desde la religión.
“OFICIALMENTE
“OFICIALMENTE
ANCIANO”
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Por Leonardo Boff (*)
Escrito: 12 de diciembre 2008
Por Leonardo Boff (*)
Escrito: 12 de diciembre 2008
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En este mes de diciembre completo los 70 años. Para los parámetros brasileños, paso a ser oficialmente anciano. Eso no significa que estoy próximo a la muerte, porque ésta puede ocurrir ya en el primer momento de la vida. Pero es otra etapa de la vida, la postrera. Tiene una dimensión biológica, pues, inevitablemente, el capital vital se agota, nos debilitamos, perdemos el vigor de los sentidos, y nos despedimos lentamente de todo. De hecho, resultamos también más olvidados, quién sabe, impacientes y sensibles a los gestos de bondad, que nos llevan fácilmente a las lágrimas.
En este mes de diciembre completo los 70 años. Para los parámetros brasileños, paso a ser oficialmente anciano. Eso no significa que estoy próximo a la muerte, porque ésta puede ocurrir ya en el primer momento de la vida. Pero es otra etapa de la vida, la postrera. Tiene una dimensión biológica, pues, inevitablemente, el capital vital se agota, nos debilitamos, perdemos el vigor de los sentidos, y nos despedimos lentamente de todo. De hecho, resultamos también más olvidados, quién sabe, impacientes y sensibles a los gestos de bondad, que nos llevan fácilmente a las lágrimas.
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Pero hay otro aspecto, más interesante. La vejez es la última etapa del crecimiento humano. Nacemos enteros, pero nunca estamos terminados. Tenemos que completar nuestro nacimiento al construir la existencia, al abrir caminos, al superar dificultades y al moldear nuestro destino. Estamos siempre en génesis. Comenzamos a nacer, vamos naciendo en prestaciones a lo largo de la vida hasta acabar de nacer. Entonces entramos en el silencio. Y morimos.
Pero hay otro aspecto, más interesante. La vejez es la última etapa del crecimiento humano. Nacemos enteros, pero nunca estamos terminados. Tenemos que completar nuestro nacimiento al construir la existencia, al abrir caminos, al superar dificultades y al moldear nuestro destino. Estamos siempre en génesis. Comenzamos a nacer, vamos naciendo en prestaciones a lo largo de la vida hasta acabar de nacer. Entonces entramos en el silencio. Y morimos.
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La vejez es la última oportunidad que la vida nos ofrece para acabar de nacer, para madurar y para, finalmente, terminar de nacer. En este contexto es iluminadora la palabra de san Pablo: «en la medida en que desaparece el hombre exterior, en esa misma medida rejuvenece el hombre interior» (2Cor 4,16). La vejez es una exigencia de la persona interior. ¿Qué es la persona interior? Es nuestro yo profundo, nuestro modo singular de ser y de actuar, nuestra marca registrada, nuestra identidad más radical. Esta identidad debemos encararla cara a cara.
La vejez es la última oportunidad que la vida nos ofrece para acabar de nacer, para madurar y para, finalmente, terminar de nacer. En este contexto es iluminadora la palabra de san Pablo: «en la medida en que desaparece el hombre exterior, en esa misma medida rejuvenece el hombre interior» (2Cor 4,16). La vejez es una exigencia de la persona interior. ¿Qué es la persona interior? Es nuestro yo profundo, nuestro modo singular de ser y de actuar, nuestra marca registrada, nuestra identidad más radical. Esta identidad debemos encararla cara a cara.
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Es personalísima, y se esconde detrás de muchas máscaras que la vida nos impone. Pues la vida es un teatro en el cual desempeñamos muchos papeles. Yo, por ejemplo, fui franciscano, sacerdote, ahora laico, teólogo, filósofo, profesor, conferencista, escritor, editor, redactor de algunas revistas, investigado por las autoridades doctrinales del Vaticano, sometido a un «silencio obsequioso»... y algunos otros papeles más. Pero hay un momento en que todo eso se relativiza y pasa a ser pura paja. Entonces dejamos el palco, nos quitamos las máscaras y nos preguntamos: en definitiva, ¿quién soy yo? ¿Qué sueños me mueven? ¿Qué ángeles me habitan? ¿Qué demonios me atormentan? ¿Cuál es mi lugar en el designio del Misterio? En la medida en que intentamos, con temor y temblor, responder a estas indagaciones, viene a la luz la persona interior. La respuesta nunca es conclusiva; se pierde hacia dentro del Inefable...
