martes, 9 de febrero de 2010

JOAN BARRIL, COLUMNISTA ESPAÑOL QUE EXPLORA LO COTIDIANO DE LA VIDA...


NADA ES SEGURO

Escribe
JOAN BARRIL (*)
Columnista en
“El Periódico” Catalunya
España- 9 de febrero 2010


Una fórmula de cortesía habitual cuando nos encontramos con un conocido es preguntarle cómo le va. La respuesta, en estos días, suele ser desesperanzada. La gente ya no ve el vaso de su vida medio vacío, sino que tiene un especial interés en demostrar que a él las cosas le van mucho peor que al resto de vecinos. En catalán hay cinco letras temibles que sirven para condensar en dos sílabas un gaseoso sentimiento de tristeza, lamento y envidia.
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Esas letras son «tu rai», que viene a ser la típica respuesta de quien se encuentra en el fondo del pozo y cree que su interlocutor, por el mero hecho de encontrarse un par de metros más arriba del mismo pozo, va a experimentar la felicidad que a él le falta. Lo cierto es que nada es cierto. Hubo un tiempo en el que los empleos eran estables y donde bastaba entrar de botones en una gran empresa para jubilarse en aquella misma empresa. Era una meritocracia imperfecta, pero sin duda tranquila.
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Los salarios servían para pagar hipotecas y para llevar a los hijos a la universidad. Hoy aquellos hijos ven cómo los planes de estudios van cambiando y cómo el trabajo bien hecho no da derecho a un empleo mínimamente digno. A los más afortunados se les ve de aeropuerto en aeropuerto evitando que el compañero de empresa se haga con sus clientes. El hombre vuelve a ser un lobo para el hombre. Y cuando ya los trabajadores se han devorado mutuamente, la que había de ser la empresa de su vida va a buscarse la vida a la otra parte del mundo.
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A veces ni eso. Uno llega al centro de trabajo y ahí, de madrugada, unos señores de seguridad buscarán el nombre del trabajador y le mandarán de nuevo y para siempre a dormir el desengaño en su cama todavía caliente. Nada es cierto del todo porque incluso los más viejos del lugar, aquellos a los que la edad parecía haber dejado en el limbo del merecido tiempo libre, de la petanca y de los gastos mínimos, oyen hoy cómo les van a recortar las pensiones y mañana ya no las recortarán.
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Y todos tan contentos, como si las pensiones fueran una gentileza del Gobierno y no un derecho acumulado con sus cuotas. Y en la incertidumbre líquida de estos días nos dicen que no hay nada más seguro que una central nuclear, pero al cabo de una semana estalla una central –eléctrica, en este caso– y no es en la depauperada Rusia, sino en el pujante Estados Unidos. Y los afortunados que esperaban vacaciones en Semana Santa no saben si van a pasar las vacaciones tirados en algún aeropuerto por la huelga de unos controladores.
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Y en el colmo de la incertidumbre nada nos asegura que el banco, en vez de darnos dinero, nos lo pida. Y que un juez nos encarcele por nuestro estado de cabreo, pero deje en libertad a un vivales que ha robado más de 20 millones de euros. A veces, muy pocas veces, hay gente de un optimismo a prueba de crisis. Gente que responde sin tapujos: «Me siento en el mejor momento de mi vida. Y no es la primera vez que me lo he dicho».
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Se trata de un privilegiado o, en el mejor de los casos, de alguien que está cuando menos enamorado. Los motivos de la alegría vital hoy solo los podemos encontrar en el interior de cada cual. El gran reto estriba en saber quién nos va a devolver la confianza. ¿Será un Gobierno? ¿Será la gente que no está dispuesta a sucumbir a la tristeza? ¿Será la suerte? ¿Será simplemente el individualismo creativo? ¿Será tal vez la resistencia al desánimo?
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(*) JOAN BARRIL CUIXART (1952) Estudia en la Universidad de Barcelona. Como periodista su labor es extensa y brillante. Dirigió semanario El Mon. Columnista en La Vanguardia, El Periódico y El País. Como cronista de la actualidad cotidiana ha creado auténticas estampas literarias, prolongadas a lo largo de su actividad como narrador. Recibió los premios literarios como Ciudad de Barcelona y el Ramón Llul, por la que muy posiblemente sea su mejor obra, "Parada obligatoria". Colaborador habitual en radio y TV, Joan Barril conserva un compromiso constante con el mundo en el que vive
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