JORGE MOLINARI
Comenta la nota de STIGLITZ
Siempre es interesante leer a Stiglitz, aun cuando el centro de su preocupación, en este caso, es la moneda y no la gente. El admite en la tercera variable que el euro se originó en una razón de solidaridad. Lo cual tampoco es cierto.(Sería solidaridad empresarial, en todo caso) El Euro se creó como instrumento de defensa de los complejos industriales europeos frente al desarrollo de los complejos empresariales multinacionales, y particularmente los que operaban con centro en EE.UU. Su creación benefició a la clase obrera europea, pero no la puso a salvo de las crisis financieras, teniendo en cuenta además que el sistema tributario es el mismo que el neoliberalismo ha aplicado en el mundo.
De todos modos es una señal sobretodo cuando dice: Existe una tercera solución que es la más promisoria: implementar las reformas institucionales, incluyendo el marco fiscal.-
Lo mismo nos puede pasar a nosotros, ante una baja de los comodities, en aquellos sectores que pretendemos (con razón) bancarizar, al no tener el marco empresarial necesario para operar en una realidad económica que avanza en los grandes números y ahoga a los pequeños emprendimientos.
Preocupa la falta de rigor científico, en analistas como Stiglitz, Krugman, Mundell, ante tamaña crisis, no abordar fenómenos como el de los paraísos fiscales.
SOLUCIONES PARA
LA MONEDA EUROPEA
ESCRIBE
JOSEPH STIGLITZ. (*)
especial para “Clarín”
Buenos Aires 7 de Mayo
¿PODRÁ SOBREVIVIR EL EURO
Comenta la nota de STIGLITZ
Siempre es interesante leer a Stiglitz, aun cuando el centro de su preocupación, en este caso, es la moneda y no la gente. El admite en la tercera variable que el euro se originó en una razón de solidaridad. Lo cual tampoco es cierto.(Sería solidaridad empresarial, en todo caso) El Euro se creó como instrumento de defensa de los complejos industriales europeos frente al desarrollo de los complejos empresariales multinacionales, y particularmente los que operaban con centro en EE.UU. Su creación benefició a la clase obrera europea, pero no la puso a salvo de las crisis financieras, teniendo en cuenta además que el sistema tributario es el mismo que el neoliberalismo ha aplicado en el mundo.
De todos modos es una señal sobretodo cuando dice: Existe una tercera solución que es la más promisoria: implementar las reformas institucionales, incluyendo el marco fiscal.-
Lo mismo nos puede pasar a nosotros, ante una baja de los comodities, en aquellos sectores que pretendemos (con razón) bancarizar, al no tener el marco empresarial necesario para operar en una realidad económica que avanza en los grandes números y ahoga a los pequeños emprendimientos.
Preocupa la falta de rigor científico, en analistas como Stiglitz, Krugman, Mundell, ante tamaña crisis, no abordar fenómenos como el de los paraísos fiscales.
SOLUCIONES PARA
LA MONEDA EUROPEA
ESCRIBE
JOSEPH STIGLITZ. (*)
especial para “Clarín”
Buenos Aires 7 de Mayo
¿PODRÁ SOBREVIVIR EL EURO
TRAS ESTA CRISIS?
La crisis financiera griega puso en riesgo la supervivencia misma del euro. En el momento de su creación, a muchos los preocupaba la viabilidad de la moneda a largo plazo. Cuando todo salió bien, esas preocupaciones pasaron al olvido. Pero el interrogante sobre cómo se aplicarían los ajustes si parte de la eurozona resultara afectada por un fuerte shock adverso perduró. Corregir el tipo de cambio y delegar la política monetaria al Banco Central Europeo eliminó dos recursos primordiales a través de los cuales los gobiernos nacionales estimulan sus economías para evitar la recesión. ¿Qué podía reemplazarlos?