Es personalísima, y se esconde detrás de muchas máscaras que la vida nos impone. Pues la vida es un teatro en el cual desempeñamos muchos papeles. Yo, por ejemplo, fui franciscano, sacerdote, ahora laico, teólogo, filósofo, profesor, conferencista, escritor, editor, redactor de algunas revistas, investigado por las autoridades doctrinales del Vaticano, sometido a un «silencio obsequioso»... y algunos otros papeles más. Pero hay un momento en que todo eso se relativiza y pasa a ser pura paja. Entonces dejamos el palco, nos quitamos las máscaras y nos preguntamos: en definitiva, ¿quién soy yo? ¿Qué sueños me mueven? ¿Qué ángeles me habitan? ¿Qué demonios me atormentan? ¿Cuál es mi lugar en el designio del Misterio? En la medida en que intentamos, con temor y temblor, responder a estas indagaciones, viene a la luz la persona interior. La respuesta nunca es conclusiva; se pierde hacia dentro del Inefable...
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Éste es el desafío para la etapa de la vejez. Entonces nos damos cuenta de que necesitaríamos muchos años de vejez para encontrar la palabra esencial que nos defina. Sorprendidos, descubrimos que no vivimos porque simplemente no morimos, pero vivimos para pensar, meditar, rasgar nuevos horizontes y crear sentidos de vida. Especialmente para intentar hacer una síntesis final, integrando las sombras, realimentando los sueños que nos sostuvieron por toda una vida, reconciliándonos con los fracasos y buscando sabiduría. Es ilusión pensar que ésta viene con la vejez... Viene del espíritu con el que vivenciamos la vejez como etapa final del crecimiento y de nuestra verdadera Navidad.
Éste es el desafío para la etapa de la vejez. Entonces nos damos cuenta de que necesitaríamos muchos años de vejez para encontrar la palabra esencial que nos defina. Sorprendidos, descubrimos que no vivimos porque simplemente no morimos, pero vivimos para pensar, meditar, rasgar nuevos horizontes y crear sentidos de vida. Especialmente para intentar hacer una síntesis final, integrando las sombras, realimentando los sueños que nos sostuvieron por toda una vida, reconciliándonos con los fracasos y buscando sabiduría. Es ilusión pensar que ésta viene con la vejez... Viene del espíritu con el que vivenciamos la vejez como etapa final del crecimiento y de nuestra verdadera Navidad.
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(*)Leonardo Boff es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil, conocido por su apoyo activo a los derechos de los pobres y marginados, y además al movimiento ecologista.
(*)Leonardo Boff es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil, conocido por su apoyo activo a los derechos de los pobres y marginados, y además al movimiento ecologista.
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MÚLTIPLES REALIDADES
EN FORMAS DE VIVIR LA VEJEZ
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Fuente: Editorial Boletín de Diciembre de
Red Latinoamericana de Gerontología-
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Tal vez uno de los mayores peligros en los cuales se puede incurrir al diseñar políticas y programas cuyos destinatarios son personas viejas, es partir de la idea de que éstas constituyen un colectivo uniforme, con similares necesidades y anhelos. Probablemente no exista un grupo etario, más heterogéneo que la actual generación de personas adultas mayores. De ahí que el término vejeces resulte más apropiado para dar cuenta del carácter singularmente complejo que representa vivir la vejez en los tiempos actuales.-Unas décadas atrás, cuando el envejecimiento aún discurría por caminos silenciosos, bastaba pensar a las personas viejas conforme a dos personificaciones sociales principales: la de jubilado/a o pensionado/a, y la de abuelo/a.
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Lo cierto es que hoy estas categorías resultan ser muy limitadas para dar cuenta de las múltiples personificaciones que emergen de la constitución de un contingente de personas cada vez más numeroso que comienza, aunque lenta pero sostenidamente, a manifestar su disconformidad con el aprisionamiento de roles que hasta ahora la sociedad les ha conferido.-Conocer las características que asumen aquellas diferencias, es crucial para encaminar acciones que puedan llegar a tener una resonancia social que permita maximizar oportunidades para avanzar en la inclusión social de las personas adultas mayores; condición imprescindible para que nuestras sociedades puedan favorecerse plenamente de los beneficios que el envejecimiento puede reportar a su desarrollo y convivencia social.
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Pero aquel reconocimiento no se puede realizar sin la participación de quienes son protagonistas de las mismas, en este caso, las personas adultas mayores.-La inclusión y participación social de las personas mayores debiera recorrer entonces las dimensiones y ritmos que les son propios, constituyéndose nuestra actuación en facilitadores de esos procesos. Cuando nuestra actuación, sea desde el ámbito de las ONG como estatal, asume más el carácter de “intervención” que de catalizador de capacidades y oportunidades, se tiende a actuar en forma normativa haciendo desaparecer en forma burocrática las diferencias a las cuales se ve como un problema y no como fuente de capacidades transformadoras.
- Aquello coarta el derecho de las personas mayores a decidir por si mismas sus utopías de vejez que desean vivir y las acciones que están dispuestas a realizar para hacer aquello realidad.-Reconocer y respetar las diferencias, permitiría dejar aflorar las múltiples personificaciones que residen en las vejeces de las personas viejas, facilitando el desarrollo y consolidación de procesos de cambios más profundos que reclama el creciente envejecimiento que viven nuestros países.
XIMENA ROMERO –
COORDINADORA DE LA RLG
DICIEMBRE DE 2008.
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