martes, 23 de diciembre de 2008

LA NAVIDAD Y LOS TIEMPOS...

NOCHEBUENA
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Llega lo que se aguarda año tras año. Con su canción de grillos y chispas de bichitos de luz. Con su perfume de jazmines nevados entre el verde fuerte de la ramazón que los nutre.
Hay lucero de nochecita grande. La estrella de la tarde parece vibrar ternura. Los campos espigados conocen la ventura de la cosecha. Ha sabido vestirse en flor cada alfalfar estremecido por pechos colorados y mariposas que lo colorean. La hacienda que pasta se mueve con pelo lustroso. Redonda y brillosa el anda de cada flete. Tordos que revuelan y silban entre las patas de las tropillas y chingolos que anidaron pegados a los cardos.
Está el verano pleno. Y se han llenado todas las huellas con la fiesta del trabajo encima o exigido con furia.
Estamos junto a Navidad, a tiro con el Año Nuevo.
Pasarán dentro todos los sueños hechizados de los niños nuestros los lentos pasos silenciosos y jamás vistos de los Reyes Magos. Es que están moviéndose. Caminando ya para bajar a visitar la estupenda belleza del nacimiento.
Misa de gallo. Un pesebre. Juguetes. Pan dulce.
“Una blusita nueva para este pirincho”. “Ajá, falta le hace”
No todo es lo mismo. No todos la viven igual.
Aquí el amontonamiento de chiches sobre el arbolito. Allá la luz escasa de la lámpara a querosene. Por aquí o allá el mismo religiosos concentrarse. El mismo misterio entrando hondamente para hacernos meditar un poco. Y un volcarse, entonces, más allá de lo que se es.
Hace siglos que un niño de bondad vio la luz junto al calor del buey y del asno para que todos tengamos un poco más de amor dentro de cada gesto. Hace años que se mueve la gente detrás de lo mismo: ser más gente. Pero bajo esta nochebuena, como en tantas, todavía hay criaturas que miran en un hechizo de esperanzas la llegada de la buena nueva. En otras tierras no habrá pan dulce, ni sidra, ni nueces, ni turrón, ni criaturas que luzcan una camisa nueva.
Aun retumban por el mundo los sacudones del encono de los hombres. Aun se arrinconan entre rústicos alaridos muchos de los que no alcanzan a ver cual hermanos a sus propios semejantes. Que poco para el alma, tras esta cosecha de todos los años. De todos los tiempos. De siglos enteros.
Empero, de esperanzas se nutre el hombre. De sueños se carga el alma. De belleza augusta se carga cada Nochebuena de punta a punta del año.
Que esta, que es tan nuestra y tan cargadita de cantos del grillo y del hombre, vibre y ande y se mueva y afirme sobre toda la faz de la tierra. En una ternura de amor como la que vino a anunciar el sencillo y humilde Niño de los siglos viejos. Pero hecho verbo y verdad. Presencia real y no escondida o arrinconada entre el olvido.
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JUAN CORNAGLIA
De “Brochazos de Nuestra Tierra”
Editó ACME AGENCY, S.R,Ltda.
Buenos Aires – Mayo de 1952

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