domingo, 14 de marzo de 2010

CRISIS: LO QUE ESTA OCULTO EN LA TRASTIENDA DEL SILENCIO...

LA CARA OCULTA DE LA CRISIS

Aquí en el Blog, en general levantamos noticias que tienen que ver con una crisis, de la que se habla y se escribe por el mundo, aunque aquí en Uruguay no es tema de los medios. Es así que se hacen cumbres de los poderosos del mundo.
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Es así que se hablan de miles de millones de dólares para apagar los incendios, no de la gente que expulsó el sistema y se quedo en la calle, que no hace mucho la OIT publicó se estima en unos 50 millones. Son 50 millones de trabajadores que perdieron el trabajo, con un detalle obvio: detrás de cada uno debe haber una familia, aunque según parece la cifra de 50 millones se queda corta.
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Volviendo a los miles de millones y los incendios. Son para los bancos. Los que son culpables de la debacle son auxiliados por el sistema, a costa de generar la miseria de las víctimas. Krugman, Stiglitz y Chomsky han explicado bien ese aspecto. De la prensa de ayer domingo 14, en España, tomamos sendas notas de “El País” “ABC” y “lasprovincias.es” y de ahí sacamos de contexto el material para mostrar esa “otra cara de la crisis”, las victimas sin voz, sin prensa, sin futuro. FD
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“El País” Madrid:
“GENERACION NOQUEADA”

Son el rostro del esplendor perdido. La fotografía del derrape económico. Vivieron la época más próspera de la historia reciente. Se incorporaron al mercado laboral tras la crisis de los noventa. Crecieron en un entorno en el que parecía haber trabajo para todos. Y muchos de ellos abandonaron los estudios en busca de un futuro fácil. (..) Eran los más débiles, han sido los primeros en caer. Suman 1,7 millones de proyectos de vida truncados. Nueve de cada diez personas que han perdido el empleo desde el pinchazo de la burbuja tienen entre 16 y 34 años, según la Encuesta de Población Activa; 1,7 millones de jóvenes (en el sentido amplio del término) expulsados de la cadena productiva desde que se apagó la música de la discoteca española en otoño de 2007.
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Resulta curiosa una ratio que manejan los expertos. En 2006, una pareja de trabajadores jóvenes lograba alzar una vivienda media en el transcurso de un año. Récord de producción: España construía unas 700.000 viviendas anuales. Pero algo en la cadena de montaje no encajaba. Esa misma pareja necesitaba casi cuatro años de su sueldo íntegro para pagarla y formar lo que se denomina "un hogar" -dos personas, una casa-. Por eso sólo se formaban 300.000 hogares al año. Y para financiar el desajuste entre hogares y casas construidas se recurría a unas empresas especializadas en dejar para mañana todo lo que no se podía pagar hoy.
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(...) Los discursos se cruzan llenos de contradicciones. "Cada vez que hay una crisis social, se le mira al joven como si éste fuera el responsable de su situación. Como si no quisiera trabajar", dice Gabriel Alconchel, de 31 años, director del Instituto de la Juventud (Injuve). Lo único cierto es que se trata de un tajo que cruza fronteras. Dos de cada tres empleos perdidos en la zona euro corresponden a un menor de 35 años en suelo español. Uno de cada cinco era extranjero. A unos los despidieron. A la mayoría, simplemente dejaron de llamarlos.
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“lasprovincias.es”:
“EL PARO CASTIGA
CON MAYOR DUREZA
A LOS MÁS JÓVENES”
http://www.lasprovincias.es/

