lunes, 15 de diciembre de 2008

UN GENIO DIALOGA CON DIOS...

EINSTEIN
COMO HOMBRE
RELIGIOSO A
SU MANERA.
En un libro del profesor Antonio Fernández Rañada, que ya se ha hecho clásico, se indagan las creencias religiosas de un centenar de científicos universalmente conocidos. Uno de los más citados es Albert Einstein. Éste había escrito con su gracejo peculiar parafraseando a Kant: “La ciencia sin religión está coja; la religión sin ciencia está ciega”.
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Einstein revolucionó el mundo de las ciencias y de la filosofía con sus novedosas propuestas sobre la luz, el espacio y el tiempo. Su genialidad, en armonía con su pasión por la naturaleza, su humanismo y su sentido del humor le convirtieron en una figura de culto en una era en constante agitación. En un documentado trabajo de investigación del físico y profesor universitario Max Jammer, no publicado aún en castellano, se perfilan los aspectos más importantes del pensamiento religioso de Einstein.
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Nacido en Ulm (Alemania) el14 de marzo de 1879, tras graduarse en Zurich, Einstein logró no sin esfuerzo en 1901 un trabajo en la Oficina de Patentes en Berna. Allí empezó a elaborar sus propuestas científicas para las que, afortunadamente, no necesitaba ningún laboratorio. Sólo papel y lápiz, y su mente prodigiosa. En 1905, el llamado “año admirable”, publicó cuatro trabajos de física-matemática que le dieron fama internacional.
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Desde 1933 trabajó en Estados Unidos, en Princeton, hasta su muerte en 1955. Sorprende a muchas personas el hecho de que Einstein haya escrito numerosos ensayos en los que alude a Dios y a la religión. Pero, ¿era Einstein un hombre “religioso” en el sentido de que fuera un buen judío creyente? Más bien, lo que se deduce de los muchos textos autobiográficos es que Einstein tenía hondos “sentimientos” religiosos relacionados con el sentido de la vida (dimensión filosófica) y con la experiencia honda del misterio del universo (dimensión científico-mística).
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En un texto que se ha hecho ya clásico, escribe Albert Einstein: “¿Cuál es el sentido de nuestra vida, cuál es, sobre todo, el sentido de la vida de todos los vivientes? Tener respuesta a esta pregunta se llama ser religioso. Pregunta:¿Tiene sentido plantearse esa cuestión? Respondo: quien sienta su vida y la de los otros como cosa sin sentido es un desdichado, pero hay algo más: apenas merece vivir”. Cuando los humanos intentan responder a esto, topan con el “misterio”: “El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir.
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Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede admirarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido. Esta experiencia de lo misterioso —aunque mezclada de temor— ha generado también la religión”. Para Albert Einstein —y sin duda, para muchos espíritus que orientan su actividad en el sentido de las ciencias naturales—, “la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto.
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En ese sentido, y sólo en éste, pertenezco a los hombres profundamente religiosos”. La percepción del misterio conduce a lo que Einstein denomina un sentimiento religioso cósmico. Éste es también “el motivo más fuerte y más noble de la investigación científica. Sólo quienes entienden lo inmensos esfuerzos y, sobre todo, esa devoción sin la cual sería imposible el trabajo innovador en la ciencia teórica, son capaces de captar la fuerza de la única emoción de la que puede surgir tal empresa, siendo como es algo alejado de las realidades inmediatas de la vida”.
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Pero esas ideas religiosas que Einstein manifiesta en sus escritos, no se almacenan frías en el terreno puramente intelectual sino que construyen unos valores éticos e impulsaron la vida de Einstein en una determinada dirección. Sus ideas configuran su humanidad, su sentido común y su compromiso político contrario a la violencia y a toda clase de opresión. Para Einstein, su sentimiento religioso cambió su propia vida.
(Sacado de contexto de un estudio de: DAVID ALCALDE MORALES, JOSÉ ANTONIO ROJO, LEANDRO SEQUEIROS)

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