martes, 30 de octubre de 2007

EL TEMA PARA PENSAR

EL HAMBRE
EN OCCIDENTE

El pasado mes de julio se celebró en Coney Island el campeonato del mundo de devoradores de hot-dogs. El joven estadounidense Joey Chestnut batió en la final al japonés Takeru Kobayashi y superó todas las anteriores marcas mundiales al engullir 66 perritos calientes en 12 minutos ante el delirio de los más de 50.000 espectadores que presenciaron en directo la hazaña.

Como premio, el campeón recibió un bono de 250 dólares en compras de un centro comercial y un año entero de hot-dogs gratis en la cadena Nathan's. Cada 12 minutos la pobreza mata de hambre a 3.600 hombres, mujeres y niños en todo el mundo. O lo que es lo mismo: cada 5 hot-dogs en Honey Island 300 seres humanos mueren de inanición en Africa.

Está el hambre de los que no tienen nada y el hambre de los que nunca tienen suficiente; el hambre de los que quieren algo y el hambre de los que quieren siempre más: más carne, más petróleo, más automóviles, más teléfonos móviles, más imágenes, más juguetes y -también- una moralidad superior. La relación entre ambas insatisfacciones es un sistema global.

Unos pocos millones de mentes privilegiadas (desde gobiernos y multinacionales) dedican todo su esfuerzo a encontrar la manera de que a todo el mundo, en todas partes, le falte algo; de que los niños de Haití y Sierra Leona pasen hambre y se desesperen por ello y de que los consumidores occidentales, después de devorar bosques, ríos, minerales y animales se queden con hambre y se alegren de ello.

Alguna vez he expresado la regla de la satisfacción antropológica con la siguiente fórmula: “Poco es bastante, mucho es ya insuficiente”. Por debajo de “poco” hay hambre y son imposibles la conciencia, la resistencia y la solidaridad; por encima de “bastante” hay más hambre y son imposibles también la conciencia, la resistencia y la solidaridad. “Demasiado” siempre quiere “más”.

SANTIAGO ALBA RICO, COMITÉ DE APOYO DE ATTAC, MADRID
(Sacado de contexto)

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