
¿UNA CULTURA
DE LA VEJEZ?
Reportaje a
CLAUDIO MARTYNIUK (*)
Clarin.com- Redacción
4 de marzo 2007
LAS MARCAS DEL PASO DEL TIEMPO NO SON IDÉNTICAS EN LAS DIFERENTES PERSONAS. ¿ACASO TODOS LOS ANCIANOS SON IGUALES?
—No, de ninguna manera. Simone de Beauvoir señaló que los viejos con medios económicos y bien ubicados socialmente no son viejos, porque siguen integrados a la sociedad. El resto queda abandonado, como residuo. Pero de a poco, y contra esta exclusión, se va formando una cultura de la ancianidad que es la que vemos en las asociaciones de jubilados y en otro tipo de agrupamientos que cada vez más, por suerte, se van generando en nuestras sociedades.
PERO LA VEJEZ ES TEMIDA.
—Hay una perspectiva en aumento que no toma al envejecimiento como un fenómeno natural de la vida, una etapa de ella, sino que la toma como una enfermedad. Por supuesto que hay enfermedades características en las distintas etapas de la vida de los seres humanos, y también la vejez tiene las suyas. Pero la vejez por sí misma no es una enfermedad, y si nosotros la medicalizamos y nos fijamos solamente en esos aspectos, no podemos forjar una cultura de la vejez y de la ancianidad, ni les podemos dar a los adultos mayores un lugar de reconocimiento en nuestras sociedades.
¿EL LUGAR QUE HOY OCUPA LA JUVENTUD AFECTA A LOS ANCIANOS?
—En el imaginario social está instalado un enaltecimiento de la juventud. Si nosotros vemos las propagandas, los discursos y los programas de los medios, nos damos cuenta de que los modelos son jóvenes e incluso cada vez más jóvenes. Eso significa que no hay un lugar para las personas ancianas y que además se produce un fenómeno que podríamos llamar "etaísmo" —utilizando una construcción parecida a la de sexismo, racismo, etc.—, es decir una discriminación social de las personas ancianas. Y además, también, hay una supervivencia de patrones sexistas.
¿LAS MUJERES ANCIANAS SON MÁS DISCRIMINADAS?
—Exacto. La vigencia del sistema sexo-género hace que en las mujeres mayores se produzca una doble exclusión: la exclusión por edad y la exclusión por género. Yo creo, como dijo Simone de Beauvoir, en su famoso ensayo de 1970 La vejez, que "la vejez sólo puede ser entendida en totalidad, dado que no es un hecho biológico, sino un hecho cultural". Esta es la perspectiva desde donde tendríamos que mirar para entender este fenómeno.
¿ME EQUIVOCO O ESA AUSENCIA DE CULTURA DE LA ANCIANIDAD NOS HACE ASIMILAR VEJEZ CON DISCAPACIDAD?
—En la lógica de la sociedad contemporánea con respecto a los ancianos hay una confusión entre independencia y autonomía. Se piensa que las personas que sufren algún tipo de discapacidad, algún tipo de disminución de sus fuerzas físicas, son personas que tienen disminuidas también su capacidad moral, su poder de decisión y su capacidad de asumir derechos. Me parece que esta gran confusión que se suscita respecto de los ancianos de manera muy fuerte aparece también frente a otras personas.
¿POR EJEMPLO?
—Las feministas ya hace bastante tiempo señalaron los rasgos discriminatorios de la sociedad con respecto a las mujeres. Los niños también son afectados, aunque exista una muy positiva convención internacional sobre sus derechos. Y es notoria la discriminación respecto de las personas discapacitadas o con capacidades diferentes. Habría que decir que en este momento uno de los grandes problemas de las sociedades contemporáneas es la discriminación de los inmigrantes, sobre todo de aquellos que no tiene los rasgos étnicos, lingüísticos, religiosos de las llamadas sociedades de acogida. Este mecanismo de inclusión/exclusión se da en todas las sociedades, lo que pasa es que en este momento tiene características particulares —más fuertes— respecto de algunos grupos. Y en estos grupos sobresalen, desgraciadamente, las personas ancianas y los migrantes, cierto tipo de enfermos y casi todas las personas con capacidades especiales.
