
HABLEMOS DE
LA ESPERANZA
Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
Sea amigo. Tenga amigos. Su vida de relación los necesita. Pero tampoco espere mucho de ellos. Como sus hijos. Como usted mismo, están ocupados en poder vivir. La amistad tiene un valor en sí misma, independiente de sus consecuencias. Seleccione sus amigos y consérvelos. No solamente “los viejos amigos”... también amigos jóvenes. Ya hemos visto: los jóvenes lo rejuvenecen, y eso es la esperanza. La diferencia de edades no es óbice para la amistad, como no lo es para el amor.
LA ESPERANZA
Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
Sea amigo. Tenga amigos. Su vida de relación los necesita. Pero tampoco espere mucho de ellos. Como sus hijos. Como usted mismo, están ocupados en poder vivir. La amistad tiene un valor en sí misma, independiente de sus consecuencias. Seleccione sus amigos y consérvelos. No solamente “los viejos amigos”... también amigos jóvenes. Ya hemos visto: los jóvenes lo rejuvenecen, y eso es la esperanza. La diferencia de edades no es óbice para la amistad, como no lo es para el amor.
El amor es por si mismo una esperanza. Es la esperanza de esa pareja de ancianos cogidos de la mano. Y no odie. El odio como la tristeza le perjudica más que las otras pasiones. Para evitar el odio perdone. En la vejez se ha de perdonar más, porque se conoce más las flaquezas humanas. Por razones obvias debe ser más benevolente. Olvide y deje a sus enemigos entregados a su propia suerte. No les haga juego. La indiferencia es buena defensa. El odio es la antiesperanza. Por algo Dante anunció con ella la puerta oscura del infierno: “Dejad toda esperanza, oh vosotros que entráis”
Nos es dable esperar. Tenemos siempre un mañana, del cual esperar, si comenzamos a prepararlo hoy, si pensamos en quienes dentro y fuera de nosotros, de una manera u otra, obran por y para nosotros. El trabajo es, a cualquier escala, una creación o una concreación. Pero esperar ayudándonos para realizar la esperanza. Pero las esperanzas para fomentar son las esperanzas serias, las que no nos defraudan. No abriguemos esperanzas frustrantes. La frustración es grave en usted.
No espere de la gratitud humana. Los seres humanos no son dechados de grat
itud. Haga el bien a quien pueda –sin mirar a quien– pero no aguarde el reconocimiento. Espere si en la justicia inmanente de la naturaleza. La retribución vendrá. Muchas veces de quien usted menos aguarda. Lo importante es hacer el bien. La gratificación va implícita en la obra buena. Y tarde o temprano viene de algo o de alguien. Eso es una ley infalible.
No espere la alabanza, ni se deje abatir por el reproche. Sea usted mismo lo que es, con seguridad. Esa seguridad es un buen bastón para su vejez. Kempis tenía razón “Ni por mucho que te alaben, ni por mucho que te vituperen, serás mejor o peor de lo que eres”.Y en el ser está la esperanza. Algunos viejos “preteristas” suelen anclarse en determinada época de su vida pasada, la mejor, y allí paralizan su historia y la del mundo.
“Cuando yo era”... en mis tiempos de...” Esa reversión los envejece y su repetida alusión incomoda a los demás. No Abra los ojos a cuanto le circunda hoy, tenga autocrítica, viva hacia delante, afiáncese en su presente, no desperdicie las ventajas de hoy por el melancólico recuerdo del ayer. Venere y respete sus recuerdos –son usted– pero no se obsesione con ellos. Ellos no son su única vida. Fueron una parte de su vida. La vida es también “discurrir”. Y eso ya recurrió. Estar en contacto con nuestro día a día y con la juventud es renovarse. Es muy bueno saber historia, pero es indispensable conocer la realidad cotidiana de nuestro mundo.
La sociedad de hoy –la de consumo o en vías de serlo– regresa un tanto a la primitiva, en la cual los elementos determinantes de la vida con los de la subsistencia, aunque subsistir no sea el problema de la de hoy, sino consumir. El consumismo ha cambiado las reglas de la vida. En los países desarrollados y en vías de desarrollo, el utilitarismo positivista define la posición del individuo en la sociedad como productor. A otra escala, el fenómeno se parece en cuanto a tratamiento de la vejez, al de las primitivas comunidades existentes aún.
Cuando el viejo deja de ser útil se le confina, se le abandona, para eliminarlo como competidor en el plato insuficiente para todos. Simone de Beauvoir en su libro sobre la vejez tiene todo un largo capítulo de historia antigua y contemporánea sobre el tema. Las sociedades progresadas del Primer Mundo desarrollado se han visto obligadas a ir modificando las políticas frente al viejo, porque la presencia de los mayores de 65 años se multiplica en nuestros días y se seguirá multiplicando.
En Francia cuando Simone de Beauvoir escribió hace 12 años su libro (N. de R. Canal edito este libro en 1980), los viejos eran el 12 % de la población. Hoy son el 15 %. En Norteamérica ya el 20 %. Veremos en este libro como la presión de este aumento demográfico de los viejos, hasta en el campo electoral, está motivando rápidos progresos en el tratamiento social del viejo, tomados como bandera de asociaciones y sindicatos para hacer conciencia de solidaridad consigo mismo, pues los de las otras edades también un día van a ser viejos.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
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