miércoles, 24 de marzo de 2010

AQUELLA HISTORIA QUE SIGUE LATIENDO EN LA REALIDAD COLOMBIANA...

Para tener una idea de los porque existe la guerrilla colombiana,
y como los intereses en juego bloquean una salida:
PARA ACCIONAR EL VIDEO hacer clic en este enlace
http://www.argenpress.tv/2010/03/colombia-la-masacre-de-las-bananeras.html

COLOMBIA:
LA MASACRE
DE LAS BANANERAS
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Sobre textos de
Gabriel Garcia Márquez
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“El 12 de noviembre de 1928 estalló una huelga masiva en la zona bananera de Ciénaga y Santa Marta (Magdalena). Más de 25.000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos producidos en la compañía transnacional norteamericana "United Fruit Company" y por productores nacionales bajo contrato de la compañía. A pesar de la presión, los trabajadores y la "United Fruit Company" no lograron un acuerdo colectivo. Resolviendo la compañía y el Estado Colombiano solucionar este conflicto laboral y social, por vías muy separadas de la proclama democrática que siempre ha predicado Colombia como república.

Generando una actitud y practica de genocidio por parte del Estado, la cual se mantiene hasta nuestros días “La huelga terminó con un baño de sangre: en la noche del 5 de diciembre de 1928, soldados del Ejército Nacional dispararon sobre una reunión pacífica de millares de huelguistas, matando a más de mil trabajadores” A pesar del intento del Estado de ocultar estos hechos; tanto el discurso de Jorge Eliecer Gaitán ante el congreso de la República como posteriormente la literatura de Gabriel García Márquez en “Cien Años de Soledad.”, han develado y tratado de reconstruir la memoria, divulgándolos permitiéndonos conocerlos en la actualidad.

“José Arcadio Segundo no hablo mientras no termino de tomar el café.
Debían ser como tres mil
murmuro. ¿Qué?. Los muertos – aclaro él -. Debían ser todos los que estaban en la estación. La mujer lo midió con una mirada de lastima “ Aquí no ha habido muertos.”, dijo “ Desde los tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo.”. En tres cocinas donde se detuvo José Arcadio Segundo antes de llegar a la casa le dijeron lo mismo “ no hubo muertos.”. Paso por la plazoleta de la estación y vio las mesas de fritanga amontonadas una encima de otra y tampoco allí encontró rastro alguno de la masacre”

De esta forma García Marquez nos narra el cómo se trata de acallar y confundir la memoria de nuestro pueblo. Pretendiendo hacer creer que no ha pasado nada. Pero la realidad es que como en lo acontecido en Ciénaga Magdalena, el 6 de Diciembre de 1928, al contrario ha pasado demasiado. Y es que durante la segunda década del siglo XX, Colombia atravesaba varias convulsiones históricas que dejarían su marca en la vida del país, durante gran parte del siglo y los cuales aún se reflejan hoy.

En un contexto político autoritario y dictatorial, denominado hegemonía Conservadora, bajo el gobierno de Miguel Abadía Méndez, se impulsaba la industrialización del país, en un contexto de hacienda extensiva conjugada con una economía de enclave. Allí extensas zonas del territorio nacional estaban bajo el dominio de terratenientes y el usufructo de multinacionales que desarrollaban actividades ganaderas, extractivas y agroindustriales, y que a la par sometían a los trabajadores de sus compañías a una fuerte explotación.

A pesar del intento del Estado de ocultar estos hechos; tanto el discurso de Jorge Eliecer Gaitán ante el congreso de la República como posteriormente la literatura de Gabriel García Márquez en “Cien Años de Soledad.”, han develado y tratado de reconstruir la memoria, divulgándolos permitiéndonos conocerlos en la actualidad. “Muchos años después, ese niño había de seguir contando sin que nadie se lo creyera, que había visto al teniente leyendo con una bocina de gramófono el Decreto número 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia.

Estaba firmado por el general Carlos Cortez Vargas y por su secretario, el mayor Enrique García Isaza y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala. Leído el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyo al teniente en el techo de la estación y con la bocina del gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar silencio. Señoras y Señores - dijo el capitán con una voz baja, lenta y un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse. La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarín que anuncio el principio del plazo. Nadie se movió. – Han pasado cinco minutos – dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego…

Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y además, convencido de que nada haría mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empino por encima de las cabezas que tenía en frente y por primera vez en su vida levanto la voz. ¡Cabrones! – gritó – les regalamos el minuto que falta . Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto.

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