USTED LOS DEFINE CLARAMENTE COMO VULNERABLES. ¿CUÁLES SERÍAN LAS FUENTES DE ESA FRAGILIDAD?
—La vulnerabilidad o fragilidad puede ser producto del azar; de las circunstancias en las que una persona o grupo se desarrolla. O puede ser también infligida por la sociedad en la que estas personas o grupo se encuentran. Entonces, a cada nivel de autonomía correspondería un nivel de vulnerabilidad o fragilidad. Por ejemplo, a la autonomía del decir o del hablar correspondería obviamente la imposibilidad física, la prohibición o la descalificación y desvalorización de determinados discursos.
ESTO PARECE DARSE CON FRECUENCIA EN EL CASO DE LOS ANCIANOS: SU VOZ SE ESCUCHA POCO.
—En el caso de los ancianos esto es muy claro: cuando una persona anciana capaz va a una visita al médico acompañada por otra persona, normalmente el médico se dirige al acompañante y no a la persona anciana, aunque la persona anciana tenga un desarrollo intelectual superior al de su acompañante. Es que hay un discurso desvalorizado a priori, desconsiderado, que es el del anciano. Lo mismo sucede con el discurso de otros grupos igualmente vulnerables. A mí me ha pasado, trabajando con personal de salud que atiende a inmigrantes, escucharlos afirmar que los migrantes "no saben hablar". Yo les digo a los miembros del equipo de salud que no, que para los migrantes quienes no saben hablar son ellos, porque no hablan, por ejemplo, coreano. Todo depende de la perspectiva y el lugar que tengamos para observar y actuar. Hay discursos desvalorizantes por razones sociales, históricas, económicas. En otro nivel, la posibilidad de obrar sobre las cosas o sobre las personas, depende de las limitaciones y capacidades. Y por fin, volviendo a Ricoeur, sobre la posibilidad de construir de manera coherente la propia historia, me parece que es necesario contribuir a las reconstrucciones que llevan a la recuperación de identidades de personas y grupos.
VULNERABLES, SÍ; POBRECITOS, NO
Bonilla trabaja con grupos vulnerables. Por ejemplo, mujeres migrantes latinoamericanas.
"Sus problemáticas —dice— tienen que ver con la ubicación familiar y laboral. Una de las dificultades que hay en nuestra sociedad es la de poder entender patrones culturales diferentes. Cuando nosotros, con toda la buena intención, nos referimos a injusticias respecto de las mujeres, muchas veces estamos haciendo consideraciones que tienen que ver con una forma occidental estándar de considerar sus derechos, y no detectamos sus propias pautas".
"Hablamos de las/os migrantes o los ancianos como sujetos vulnerables. Esto puede sonar a ofensa, pero ellos son sujetos vulnerables, porque pueden ser dañados en mayor medida que otras personas. Pero también tienen una riqueza y una posibilidad de autonomía y de ejercicio de derechos que son, en cierto sentido, similares a los nuestros. Pero, en otro sentido, tienen rasgos culturales diferentes. Hablar de estas personas desde el punto de vista del pobrecito o pobrecita es discriminatorio y ofensivo.".
(*) Claudio Martyniuk es escritor y enseña en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró e investiga. Es autor de los libros Positivismo, hermenéutica y teoría de los sistemas (1994), Wittgensteinianas. Filosofía, arte y política (1997), Razones y acciones (1998), Al olor de Argentina (2003), Filosofía, política, derecho (comp. con R. Bergalli, 2003), ESMA. Fenomenología de la desaparición (2004), Imagen de Julio Cortázar (2004), Sobre la norma del gusto, la normatividad del arte y la narración de la justicia (2006), Nuevos modelos de hostia. Filosofía y matices subjetivos (2006) y Museo del nihilista (2006).
