas que implican la mayor regresión de toda la historia de ese
país, hundiéndola además en la mayor recesión que ese país haya conocido en
varias décadas, privándola por tiempo indeterminado de toda perspectiva de
crecimiento. Lo cual puede, además, hacer imposible el pago de su deuda, o sea
corriendo el riesgo de convertir a Grecia en una especie de Lehman Brothers en
la nueva fase de la crisis mundial iniciada en 2008.
Hemos llegado a un punto en que el Banco
Central Europeo presta a
los bancos a una tasa de interés de 1% para que le
presten a Grecia a tasas de 6 o 7%. Al mismo tiempo, los gobiernos europeos se
niegan a aceptar la emisión de las euro-obligaciones que podrían ayudar a
normalizar las tasas que paga el Estado griego. Hace 20 años, el primer acto de
la Alemania recientemente reunificada, alcanzando su plena «mayoría
estratégica», fue dar el tiro de gracia a la Yugoslavia multinacional y
federal, imponiendo a sus socios el reconocimiento de las diferentes
Repúblicas
que la componían. El resultado fue, en primer lugar, una serie de guerras que
sembraron la ruina y la muerte en los Balcanes, pero sin resolver ninguno de
sus problemas.
Otros resultados fueron la temprana muerte de
la balbuceante política exterior y de defensa de la Unión Europea así como el
solemne regreso de Estados Unidos a su papel de amo absoluto del sudeste
europeo. Pero todo eso parecerá un simple delito en comparación con lo que
puede pasar ahora por causa de la miopía de Berlín y de la manera dogmática,
extremadamente egoísta, en que defiende las reglas de Maastricht, dispuesto
–según parece– a sacrificar uno o varios de sus socios, incluso pertenecientes
al «núcleo duro» de la Unión Europea, la Eurozona, hundiéndolos en el desastre
económico y social.
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