ACTITUD
FRENTE
AL CEREBRO
Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
La actividad humana ante el cerebro resulta sorprendentemente negativa, cuando se la analiza a la luz de la razón, diferencia especifica de la persona humana, ente animal racional, cuyo comportamiento consigo mismo es frecuentemente poco racional. Podría citarse la irracional actitud frente a la salud, contra la cual tantos atentados cometemos; frente al sexo piedra angular de la vida, del cual tanto ignoramos; frente al amor cumbre y síntesis de todos los valores, tan sacrificados hasta afirmarse ser la persona el único animal que “mata lo que más ama”; frente a la alimentación, de cuyo equilibrio no nos preocupamos.
AL CEREBRO
Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
La actividad humana ante el cerebro resulta sorprendentemente negativa, cuando se la analiza a la luz de la razón, diferencia especifica de la persona humana, ente animal racional, cuyo comportamiento consigo mismo es frecuentemente poco racional. Podría citarse la irracional actitud frente a la salud, contra la cual tantos atentados cometemos; frente al sexo piedra angular de la vida, del cual tanto ignoramos; frente al amor cumbre y síntesis de todos los valores, tan sacrificados hasta afirmarse ser la persona el único animal que “mata lo que más ama”; frente a la alimentación, de cuyo equilibrio no nos preocupamos.
En general, somos un enigma frente a nosotros mismos: aprendemos tantas disciplinas, oficios, profesiones, deportes e historias, pero aprendemos a caminar bien, a respirar bien. A dormir bien, a trabajar bien, a descansar bien, a comer y beber como es debido, a gobernar nuestra voluntad, a conservar la correcta posición de nuestros músculos en cada uno de los empleos exigidos durante el día. Consciente o inconscientemente adquirimos hábitos y vicios que nos deterioran. De todo eso nos libraríamos, si usáramos bien el cerebro y ajustáramos a él nuestra voluntad. No es racional no emplear bien el principal instrumento e nuestra razón, el órgano capital de la vida que ordena y comanda todas nuestras funciones, desde el sueño, parálisis de toda función activa, hasta el acto sexual, compendio de toda actividad síquica y física. Sabemos esto pero muy pocos en consecuencia. En la práctica, hasta los cultores de los sentidos por los sentidos, olvidan que “nada hay en los sentidos que antes no haya estado en el entendimiento.”
¿En donde está la “racionalidad” de ser racional para consigo mismo? Múltiples explicaciones pueden aducirse, todas ellas corregibles pero no siempre corregidas. Una de ellas es la pereza de pensar. Ha llegado a afirmarse: “Pensar es un dolor”. Y sin embargo el pensamiento, (la razón) es quien nos ha sacado de la cueva de nuestros antepasados cavernícolas, hasta los astros, en donde la ciencia cósmica nos tiene ya, en esta edad espacial. T al cerebro debemos la prolongación de nuestra vida.
El viejo debe percatarse, día a día, de que el cerebro es para todos, pero sobre todo para él, su órgano más importante y el único a quien la edad, en vez de desmejorar, perfecciona. Si lo mantenemos bien y Loki usamos correctamente. Si algún elixir existe para “la eterna juventud” este está precisamente en el cerebro, la mejor defensa del viejo. Así como ejercitamos nuestros músculos para darles flexibilidad, y vigor, debemos ejercitar el cerebro. Cada vez más practicamos deportes musculares. Y eso es excelente. Pero, porque no hacemos también deportes cerebrales? Para conservar la memoria, la nemotecnia existe y también el tirocinio y arte de aprender a raciocinar, en ejercicios cerebrales e cada uno cada día. Si nos limpiamos las uñas, nos lavamos los dientes, por que no hacemos lo mismo con el cerebro’ Cuidar el cerebro es retardar el envejecimiento. Usted será viejo solamente cuando su cerebro envejezca.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
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