miércoles, 13 de enero de 2010

LA VEJEZ VIENE A SER UN TIEMPO DE VIDA...



¿QUERER
ES PODER..?

Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)

El “voluntarismo” lo afirma inconsultamente y hecha a perder la relativa fuerza de este principio, motivo frecuente de desilusiones y frustraciones a todas las edades, pero especialmente en el viejo. Querer es la primera condición para poder, pues sin querer no se puede. El querer nos pone en camino de poder. Pero aún no es el poder. Hay que continuar queriendo tenazmente conseguir los medios para realizar el fin.

Cuando yo le digo a usted “usted, viejo, si puede vivir vida útil satisfactoria y plácida”, le estoy indicando su capacidad de voluntad para querer ese fin y querer allegar los medios a él conducentes dentro de sus posibilidades. Es decir: la voluntad racional y razonable, no la voluntariosa y “voluntarista” frecuentemente degenerada en puro alarde de poder, impotencia a la larga.

Vladimir Jankelevitch afirma: “Querer no es poder las cosas que se quieren. Entended: las cosas, valores, objetos que uno quiere, ni hacer milagrosamente y como por arte de encantamiento, que el complemento directo material, se convierta en real, ni realizar físicamente lo querido. No. Querer no es poder las cosas que se quieren, sino, ipso facto, poder querer... Pero en esta voluntad de querer llegar a un fin está el secreto para comenzar la ejecución. El momento en que el pájaro se lanza al espacio.

En el viejo normal los mecanismos de la voluntad están activos. El peligro está en el objetivo querido, en querer también los medios adecuados para conseguirlo. La vejez sin objetivos se abrevia y se destruye. El problema es buscar objetivos no utópicos adecuados a la posibilidad de nuestros medios. Es frecuente en la vejez la deformación de objetivos –a los 95 años unas botas con 20 años de duración– pues pretender utopías irrealizables es causa de frustración.

Si usted lo piensa bien, su tiempo es usted mismo durante su carrera por la vida. Sin tiempo libre, usted no es libre. Gran parte de su tiempo es cautivo y usted con él: las ocho horas del sueño, las ocho horas del trabajo, las dos horas para comer, las dos horas para transportarse. Y ya no nos quedan sino cuatro horas para obligaciones sociales, familiares, personales... y otros menesteres de rutina en nuestros hábitos cotidianos... ¿Dónde está el tiempo libre? Escasea seguramente en la jornada ordinaria y se refugia en los días festivos que, si está fatigado, tampoco son enteramente libres, porque el descanso inactivo se impone. Trabajar para comer, descansar para trabajar... un ciclo peligroso.

La inquietud por el tiempo libre, individualmente tan antigua como el hombre, socialmente es nueva, casi de nuestro siglo. En la tercera edad hay más tiempo libre, porque se suponen suspendidos los horarios fijos y el trabajo bajo reloj. Y es precisamente en esa edad cuando el tiempo libre es más necesario, entendiendo bien que solo es libre el tiempo aquel durante el cual podemos hacer lo que queremos, sin subordinación a nadie, sin depender de nada. El tiempo absolutamente a nuestra disposición. Sentirlo así es importante, para los que ya no son jóvenes, pero especialmente para el viejo, que con ello afirma su personalidad y la confianza en sí mismo. El tiempo nuestro, las horas propias sin cronograma. ¿Es suyo su tiempo?

La ocupación del tiempo libre es hoy un fenómeno al estudio de psicólogos, educadores, pedagogos, siquiatras y sociólogos, porque, de solución se ha convertido en problema. El exceso de tiempo cautivo lleva a la tendencia peligrosa de usar el ti
De ahí resulta la desilusión que postra al viejo y lo convence de su impotencia... Pero la utilidad, la satisfacción y la placidez, a su escala, no son utopías para el viejo normal, sino metas posibles, realizadas por tantos a su edad. Ser voluntarioso lo hará repulsivo inútilmente, ser “voluntarista” lo fatigará en vano. Tener voluntad para fijarse metas practicables en su escala, lo fortificará, porque le dará razones para vivir. Una de ellas de continuar realizándose.

En la mayoría de los casos, el viejo conoce y puede. Toldo está en precisar bien el concepto de sus posibilidades y aprovecharlas sin embarcarse en lo realmente imposible... lo imposible...? No defiendo la prepotencia de Napoleón Bonaparte al pretender borrar del diccionario el término “imposible”. Pero todos los estudiosos de las posibilidades de la tercera edad están acordes en declararlas mayores de las presupuestadas.

Si la historia no nos mostrara tantos casos, la realidad nos la indicaría de una manera cotidiana. Cuantas veces oímos, ante la evidencia de muchos hechos realizados por quienes menos se pensaría, el comentario “imposible”... y sin embargo ahí están no solamente posibles “posibles” sino cumplidos. Y ahí están sus autores, los viejos. No son próceres, ni héroes ni genios. No. Gentes como usted y como yo. Y pudieron...
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.

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