miércoles, 12 de agosto de 2009

CRISIS QUE VINO PARA QUEDARSE...



LA CRISIS VISTA
DESDE EL SUR (2)

Escribe
ERNESTO BOHOSLAVSKY
(foto)
(PROFESOR E INVESTIGADOR ARGENTINO, DE LA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SARMIENTO)

De “Página 12” Buenos Aires
23 de Mayo de 2009
APORTE de
JORGE ANICETO MOLINARI

2 La “crisis de la deuda” se desató a partir de que en 1982 las autoridades mexicanas declararon que no podían seguir honrando sus compromisos externos. El caso de México no era único: los gobiernos del continente, casi todos dictaduras cívico-militares, vivían la angustia por el final de los petrodólares y la imposibilidad de renovar los créditos con las mismas tasas y plazos. El presidente peruano Alan García fijó en 1985 un límite en el pago de la deuda externa nacional y dos años después Brasil declaró una moratoria unilateral. La crisis hizo el recorrido inverso al de 1930: fue del Sur al Norte, de los deudores a los acreedores. Los principales tenedores de deuda latinoamericana advirtieron que tenían una cartera demasiado riesgosa (“tóxica” es el término actual) por haber confiado en que las dictaduras les devolverían el dinero. Si no eran rescatados los países deudores, o al menos aquellos que potencialmente podían contagiar al resto, lo que caería no era tal o cual mandatario, sino la banca occidental.

El contexto era muy diferente del que enfrentó el continente en 1930. La multipolaridad había dado paso a una hegemonía norteamericana en la región –insolente y testimonialmente contestada por Cuba—, que no toleraba coqueteos con la otra superpotencia. Por otro lado, había una autoridad financiera internacional reconocida, el FMI, de creciente poder de presión sobre los países del Tercer Mundo. De hecho, la gran novedad era la capacidad del Fondo para imponerles condiciones políticas y macro-económicas a los países deudores a cambio de recibir desahogo financiero. La disciplina del ajuste para resolver una crisis considerada de liquidez ingresó más por el lado de la urgencia que el de la convicción.

La recesión y el proteccionismo agrícola de Europa poco ayudaron a la recuperación económica de América latina, cuyo PBI cayó aproximadamente un 3 por ciento entre 1980 y 1991. Y si bien el volumen de las exportaciones regionales creció fuertemente en la década (principalmente bienes primarios), el otro resultado fue el costo social derivado de la disciplina fiscal impuesta para retomar el pago de la deuda. Reducción de los salarios reales, achique del gasto público en salud y educación, desindustrialización, deterioro de los indicadores sociales y empeoramiento de la distribución de ingreso son algunas de las consecuencias de esa década “perdida”. La paradójica combinación de recesión e inflación lanzó a muchas empresas y millones de latinoamericanos al sector informal de la economía, dificultando la recaudación e incentivando el pluriempleo y la flexibilización laboral de jure o de facto.

3 Los nocivos efectos de la actual crisis financiera internacional sobre el continente son bien conocidos: reducción de las inversiones en empresas y en bonos provenientes de estos pagos, caída de la actividad económica y empeoramiento de las expectativas de los consumidores y empresarios. Pero hay otros dos aspectos a destacar. El primero es que la crisis afectó sobre todo a las economías y a las empresas más transnacionalizadas, y entre ellas hay que contar a muchas firmas originarias de esta parte del mundo. Según un informe de Economática, de las 122 empresas más perjudicadas por la crisis, 45 son brasileñas y cuatro mexicanas. La firma de agronegocios Agrenco, de origen brasileño, perdió en doce meses el 98,3 por ciento de su cotización en Nueva York. El valor de la compañía minera MMX, también brasileña, pasó de 8080 millones a 361 millones de dólares en un año. La segunda postal a destacar de la crisis en América latina es su poderosa capacidad para generar pobreza y regresión social. Según un informe de la Fundaçao Getúlio Vargas, la clase media brasileña se redujo del 53,8 al 52,6 por ciento de la población entre diciembre y enero: un descenso del 1,2 por ciento en sólo un mes es mucho, pero es más si se tiene en cuenta que fueron necesarios 72 meses de gobierno del PT para que creciera un 10,8 por ciento.

En las décadas de 1930, de 1980 y de 1990 hubo un despliegue de estrategias exclusivamente nacionales, dejando de lado las posibles ventajas de una salida cooperativa continental. En 1930 no hubo pool de exportadores y en 1982 no se creó el temido (por el Norte) pool de deudores. Y esto a pesar de la similitud de las dificultades y vulnerabilidades económicas por las que pasaban los países de la región. ¿Habrá ahora lugar para la acción asociada y colectiva de América latina? La oportunidad parece un poco más propicia, puesto que el orden ya no es indiscutidamente unipolar, no tanto por la aparición de nuevos liderazgos mundiales, sino más bien por la pérdida de legitimidad de Washington y del FMI para exigir la aplicación de la ortodoxia monetarista.

No hay comentarios: