domingo, 27 de junio de 2010

LA VEJEZ... ESA COSTUMBRE QUE CONSISTE EN PARTE VITAL DE LA VIDA...




TODO USTED

Escribe
GONZALO
CANAL RAMIREZ
(*)

Su cuerpo y su espíritu, integrados indivisiblemente en usted, son todo usted. Usted no es ni espíritu solo, ni su cuerpo solo, como el agua, fusión de oxígeno e hidrógeno, no es no oxigeno, ni hidrógeno, ni estos son agua. En la tercera edad, hay la tendencia equivocada de sectorizarse, parcelarse, la vivisección, la amputación en vivo, comienza con la separación de cuerpo y alma, como si fueran dos principios distintos, en dos naturalezas diferentes: la corporal y la espiritual.
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El cuerpo mala envoltura del alma, y el alma prisionera en ese envase corporal. Esa teoría, hoy insostenible pero muy divulgada, no corresponde a la realidad de la persona humana, naturaleza individualizada, compuesta por cuerpo y espíritu, en fusión tal que forma una sola individual substancia racional en un solo principio de ser y de operar. Esa unidad es usted, su propia persona, su yo. Cuando el cuerpo se duele o se regocija se esta doliendo o regocijando todo usted.
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Cuando el alma se duele o se regocija se esta doliendo o regocijando todo usted. Juan Ramón Jimenez decía: “Cuando me pincho la yema de un dedo con un Alfiler, me estoy doliendo yodo yo” Y esa naturaleza humana, en todo lo sicosomático, es absolutamente unitario como principio de existencia. En nosotros no va por un lado la persona profesional y por otro la persona religiosa, la persona política o familiar. En todos esos aspectos siempre seremos todo el yo que somos... El acto humano es el producto de todo el yo, sea el que fuere ese yo, porque el es el principio indivisible de su operar.
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La vejez se inclina a sublimar el espíritu y deprimir el cuerpo, o viceversa. Está en las costumbres y hábitos sociales y en el mismo sentir del viejo –mala interpretación evangélica– el predicar la presteza en el espíritu y pesantez en la carne. Chateaubriand, Lamartine, Víctor Hugo se quejan de que su cuerpo ya no obedece a su espíritu, aunque produjeron sus mejores obras en la vejez, como suele acontecer con los creadores artísticos en las artes plásticas y en la literatura. Usted es todo usted, nuestra naturaleza es modelo de equilibrio completo si nosotros no lo rompemos.
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La armonía ha sido siempre ideal de toda cultura. Usted vive la edad más exigente de equilibrio. Cuando lo somático y lo síquico comienzan a polemizar, se entable una lucha cuyo combatiente es usted, y, vencedor o vencido, usted mismo es la víctima. Es una lucha dentro de usted mismo. Ya los siquiatras y los sicólogos no se divorcian del fisiólogo, ni del cirujano y están de acuerdo con el poeta Juan Ramón Jimenez: el dolor de un alfiretazo es todo suyo. Cuando lo somático se exalta o se deprime, lo síquico también. Y al contrario.
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Desgraciadamente la ignorancia, los defectos de educación, la tiranía de nuestros tabúes, hacen que en la vejez la mayoría de las deficiencias y enfermedades –aun ciertas úlceras gástricas sean de origen síquico y se ha comprobado que ocho de cada diez causas de impotencia o perturbaciones sexuales en la vejez, son síquicas. Cuide su integración. No deje atrofiar ni su cuerpo, ni su alma. Y recuerde usted: ahora es más vulnerable física y espiritualmente, si se descuida, pero puede ser como persona, más fuerte, si lo quiere. Todo desequilibrio es patológico. La antigua meta sigue vigente “mente sana en cuerpo sano”.
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Vejez no es enfermedad, ni caquexia, ni decrepitud. Usted puede evitar estar caquéctico, decrépito. Ante todo evitando “el complejo de enfermedad” tan común en las personas añosas, más por aprehensiones mentales que por lesiones físicas. Usted tiene el derecho a la salud, pero también la obligación de conservarla y vigilarla. La vejez tampoco es renunciamiento o privación. Usted no debe renunciar a nada de aquello que su cuerpo o su mente le permiten y, menos, privarse de las satisfacciones normales de su edad.
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Pronto va a aparecer en la literatura médica y sicológica un nuevo complejo: el de Howard Hughes, dueño de un imperio periodístico norteamericano, que pensó con servar su vida exagerando la asepsia y la higiene, con purificadores de aire y vidrios entre él y sus interlocutores para librase de los “contagios” posibles según él, hasta en la respiración de las mariposas. A este complejo de puritanismo higiénico, se opone también el de Daniel Ludwing, a los 82 años explorador industrial del Amazonas.
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Entre uno y otro hay, indudablemente, un justo medio. Aunque la vejez no es período de “mediatización”, ni de “mediocridad” así ella sea “dorada”, los “justos medios son en ella necesarios. No somos atletas juveniles, pero tampoco cadáveres ambulantes. Debemos cuantificarnos a nosotros mismos, pero también calificarnos. Si estamos sanos. Nuestro cerebro es mejor que antes y nuestro cuerpo funciona adecuadamente. El secreto es no perder de vista esa “adecuación” para cuanto para cuanto servimos y como servimos.
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Seremos más, seguramente, si derribamos las barreras mentales negativas. El exceso de cuidados de Hughes, fuera de ser económicamente imposibles para quien no sea multimillonaria en dólares, es ridículo, y sobre todo contraproducente. En vez de evitar la enfermedad la acelera en el cuerpo porquen lo priva de sus defensas y le cohíbe la mente porque obsesiona. Los maniáticos de la salud se enferman más ligero que los temerarios de la salud. La prevención excesiva es peor que el riesgo, porque debilita las resistencias del cuerpo y del espíritu e impide la formación de nuevas defensas. El Ludwig, empresario en la selva amazónica, es la reacción contraria. Y ahí, octogenario, con una fábrica flotante de pulpa sobre el río.
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Para muchos el corazón es la caja de la vida y en él ponen el secreto de la salud. Para mí el secreto de la vida es el uso activo de mente, de la inteligencia y de todo el cuerpo. Es la inteligencia la que ha defendido a la humanidad, a través de tantos milenios, para permitirle vivir y supervivir. Es ella la autora del notable aumento de la longevidad actual. Sin duda, usted y yo le debemos a ella los años que estamos viviendo.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España
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