DE LA VEJEZ?
Reportaje a
CLAUDIO MARTYNIUK (*)
Clarin.com- Redacción
4 de marzo 2007
LAS MARCAS DEL PASO DEL TIEMPO NO SON IDÉNTICAS EN LAS DIFERENTES PERSONAS. ¿ACASO TODOS LOS ANCIANOS SON IGUALES?
—No, de ninguna manera. Simone de Beauvoir señaló que los viejos con medios económicos y bien ubicados socialmente no son viejos, porque siguen integrados a la sociedad. El resto queda abandonado, como residuo. Pero de a poco, y contra esta exclusión, se va formando una cultura de la ancianidad que es la que vemos en las asociaciones de jubilados y en otro tipo de agrupamientos que cada vez más, por suerte, se van generando en nuestras sociedades.
PERO LA VEJEZ ES TEMIDA.
—Hay una perspectiva en aumento que no toma al envejecimiento como un fenómeno natural de la vida, una etapa de ella, sino que la toma como una enfermedad. Por supuesto que hay enfermedades características en las distintas etapas de la vida de los seres humanos, y también la vejez tiene las suyas. Pero la vejez por sí misma no es una enfermedad, y si nosotros la medicalizamos y nos fijamos solamente en esos aspectos, no podemos forjar una cultura de la vejez y de la ancianidad, ni les podemos dar a los adultos mayores un lugar de reconocimiento en nuestras sociedades.
¿EL LUGAR QUE HOY OCUPA LA JUVENTUD AFECTA A LOS ANCIANOS?
—En el imaginario social está instalado un enaltecimiento de la juventud. Si nosotros vemos las propagandas, los discursos y los programas de los medios, nos damos cuenta de que los modelos son jóvenes e incluso cada vez más jóvenes. Eso significa que no hay un lugar para las personas ancianas y que además se produce un fenómeno que podríamos llamar "etaísmo" —utilizando una construcción parecida a la de sexismo, racismo, etc.—, es decir una discriminación social de las personas ancianas. Y además, también, hay una supervivencia de patrones sexistas.
¿LAS MUJERES ANCIANAS SON MÁS DISCRIMINADAS?
—Exacto. La vigencia del sistema sexo-género hace que en las mujeres mayores se produzca una doble exclusión: la exclusión por edad y la exclusión por género. Yo creo, como dijo Simone de Beauvoir, en su famoso ensayo de 1970 La vejez, que "la vejez sólo puede ser entendida en totalidad, dado que no es un hecho biológico, sino un hecho cultural". Esta es la perspectiva desde donde tendríamos que mirar para entender este fenómeno.
¿ME EQUIVOCO O ESA AUSENCIA DE CULTURA DE LA ANCIANIDAD NOS HACE ASIMILAR VEJEZ CON DISCAPACIDAD?
—En la lógica de la sociedad contemporánea con respecto a los ancianos hay una confusión entre independencia y autonomía. Se piensa que las personas que sufren algún tipo de discapacidad, algún tipo de disminución de sus fuerzas físicas, son personas que tienen disminuidas también su capacidad moral, su poder de decisión y su capacidad de asumir derechos. Me parece que esta gran confusión que se suscita respecto de los ancianos de manera muy fuerte aparece también frente a otras personas.
¿POR EJEMPLO?
—Las feministas ya hace bastante tiempo señalaron los rasgos discriminatorios de la sociedad con respecto a las mujeres. Los niños también son afectados, aunque exista una muy positiva convención internacional sobre sus derechos. Y es notoria la discriminación respecto de las personas discapacitadas o con capacidades diferentes. Habría que decir que en este momento uno de los grandes problemas de las sociedades contemporáneas es la discriminación de los inmigrantes, sobre todo de aquellos que no tiene los rasgos étnicos, lingüísticos, religiosos de las llamadas sociedades de acogida. Este mecanismo de inclusión/exclusión se da en todas las sociedades, lo que pasa es que en este momento tiene características particulares —más fuertes— respecto de algunos grupos. Y en estos grupos sobresalen, desgraciadamente, las personas ancianas y los migrantes, cierto tipo de enfermos y casi todas las personas con capacidades especiales.
