miércoles, 2 de septiembre de 2009

NUEVOS VIENTOS DEL MUNDO...


LA LLAVE DE
LA FRATERNIDAD

Escribe
YUKIO HATOYAMA
(*)
2 de setiembre de 2009
(“El País” Madrid–“Tribuna”)

(*)YUKIO HATOYAMA ES EL LÍDER DEL
PARTIDO DEMÓCRATA DE JAPÓN, QUE
ACABA DE GANAR LAS ELECCIONES.

Durante los años posteriores al fin de la guerra fría, Japón ha sorteado los vientos del fundamentalismo del mercado que ha liderado Estados Unidos y que se conoce usualmente como globalización. Aunque en ésta defiende que la libertad es el más alto de todos los valores, el capitalismo fundamentalista ha tratado a la gente no como un fin sino como un medio. Con lo que se ha perdido la dignidad humana. El establecimiento de una divisa asiática común probablemente tardará más de 10 años. La reciente crisis financiera, sin embargo, nos ha obligado a enfrentarnos a la realidad. ¿Cómo podemos acabar con el fundamentalismo de mercado y con el capitalismo financiero, que carecen de consideraciones morales, para proteger las finanzas y la forma de vida de nuestros ciudadanos? Ése es el gran desafío del presente.
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De lo que se trata es de regresar a la idea de la fraternidad -como en el lema francés de "libertad, igualdad, fraternidad"- como la fuerza moderadora que rebaja los peligros inherentes al uso de la libertad. Tal como yo la entiendo, esa fraternidad debe limitar los excesos de la globalización y recuperar las prácticas económicas locales que proceden de cultivar nuestras tradiciones. En Japón hubo división de opiniones frente al fenómeno de la globalización. Hubo quienes defendieron sus logros y apoyaron dejarlo todo a los dictados del mercado. Otros entendieron que era necesario ampliar la red de seguridad social y proteger nuestras actividades económicas tradicionales. El Gobierno del primer ministro Junichiro Koizumi (2001-2006), del Partido Liberal Democrático, se inclinó por la primera opción, mientras nosotros, en el Partido Demócrata de Japón, hemos tendido hacia la última posición.
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El orden económico y las actividades económicas locales de cualquier país se van configurando a lo largo de los años y reflejan la influencia de sus tradiciones, sus hábitos y el estilo de vida nacional. La globalización ha avanzado sin tener en cuenta los valores no económicos, ni las cuestiones ambientales, ni los problemas derivados del progresivo agotamiento de los recursos. Si analizamos los cambios en la sociedad japonesa que han ocurrido desde el final de la guerra fría, creo que no es exagerado decir que la economía global ha dañado las actividades económicas tradicionales y ha destruido a las comunidades locales. El capital y los medios de producción pueden moverse ahora fácilmente de uno a otro lado de las fronteras internacionales.
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Sin embargo, la gente no puede hacerlo con tanta facilidad. En términos de cálculo económico, la gente simplemente es un gasto de personal, pero en el mundo real la gente apoya el tejido de la comunidad local y es la personificación física de su estilo de vida, sus tradiciones y su cultura. Nuestra responsabilidad como políticos es volver a concentrar nuestra atención en los valores no económicos que han sido lanzados a un lado por la marcha de la globalización. Debemos desarrollar políticas que regeneren los lazos que unen a la gente, que tengan más respeto al medio ambiente, que reconstruyan los sistemas de beneficencia y las ayudas médicas, que faciliten una educación mejor y que apoyen la crianza de los hijos, y se enfrenten a la desigualdad en la riqueza.
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Otra meta nacional que emerge del concepto de la fraternidad es la creación de una comunidad del este de Asia. El pacto de seguridad entre Japón y Estados Unidos continuará siendo, por supuesto, la piedra angular de la política diplomática japonesa. Al mismo tiempo, sin embargo, no debemos olvidar nuestra identidad como nación localizada en Asia. Creo que la región del este de Asia, que cada vez da más señales de la vitalidad de su crecimiento económico y de la fuerza de los lazos mutuos, debe reconocerse como la esfera básica del ser de Japón. Por ello, debemos continuar haciendo esfuerzos para establecer una cooperación económica estable y reforzar la seguridad nacional en toda la región.
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La economía china superará a la japonesa en un futuro no muy distante. ¿Cómo podría Japón mantener su independencia política y económica y proteger sus intereses nacionales al verse atrapado entre Estados Unidos, que lucha por retener su posición como potencia mundial dominante, y China, que busca formas para asentarse como una gran potencia? Se trata de una cuestión de interés no sólo para Japón sino también para todas las naciones pequeñas y medianas de Asia. Todas quieren que el poder militar estadounidense funcione efectivamente para la estabilidad de la región pero quieren también evitar los excesos políticos y económicos estadounidenses. Y esperan reducir la amenaza militar que representa nuestro vecino China, asegurando que la onda expansiva de su economía se desarrolle de una manera ordenada.
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El establecimiento de una divisa asiática común probablemente tardará más de 10 años. Para que una divisa así produzca la integración política seguramente se necesitará todavía más tiempo. Por otro lado, debido a los conflictos históricos y culturales existentes entre los países de esta región todavía hay muchas cuestiones políticas por resolver. Los problemas de una creciente militarización y de disputas territoriales no pueden resolverse mediante negociaciones bilaterales entre, por ejemplo, Japón y Corea del Sur, Japón y China. Cuanto más se discutan sus problemas de manera exclusivamente bilateral, mayor riesgo existe que las emociones de los ciudadanos de cada país se inflamen y el nacionalismo se intensifique.
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Como escribió hace 85 años en Pan-Europa el Conde Coudenhove-Kalergi, el padre de la Unión Europea, "todas las grandes ideas históricas comenzaron siendo un sueño utópico y terminaron como realidades. El que una idea en particular siga siendo un sueño utópico o se convierta en realidad sólo depende del número de personas que crean en el ideal y actúen por él". (SACADO de CONTEXTO)

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