La tasa de paro entre los menores de 25 años roza el 40%, según atestigua tanto Eurostat como la EPA. Se trata de la más alta de Europa, duplica la media (19,7%) de los 27 y está once puntos por encima de nuestra tasa de desempleo general. En el Instituto de la Juventud (Injuve) tiran un poco más de la cuerda. Su director general, Gabriel Alconchel, cree que estos datos son aún peores si en las estadísticas se incluyen a los jóvenes hasta 29 años.
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Si es así nos encontramos con más de 1,2 millones de las personas que ahora mismo están en paro no han cumplido la treintena. «Un joven de 19 ó 20 años puede que esté estudiando, pero uno de 28 es muy probable que ya tenga ciertas cargas como un crédito, el seguro de un coche o, incluso, una hipoteca. Por tanto, el problema se alarga», reflexiona.
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A la hora de buscar culpables apenas hay dudas; la temporalidad y la precariedad se llevan la palma. Ambos aspectos, paradójicamente, se agravaron durante los años de bonanza. En el segundo trimestre de 2005, por primera vez desde 1979, el paro se quedaba por debajo del 10%. «En esos momentos se creó mucho empleo, también entre la gente joven -recuerda Alconchel-.
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El problema es que era precario y con una temporalidad muy clara que alcanzó el 60% entre los jóvenes».
Los que iban encadenando un contrato con otro se han dado de bruces con la crisis y su parón en la incorporación de personal. Otros se encontraron con que, ante las vacas flacas, fueron los primeros en ser despedidos. Para Cristina Bermejo, secretaria de Juventud de CC OO, es evidente que «con este tipo de relaciones laborales, que hoy representan el 45% frente al 25% para adultos, sean los primeros expulsados del mercado». «Sale más barato despedirlos y, es más, cuatro de cada diez contratos para jóvenes tienen una duración inferior a los seis meses, lo que hace que el coste sea casi inexistente», apostilla. Propuesta rechazada
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ABC- Madrid:
DESEMPLEO Y ESTRÉS,
UN CÓCTEL EXPLOSIVO
El cine ha exhibido hasta la saciedad la imagen de ese directivo que ordena un último cambio en su agenda antes de coger el avión, donde desenfunda el portátil para preparar esa reunión que le aguarda en destino. «Y eso es cierto, pero, además, últimamente se ha evidenciado que el otro estrés, el de aquel que se queda sin trabajo, el de la gente que llega angustiada a fin de mes, el estrés de tener que sobrevivir para salir adelante, también produce enfermedad cardiovascular». Las palabras de Lina Badimon, directora del Centro de Investigación Cardiovascular, ponen el dedo en la llaga e insisten en el mensaje que difundió la Organización Mundial de la Salud (OMS) a comienzos de esta crisis, cuando el derrumbe de Lehman Brothers hacía presagiar una oleada de suicidios similares a la del Crack del 29.
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«El estado de salud empeora a medida que los indicadores de posición socioeconómica lo hacen. Cuanto mayor es la cualificación en el trabajo, mejor es el nivel de salud», confirma Lucía Artazcoz, directora del Instituto de Servicios a la Comunidad de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB), donde han documentado que los trabajadores no cualificados tienen más problemas de salud mental, dolores de espalda y cabeza; fuman más y tienen mayor tendencia al sobrepeso.
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(...)Hace un par de años, el Instituto de Atención Psiquiátrica del Hospital del Mar de Barcelona confirmó que la ansiedad aumenta el riesgo de padecer alergias, cardiopatías, hipertensión y enfermedades osteomusculares. En el plano de la salud mental, De la Gándara, autor de `Angustia y ansiedad: causas, síntomas y tratamiento, advierte de que el estrés intenso y crónico, que se alimenta de incertidumbres y de un pesimismo duradero, es muy dañino para el cerebro, porque destruye neuronas. «Hay que evitarlo y tomárselo muy en serio», alerta el psiquiatra, que diferencia entre este tipo de estrés, malo, y el que tiene una utilidad adaptativa y sirve para atenuar o resolver el problema que lo motiva.
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Artazcoz puntualiza que el estrés laboral no sólo es consecuencia de la carga de trabajo. «También depende en buena medida del control que se tenga sobre él. El nivel de control, que es superior entre los empleados con cualificación, incluye autonomía, oportunidades de desarrollo y participación en la toma de decisiones. Y otra cuestión que influye decisivamente en el estrés laboral es el equilibrio entre el esfuerzo y la compensación que se recibe».
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Frente a la compensación -que engloba tanto el reconocimiento como el salario adecuado al esfuerzo y la certeza sobre el futuro- se alzan la inestabilidad, los cambios no deseados y la falta de perspectivas, todos ellos factores más habituales entre los trabajadores de baja cualificación. La prolongación de los horarios no afecta igual a los profesionales más acomodados y con mejores puestos que a aquellos con dificultades para llegar a fin de mes. La Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) ha demostrado en sendos estudios que la obligación de prolongar la jornada en un contexto de dificultades económicas se asocia a un amplio abanico de trastornos para la salud: ansiedad, depresión, hipertensión arterial, tabaquismo, falta de ejercicio físico... «Nosotros vimos que las jornadas largas no tenían impacto en la salud de los hombres con trabajos cualificados», afirma Lucía Artazcoz, de la ASPB.
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(En las tres notas, hemos sacado de contexto. Alguna de ellas trataremos de colgarla en forma completa en estos días)

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