La eliminación de barreras legales para el movimiento de trabajadores creó un mercado laboral único, pero las diferencias lingüísticas y culturales hacen que la movilidad laboral al estilo norteamericano resulte inalcanzable. Es más, Europa no tiene manera de ayudar a aquellos países que enfrentan problemas serios. Para los países más pequeños de la UE, la lección es clara: si no reducen sus déficits presupuestarios, existe un riesgo elevado de un ataque especulativo, con pocas esperanzas de una ayuda adecuada por parte de sus vecinos, al menos no sin limitaciones presupuestarias procíclicas que resultarán dolorosas y contraproducentes. Puede resultar útil analizar los problemas del euro desde una perspectiva global. Estados Unidos se ha quejado de los superávits (comerciales) de cuenta corriente de China; pero, como porcentaje del PBI, el superávit de Alemania es aún mayor. Supongamos que el euro se creó para que el comercio en la eurozona en su totalidad fuera equilibrado. En ese caso, el superávit de Alemania implica que el resto de Europa está en déficit. Y el hecho de que estos países importen más de lo que exportan contribuye a sus economías débiles.
EE.UU. se ha quejado históricamente de la negativa china de permitir que se aprecie su tipo de cambio en relación al dólar. Pero el sistema del euro implica que el tipo de cambio de Alemania no puede aumentar en relación a los otros miembros de la eurozona. Si el tipo de cambio aumentara, a Alemania le costaría más exportar, y su modelo económico, basado en exportaciones fuertes, enfrentaría un desafío. Al mismo tiempo el resto de Europa exportaría más, el PBI aumentaría y el desempleo se reduciría.
Alemania (como China) ve sus ahorros elevados y sus proezas exportadoras como virtudes, no vicios. Pero Keynes decía que los superávits conducen a una débil demanda agregada global -los países que tienen superávits ejercen una "externalidad negativa" en sus socios comerciales. De hecho, Keynes creía que eran los países con superávits, mucho más que los países con déficits, los que planteaban una amenaza a la prosperidad global; incluso llegó a recomendar un impuesto a los países con superávits.
No debería obligarse a los países cuyos déficits aumentaron como resultado de la recesión global a caer en una espiral mortal -como ocurrió con Argentina. Una solución que se propone es que esos países pergeñen el equivalente de una devaluación -una disminución uniforme de los salarios. En mi opinión, esto es inalcanzable, y sus consecuencias distributivas son inaceptables. Las tensiones sociales serían enormes. Es una fantasía.
Existe una segunda solución: la salida de Alemania de la eurozona o la división de la eurozona en dos subregiones. El euro fue un experimento interesante, pero, como el casi olvidado mecanismo de tipo de cambio (MTC) que lo antecedió y se desintegró cuando los especuladores atacaron la libra británica en 1992, carece del respaldo institucional necesario para que funcione.
Existe una tercera solución que es la más promisoria: implementar las reformas institucionales, incluyendo el marco fiscal necesario, que deberían haberse implementado cuando se creó el euro. No es demasiado tarde para que Europa implemente estas reformas y, así, estar a la altura de los ideales, basados en la solidaridad, que subyacen la creación del euro. Pero si Europa no puede hacerlo, entonces quizá sea mejor admitir el fracaso y pasar a otra cosa en lugar de pagar un precio elevado en materia de desempleo y sufrimiento humano en nombre de un modelo económico fallido.
(*) JOSEPH EUGENE STIGLITZ (1943) es un economista estadounidense.
Ha recibido la Medalla John Bates Clark (1979) y el Premio Nobel de Economía (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización, de los economistas de libre mercado (a quienes llama "fundamentalistas de libre mercado") y de algunas de las instituciones internacionales de crédito como el FMI y el BM En 2000 Stiglitz fundó la Iniciativa para el diálogo político, un centro de estudios (think tank) de desarrollo internacional con base en la Universidad de Columbia (EE. UU.). Considerado generalmente como un economista neokeynesiano, Stiglitz es el economista más citado en el mundo
La crisis financiera griega puso en riesgo la supervivencia misma del euro. En el momento de su creación, a muchos los preocupaba la viabilidad de la moneda a largo plazo. Cuando todo salió bien, esas preocupaciones pasaron al olvido. Pero el interrogante sobre cómo se aplicarían los ajustes si parte de la eurozona resultara afectada por un fuerte shock adverso perduró. Corregir el tipo de cambio y delegar la política monetaria al Banco Central Europeo eliminó dos recursos primordiales a través de los cuales los gobiernos nacionales estimulan sus economías para evitar la recesión. ¿Qué podía reemplazarlos?
