miércoles, 26 de marzo de 2008

DE LOS QUE NO TIENEN OLVIDO

ALBERT EINSTEIN
CIENCIA Y CONCIENCIA
Por Francisco Fernández Buey
La Insignia. España

Se cumplen 103 años de la publicación, en Annalen der Physik, de los artículos en que Einstein dejó formulada la teoría de la relatividad especial. Y se cumplen también 53 años de la muerte del físico que fue unas cuantas cosas más. En los años que transcurrieron desde la publicación, en 1905, de aquellos artículos pioneros que cambiaron el curso de la física hasta la muerte de Einstein, en 1955, éste se había convertido en una leyenda en vida. Y, en los siguientes cincuenta años transcurridos desde que nos dejó hasta la fecha en que escribo, esta leyenda no ha dejado de crecer.
Muy pocos personajes del siglo XX, incluidos aquellos políticos o humanistas que en vida fueron adorados por el gran público, habrán tenido el honor de ser honrados hasta tal punto por sus contemporáneos. Cuando Einstein abandonó Alemania huyendo del nazismo, para instalarse en los Estados Unidos, era ya una leyenda. Su nombre aparecía en los principales medios de comunicación de todo el mundo con una frecuencia rara tratándose de un científico. Se dice que, pensando en él y en otros como él, un jerarca nazi declaró en la reunión de Wannsee, que "la conciencia es un invento de los judíos". La cultura norteamericana contribuyó aún más a hacer de Einstein una leyenda fuera de los departamentos universitarios y de los laboratorios dedicados a investigar las leyes de la naturaleza.
. Cuando afirmaba que eso, en su caso, era un misterio no lo decía por posar o por coquetería intelectual. Lo creía realmente así. Esta creencia tiene que ver con la modestia, con la humildad del científico. Y eso es aún más notable que el que contestara cartas intempestivas de remitentes a veces desconocidos. Le parecía una paradoja el que un individuo como él, que se consideraba un raro, un extraño, un viajero solitario, un constructor de ecuaciones cuyo significado sólo entendía una minoría de los científicos contemporáneos, pudiera estar convirtiéndose en eso que ahora llamamos un personaje mediático.
Que, al acabar la centuria y hacer repaso de los grandes hombres que en el mundo han sido, la revista Time diera a Einstein el título póstumo de mente del siglo XX, entre tantos grandes nominados, se debe sin duda a su contribución, como físico, a la formulación de la teoría especial y general de la relatividad; teoría que, efectivamente, como se ha dicho tantas veces, cambió nuestra concepción del universo. Además de físico grande, Einstein ha sido también un científico particularmente sensible ante los problemas socio-políticos de su época y un librepensador humanista. No escribió de forma sistemática sobre los asuntos que suelen ocupar a los filósofos licenciados, pero al contestar a preguntas y solicitudes de tantas personas distintas (entre ellas no pocos filósofos) legó a la humanidad pensante y sufriente un corpus de ideas y opiniones cuyo interés ha puesto de manifiesto el paso del tiempo. Este otro aspecto de la vida y de la obra de Einstein, el de librepensador, no siempre se ha subrayado como conviene. Pero al cabo del tiempo, cuando se hace el esfuerzo de reconstruir con calma lo que fueron sus ideas y opiniones sobre la guerra y la paz, sobre la condición humana, sobre la ciencia en su historia, sobre la responsabilidad del científico en la época de las armas de destrucción masiva, sobre la educación, sobre la religión, sobre el judaísmo y sobre el socialismo, se entiende mejor aquella atracción que el hombre Einstein producía y que él consideró siempre un misterio.
[Del prólogo al libro Albert Einstein: ciencia y conciencia, col. Retratos del Viejo Topo, Barcelona, marzo de 2005].

No hay comentarios: