domingo, 14 de marzo de 2010

RECORDANDO AL QUERIDO MARIO...

ENTREVISTA A MARIO BENEDETTI
“DEL EXILIO SE VUELVE CAMBIADO,
SE VUELVE COMO OTRA PERSONA...”

Tuvo que huir de una dictadura que se ocupó de perseguirlo en Argentina y Perú. Pasó por México, por Cuba y por España. Esta semana cumplió 86 años con la tristeza íntima de la muerte de Luz, su mujer de toda la vida, y una sensación de soledad. Afincado firmemente en su Montevideo, la sonrisa le vuelve cuando habla de fútbol y de la política de hoy.
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* De El País Semanal. Especial para Página/12
(En el BLOG: Sacado de contexto)
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–¿Cómo se fue haciendo usted?
–Aprendí a leer solo. Me pusieron en el colegio alemán, y fui enseguida a segundo, porque yo ya había leído a Julio Verne y a Salgari. Allí, en el colegio alemán, nos enseñaban a golpes.

–¿Eso lo marcó?
–Me marcó en varios aspectos, y me hizo aprender un idioma, el alemán, que es hoy el idioma que manejo mejor...

¿Y cómo se dio cuenta de por dónde iba la vida, de cómo era su país?
–Vas tomando conciencia de a poco... Y del país me di cuenta más tarde, cuando ya empiezo a comparar. A mí siempre me gustó Montevideo, porque aquí me pasaron cosas buenas y malas. Soy montevideano, desde los cuatro años vivo aquí.

–Era un país feliz...
–Nos hizo mucho bien el fútbol. Fuimos campeones olímpicos de fútbol en los años veinte, en 1924 y en 1928, y en 1950 le ganamos a Brasil la final de la Copa del Mundo en el Maracaná. Gracias al fútbol nos conocieron en el mundo. ¡Cuando ganamos las Olimpíadas, en París, la gente no podía creer que un país tan chiquito, que casi no estaba en los mapas, saliera campeón! Cuando ganamos en 1924, me acuerdo que estábamos en Tacuarembó, y mi padre escuchaba una radio española con unos auriculares que no sé de dónde se sacó. En 1928, ya en Montevideo, seguíamos los resultados en la plaza Libertad, a través de unas pizarras. Uruguay jugaba la final, con Italia, y bajaban los cartelones: “Uruguay cede corner, Italia cobra off side”. ¡Uruguay ganó 32!

–Y, como diría respecto de Perú su tocayo Vargas Llosa, ¿en qué momento se jodió Uruguay?
–Yo creo que fue sobre todo la crisis económica la que lo precipitó todo. Antes se había acabado el buen fútbol, se fueron los buenos jugadores. Se acabó la guerra de Corea y le dejaron de comprar productos a Uruguay, como la carne y la lana. Los gobiernos de los que siguieron a Batlle no alcanzaron la altura de éste. ¡Durante 174 años ganaron gobiernos conservadores, hasta ahora mismo, que ganó el Frente Amplio!

–En 1973 surgió una dictadura brutal...
–Surgió la tortura, la corrupción, el soborno, y enfrente estaban los tupamaros. Los tupamaros creían que la revolución iba a ayudar a la redistribución de la poca riqueza que le quedaba al país. Y los ricos, los militares y los gobernantes aceleraron la represión y la tortura. Ahí empezó todo.
–Usted hizo política...
–Estuve en uno de los movimientos que se integraron en el Frente Amplio. Fue una experiencia dura, porque tienes que decir en la tribuna algo con lo que no siempre estás de acuerdo. Además, no improvisaba los discursos, los escribía, y eso para un político no es nada bueno. Un día me vinieron a avisar unos amigos: me iban a meter preso en menos de 48 horas.

–El exilio.
–Yo no me quería ir. “¡Te tienes que ir!”, me decían, “¡te van a torturar!” Hicimos un acto por la libertad de Daniel Viglietti y después me marché a Buenos Aires. En Buenos Aires estuve poco; era la época de López Rega. Y López Rega sacó una lista de personas que debían dejar el país, porque si no, las mataban. Entre esas personas estaba yo, el único extranjero. Me fui a Perú. Allá me dieron trabajo en un diario, con la condición de que no dijera ni media palabra de política: ni de Uruguay ni de Perú ni de Estados Unidos. Mis artículos versaban sobre literatura. Un día tocaron el timbre abajo. Era la policía, me querían deportar. Me dieron a elegir: Cuba, Ecuador o Uruguay. Mientras lo iba pensando, el tipo que me fue a avisar de la deportación se fue durmiendo, y yo aproveché para deshacerme de los papeles comprometidos. Cuando se despertó me rogó: “Por favor, no les diga a mis superiores que me quedé dormido”.