La eliminación de barreras legales para el movimiento de trabajadores creó un mercado laboral único, pero las diferencias lingüísticas y culturales hacen que la movilidad laboral al estilo norteamericano resulte inalcanzable. Es más, Europa no tiene manera de ayudar a aquellos países que enfrentan problemas serios. Para los países más pequeños de la UE, la lección es clara: si no reducen sus déficits presupuestarios, existe un riesgo elevado de un ataque especulativo, con pocas esperanzas de una ayuda adecuada por parte de sus vecinos, al menos no sin limitaciones presupuestarias procíclicas que resultarán dolorosas y contraproducentes. Puede resultar útil analizar los problemas del euro desde una perspectiva global. Estados Unidos se ha quejado de los superávits (comerciales) de cuenta corriente de China; pero, como porcentaje del PBI, el superávit de Alemania es aún mayor. Supongamos que el euro se creó para que el comercio en la eurozona en su totalidad fuera equilibrado. En ese caso, el superávit de Alemania implica que el resto de Europa está en déficit. Y el hecho de que estos países importen más de lo que exportan contribuye a sus economías débiles.
EE.UU. se ha quejado históricamente de la negativa china de permitir que se aprecie su tipo de cambio en relación al dólar. Pero el sistema del euro implica que el tipo de cambio de Alemania no puede aumentar en relación a los otros miembros de la eurozona. Si el tipo de cambio aumentara, a Alemania le costaría más exportar, y su modelo económico, basado en exportaciones fuertes, enfrentaría un desafío. Al mismo tiempo el resto de Europa exportaría más, el PBI aumentaría y el desempleo se reduciría.
Alemania (como China) ve sus ahorros elevados y sus proezas exportadoras como virtudes, no vicios. Pero Keynes decía que los superávits conducen a una débil demanda agregada global -los países que tienen superávits ejercen una "externalidad negativa" en sus socios comerciales. De hecho, Keynes creía que eran los países con superávits, mucho más que los países con déficits, los que planteaban una amenaza a la prosperidad global; incluso llegó a recomendar un impuesto a los países con superávits.
No debería obligarse a los países cuyos déficits aumentaron como resultado de la recesión global a caer en una espiral mortal -como ocurrió con Argentina. Una solución que se propone es que esos países pergeñen el equivalente de una devaluación -una disminución uniforme de los salarios. En mi opinión, esto es inalcanzable, y sus consecuencias distributivas son inaceptables. Las tensiones sociales serían enormes. Es una fantasía.
Existe una segunda solución: la salida de Alemania de la eurozona o la división de la eurozona en dos subregiones. El euro fue un experimento interesante, pero, como el casi olvidado mecanismo de tipo de cambio (MTC) que lo antecedió y se desintegró cuando los especuladores atacaron la libra británica en 1992, carece del respaldo institucional necesario para que funcione.
Existe una tercera solución que es la más promisoria: implementar las reformas institucionales, incluyendo el marco fiscal necesario, que deberían haberse implementado cuando se creó el euro. No es demasiado tarde para que Europa implemente estas reformas y, así, estar a la altura de los ideales, basados en la solidaridad, que subyacen la creación del euro. Pero si Europa no puede hacerlo, entonces quizá sea mejor admitir el fracaso y pasar a otra cosa en lugar de pagar un precio elevado en materia de desempleo y sufrimiento humano en nombre de un modelo económico fallido.
(*) JOSEPH EUGENE STIGLITZ (1943) es un economista estadounidense.
Ha recibido la Medalla John Bates Clark (1979) y el Premio Nobel de Economía (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización, de los economistas de libre mercado (a quienes llama "fundamentalistas de libre mercado") y de algunas de las instituciones internacionales de crédito como el FMI y el BM En 2000 Stiglitz fundó la Iniciativa para el diálogo político, un centro de estudios (think tank) de desarrollo internacional con base en la Universidad de Columbia (EE. UU.). Considerado generalmente como un economista neokeynesiano, Stiglitz es el economista más citado en el mundo
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