¿POR QUÉ, EN CONTRA DEL SENTIDO COMÚN,
EN CONTRA DE LA
PRÁCTICA DE BANQUEROS,
SE RESISTEN A UN ALIVIO DE LA DEUDA?
...ES POR UNA LABERÍNTICA POLÍTICA EUROPEA.
Escribe
YANIS VARUFAKIS (*)
Fuente “The Guardian”
Publica “Rebelión”
Tradujo Sara Plaza.
13 de Julio 2015
(*) YANIS VARUFAKIS-
Economista, graduado en Universidad de Essex en 1987. Epecializado en
Investigación estadística. Masters en Universidad de Birmingham, Departamento
de Matemática. Maestría en Estadística Matemática. Catedrático. Politico. Fue
Ministro de Finanzas de Grecia. Renunció despues del No en el Referendo, por razones de estrategia política, en la difícil negociación que en aquellos días estaba en
proceso. (julio 2015)
La cumbre de la UE sellará el destino de Grecia y de la
eurozona. Cuando escribo estas líneas, Euclides Tsakalotos, mi querido amigo,
camarada y sucesor como ministro de Finanzas griego, se dirige a la reunión del
Euro grupo. Si esta modesta propuesta se rechaza, como
ha anunciado el ministro
de Finanzas alemán, la cumbre de la UE tendrá que decidir entre expulsar a Grecia
de la eurozona o mantenerla un poco más, en un estado de creciente miseria,
hasta que decida marcharse en un futuro próximo.
La cuestión es: ¿Por qué se
resiste el ministro de Finanzas alemán, Dr. Wolfang Schäuble, a una
reestructuración de la deuda sensata, leve y mutuamente beneficiosa? El
siguiente artículo de opinión, publicado el 10 de julio de 2015 en The
Guardian, ofrece mi respuesta. El drama financiero griego lleva cinco años
acaparando titulares por una razón: la obstinada negativa de nuestros
acreedores a ofrecer un imprescindible alivio de la deuda.
¿Por qué, en contra
del sentido común, en contra del juicio del FMI y en contra de la práctica
diaria de los banqueros ante deudores en una situación difícil, se resisten a
una reestructuración de la deuda? La respuesta no está en la economía sino en
las profundidades de la laberíntica política europea. En 2010 el Estado griego
se volvió insolvente. Se presentaron dos opciones compatibles con la
continuidad de Grecia como miembro de la zona euro: la sensata, que
recomendaría cualquier banquero decente: reestructurar la deuda y reformar la
economía; y la opción tóxica:
conceder nuevos préstamos a una entidad en
bancarrota y aparentar su solvencia.
La Europa oficial escogió la segunda
opción, anteponiendo el rescate de los bancos franceses y alemanes expuestos a
la deuda pública griega a la viabilidad socioeconómica de Grecia. Una
reestructuración de la deuda habría supuesto pérdidas para los banqueros
poseedores de deuda griega. Para evitar confesar a los parlamentos que los
contribuyentes tendrían que pagar una vez más a los bancos mediante nuevos
préstamos insostenibles, los funcionarios de la UE presentaron la insolvencia
del Estado griego
como un problema de falta de liquidez, y justificaron el
"rescate" como un caso de "solidaridad" con los griegos.
Con
el fin de plantear la cínica transferencia de las pérdidas privadas
irrecuperables a los contribuyentes como algo que se hacía "por su propio
bien", se impuso a Grecia una austeridad sin precedentes, que provocó que
su ingreso nacional –con el que debían devolverse las viejas y las nuevas
deudas– disminuyera en más de la cuarta parte. Bastan los conocimientos
matemáticos de un chico listo de 8 años para darse cuenta de que este proceso
no podía terminar
bien.
Una vez completada la sórdida operación, Europa dispuso
automáticamente de otra razón para negarse a discutir la reestructuración de la
deuda: ¡ahora afectaría al bolsillo de los ciudadanos europeos! Y en
consecuencia fueron administrándose dosis crecientes de austeridad mientras
aumentaba la deuda, obligando a los acreedores a conceder más préstamos a
cambio de más austeridad todavía.
Nuestro Gobierno fue elegido con el mandato de
romper este círculo vicioso; de exigir la reestructuración de la deuda y de
poner fin a la
catastrófica austeridad. Las negociaciones han alcanzado un
punto muerto muy publicitado por una simple razón: nuestros acreedores
continúan descartando cualquier reestructuración concreta de nuestra deuda
impagable al tiempo que insisten en que la devuelvan
"paramétricamente" los griegos más débiles, sus hijos y sus nietos. En
mi primera semana como ministro de Finanzas recibí la vista de Jeroen Dijsselbloem,
presidente del Eurogrupo (los ministros de Finanzas de la eurozona), quien me
planteó una dura disyuntiva: o aceptáis la "lógica" del rescate y
renunciáis a cualquier exigencia de reestructuración de la deuda o vuestro
acuerdo de préstamo "se estrellará", con la consecuencia implícita
del cierre de los bancos griegos.
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