–Extraordinario.
–Me acompañó luego al aeropuerto, me dio la mano y me abrazó. En Buenos Aires me estaba esperando Luz. Yo tenía un llavero que llamaba el llavero de la solidaridad, porque abría las casas de cinco o seis amigos argentinos en las que yo me podía refugiar.

–¿Y qué pasaba mientras en Uruguay?
–Dictadura, crisis económica, y ya no se ganaba tampoco al fútbol. Todo era malo, y se iba la gente. Al exilio, por razones políticas o por razones económicas. ¡Incluso se iban a Australia! Hubo una librería en Sydney en la que sólo había libros uruguayos.

–En Buenos Aires asesinaron a Zelmar Michelini. ¿Qué huella dejó en usted ese asesinato?
–Fue terrible. Yo estaba en La Habana, y lo escuché por alguna radio española. Un golpe espantoso. Fue mi gran amigo del exilio...

–Cuba fue una escala de su exilio.
–Cuando estaba en Perú, Haydée Santamaría me envió una invitación para que fuera a trabajar a Casa de las Américas, que ella dirigía. Yo estaba corriendo peligro... Y cuando estaba allí los criticaba mucho, sobre todo aquellas cosas que se hacían y que perjudicaban a la revolución en el extranjero. Cuando me fui recibí una carta de Haydée: me extrañaban, decía, sobre todo por las críticas que les hacía...

–¿Y cuáles eran sus críticas?
–Se hacían cosas innecesarias, que daban mala imagen en el extranjero. Lo que yo trataba era que se cuidara la imagen exterior de Cuba, porque no se podían quedar solos. Yo les decía que debían tener buenas relaciones no sólo con la Unión Soviética, que tenían que abrirse a México, a Francia, a Italia. El simple apoyo de la Unión Soviética no era un apoyo muy beneficioso, aunque lo fuera desde el punto de vista técnico o económico.

–Le tiene usted mucha gratitud a Cuba...
–Sí, y también por lo que representó para Uruguay. La izquierda fue muy procubana acá.

–Su exilio siguió en España.
–El principal problema en Cuba era que no podía comunicarme con mi familia. Si mis padres recibían una carta de Cuba, iban presos. Para comunicarme con ellos les mandaba cartas a través de amigos españoles. Y lo pasaba mal por eso, era muy doloroso no poderme comunicar directamente con ellos. El País me había ofrecido que colaborara y en cuanto llegué me abrieron un espacio en las páginas de Opinión. Me pagaban bien, de modo que no tuve problemas en España. Primero estuve en Madrid, y luego fuimos a Mallorca. Lo pasamos muy bien; a Luz le gustaba mucho la playa.

–¿Cómo fue el regreso, el desexilio?
–Era agosto, le prometí a Daniel Viglietti que haríamos un recital, a dos voces. Llegué en solitario, me fue a buscar Raúl al aeropuerto, y cuando dimos el recital hubo un gentío tal que llenaba varias calles alrededor del teatro. A la gente la encontré distinta, más desconfiada. Como la dictadura había metido espías de un lado y de otro... Las relaciones internas de los habitantes de Montevideo se habían deteriorado un poco. Yo era otro, además. La experiencia del exilio me había convertido en otra persona, con todo lo que de bueno y de malo me había dado la vida fuera de mi país. Yo era otra persona.

–Ahora se reencuentra con Montevideo.
–Es la ciudad que quiero. Después de años y años de gobiernos que le hicieron daño al país, ahora vuelvo a otro Montevideo y yo soy otro también. Siempre me siento a gusto en Montevideo. La gente ha quedado malherida después de años de dictadura. Y yo también vuelvo malherido. Tratamos de recomponernos...

–Dígame algo inolvidable.
–Toda mi relación con Luz, desde la infancia. Y conocer a Fidel, también es inolvidable. Y el Maracaná. El fútbol fue muy importante, nos dio alegría. Y si ahora se puede recuperar la alegría, no es por el fútbol, es por la política. La gente tiene esperanzas en Tabaré Vázquez y son fundadas.
–Y cuando el fútbol se recupere, ¿se habrá recuperado Uruguay?
–No sé si el fútbol se va a recuperar, no tengo demasiadas esperanzas, pero Uruguay se recuperará.
* De El País Semanal. Especial para Página/12.(Sacado de contexto en el Blog)

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