miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA HISTORIA EN NAVIDAD..¿POR QUE NO?

LUCHA
y CONCIENCIA
DE CLASE

Escribe
Ricardo Casal

CDA de Jubilados
y Pensionistas AEBU
De la Revista CDA,
diciembre 2009

Estuvimos leyendo un artículo sobre el marxismo analítico, grupo integrado por Gerald Cohen entre otros (1978), quienes basados en la participación de la filosofía analítica hacen una revisión sobre los conceptos marxistas.
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En contra de la interpretación popularizada por aquellos que fueron seducidos por el paradigma de la lucha de clases, Cohen reconstruye el materialismo histórico de tal forma que el desarrollo de las fuerzas productivas, y en especial la tecnología, acaba siendo el factor que tiene primacía explicativa. Su cuidadosa lectura atrajo la atención de varios académicos anglosajones de izquierdas como Jon Elster, Adam Przeworski o John Roemer y Philipp Van Parijs. Juntos crearon el grupo de los “marxistas analíticos” o “grupo de setiembre” (mes en que se reunían a discutir marxismo), que renovó para siempre los estudios sobre los escritos de Marx.
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Nos pareció de gran actualidad para reflexionar sobre consignas y planteos políticos acerca de diversos temas nacionales. La realidad de hace cuarenta o cincuenta años, donde el movimiento sindical planteaba reivindicaciones para su colectivo, queda muy atrás con un Uruguay de hoy donde el movimiento obrero se reduce numéricamente por multinacionales, que achican personal y acrecientan su competitividad en calidad y precios para los mercados del mundo.
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Hoy contamos en nuestra sociedad con un grupo incluido altamente especializado que se contrata por las empresas de inversión internacional, y otro cada vez mayor excluido, que se nuclea en un trabajo -cuando lo tiene y no es desocupado- de inferior calidad y marginal en la fascinante oferta de consumo.
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La realidad de justicia social difiere mucho de lo que se vivía en el pasado. El desafío está en incluir cada vez más gente, capacitándola en las nuevas “tecnologías” y creando pequeñas y medianas empresas que logren su inserción mejorando la gestión para producir y lograr niveles de competitividad en precio y calidad, capaces de surtir un mercado cada vez más exigente.
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La clave está en la capacitación, en la obtención de tecnologías que con innovación atraigan la demanda del consumo globalizado. Cada vez más se comprende que quien no se integre a este desafío no podrá incluirse y se transformará en desocupado y, en definitiva, en una carga para el Estado que tendrá que ser subsidiada por el resto de los ciudadanos.
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A su vez el papel de los sindicatos deja de ser solo la organización de una clase que luche para las conquistas salariales. Hoy debe, además, transformarse en institutos de asesoramiento y administración en la creación de trabajo para que, junto al Estado, participen y contribuyan a distribuir incluyendo cada vez más a sus trabajadores.
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Terminó la época de separación de la lucha de clases con el quehacer político, hoy los gobiernos –sobre todo los de países pequeños y dependientes como el Uruguay- deben planificar y establecer políticas de desarrollo con la creación de trabajo con valor agregado y, a la vez, contribuir con planes de educación que acompañen la instalación de nuevas empresas con tecnología e innovación que incluyan a nuestra población.
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De acuerdo a estas reflexiones, se nos ocurre como planificación de futuro que los sindicatos deben contribuir en sus ramas de actividad haciendo atractivo nuestro mercado a las inversiones, con la madurez necesaria para ver más allá de la conquista inmediata de espíritu corporativo, y percibir la realidad mediata de un desarrollo de país.

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