USTED LOS DEFINE CLARAMENTE COMO VULNERABLES. ¿CUÁLES SERÍAN LAS FUENTES DE ESA FRAGILIDAD?
—La vulnerabilidad o fragilidad puede ser producto del azar; de las circunstancias en las que una persona o grupo se desarrolla. O puede ser también infligida por la sociedad en la que estas personas o grupo se encuentran. Entonces, a cada nivel de autonomía correspondería un nivel de vulnerabilidad o fragilidad. Por ejemplo, a la autonomía del decir o del hablar correspondería obviamente la imposibilidad física, la prohibición o la descalificación y desvalorización de determinados discursos.
ESTO PARECE DARSE CON FRECUENCIA EN EL CASO DE LOS ANCIANOS: SU VOZ SE ESCUCHA POCO.
—En el caso de los ancianos esto es muy claro: cuando una persona anciana capaz va a una visita al médico acompañada por otra persona, normalmente el médico se dirige al acompañante y no a la persona anciana, aunque la persona anciana tenga un desarrollo intelectual superior al de su acompañante. Es que hay un discurso desvalorizado a priori, desconsiderado, que es el del anciano. Lo mismo sucede con el discurso de otros grupos igualmente vulnerables. A mí me ha pasado, trabajando con personal de salud que atiende a inmigrantes, escucharlos afirmar que los migrantes "no saben hablar". Yo les digo a los miembros del equipo de salud que no, que para los migrantes quienes no saben hablar son ellos, porque no hablan, por ejemplo, coreano. Todo depende de la perspectiva y el lugar que tengamos para observar y actuar. Hay discursos desvalorizantes por razones sociales, históricas, económicas. En otro nivel, la posibilidad de obrar sobre las cosas o sobre las personas, depende de las limitaciones y capacidades. Y por fin, volviendo a Ricoeur, sobre la posibilidad de construir de manera coherente la propia historia, me parece que es necesario contribuir a las reconstrucciones que llevan a la recuperación de identidades de personas y grupos.
VULNERABLES, SÍ; POBRECITOS, NO
Bonilla trabaja con grupos vulnerables. Por ejemplo, mujeres migrantes latinoamericanas.
"Sus problemáticas —dice— tienen que ver con la ubicación familiar y laboral. Una de las dificultades que hay en nuestra sociedad es la de poder entender patrones culturales diferentes. Cuando nosotros, con toda la buena intención, nos referimos a injusticias respecto de las mujeres, muchas veces estamos haciendo consideraciones que tienen que ver con una forma occidental estándar de considerar sus derechos, y no detectamos sus propias pautas".
"Hablamos de las/os migrantes o los ancianos como sujetos vulnerables. Esto puede sonar a ofensa, pero ellos son sujetos vulnerables, porque pueden ser dañados en mayor medida que otras personas. Pero también tienen una riqueza y una posibilidad de autonomía y de ejercicio de derechos que son, en cierto sentido, similares a los nuestros. Pero, en otro sentido, tienen rasgos culturales diferentes. Hablar de estas personas desde el punto de vista del pobrecito o pobrecita es discriminatorio y ofensivo.".
(*) Claudio Martyniuk es escritor y enseña en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró e investiga. Es autor de los libros Positivismo, hermenéutica y teoría de los sistemas (1994), Wittgensteinianas. Filosofía, arte y política (1997), Razones y acciones (1998), Al olor de Argentina (2003), Filosofía, política, derecho (comp. con R. Bergalli, 2003), ESMA. Fenomenología de la desaparición (2004), Imagen de Julio Cortázar (2004), Sobre la norma del gusto, la normatividad del arte y la narración de la justicia (2006), Nuevos modelos de hostia. Filosofía y matices subjetivos (2006) y Museo del nihilista (2006).
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