domingo, 11 de julio de 2010

LA VEJEZ Y LO PRINCIPALQUE LLEVA EL SER HUMANO EN LA MOCHILA DE LOS AÑOS...

ACTITUD FRENTE
AL CEREBRO

Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ
(*)

La actividad humana ante el cerebro resulta sorprendentemente negativa, cuando se la analiza a la luz de la razón, diferencia especifica de la persona humana, ente animal racional, cuyo comportamiento consigo mismo es frecuentemente poco racional. Podría citarse la irracional actitud frente a la salud, contra la cual tantos atentados cometemos; frente al sexo piedra angular de la vida, del cual tanto ignoramos; frente al amor cumbre y síntesis de todos los valores, tan sacrificados hasta afirmarse ser la persona el único animal que “mata lo que más ama”; frente a la alimentación, de cuyo equilibrio no nos preocupamos.
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En general, somos un enigma frente a nosotros mismos: aprendemos tantas disciplinas, oficios, profesiones, deportes e historias, pero aprendemos a caminar bien, a respirar bien. A dormir bien, a trabajar bien, a descansar bien, a comer y beber como es debido, a gobernar nuestra voluntad, a conservar la correcta posición de nuestros músculos en cada uno de los empleos exigidos durante el día. Consciente o inconscientemente adquirimos hábitos y vicios que nos deterioran. De todo eso nos libraríamos, si usáramos bien el cerebro y ajustáramos a él nuestra voluntad. No es racional no emplear bien el principal instrumento e nuestra razón, el órgano capital de la vida que ordena y comanda todas nuestras funciones, desde el sueño, parálisis de toda función activa, hasta el acto sexual, compendio de toda actividad síquica y física. Sabemos esto pero muy pocos en consecuencia. En la práctica, hasta los cultores de los sentidos por los sentidos, olvidan que “nada hay en los sentidos que antes no haya estado en el entendimiento.”
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¿En donde está la “racionalidad” de ser racional para consigo mismo? Múltiples explicaciones pueden aducirse, todas ellas corregibles pero no siempre corregidas. Una de ellas es la pereza de pensar. Ha llegado a afirmarse: “Pensar es un dolor”. Y sin embargo el pensamiento, (la razón) es quien nos ha sacado de la cueva de nuestros antepasados cavernícolas, hasta los astros, en donde la ciencia cósmica nos tiene ya, en esta edad espacial. T al cerebro debemos la prolongación de nuestra vida.
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El viejo debe percatarse, día a día, de que el cerebro es para todos, pero sobre todo para él, su órgano más importante y el único a quien la edad, en vez de desmejorar, perfecciona. Si lo mantenemos bien y Loki usamos correctamente. Si algún elixir existe para “la eterna juventud” este está precisamente en el cerebro, la mejor defensa del viejo. Así como ejercitamos nuestros músculos para darles flexibilidad, y vigor, debemos ejercitar el cerebro. Cada vez más practicamos deportes musculares. Y eso es excelente. Pero, porque no hacemos también deportes cerebrales? Para conservar la memoria, la nemotecnia existe y también el tirocinio y arte de aprender a raciocinar, en ejercicios cerebrales e cada uno cada día. Si nos limpiamos las uñas, nos lavamos los dientes, por que no hacemos lo mismo con el cerebro’ Cuidar el cerebro es retardar el envejecimiento. Usted será viejo solamente cuando su cerebro envejezca.
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El cerebro es el prodigio de esa maravilla que es su cuerpo. Gracias a él, usted piensa, reflexiona, recuerda, siente, se comunica con los demás y con usted mismo, habla e imagina. Su cerebro regula los millones de operaciones simultáneas realizadas por su cuerpo. De él parten la mayoría de los mensajes, órdenes o señales que ponen en función muchos órganos. Pero ante todo, él, su cerebro, es el asiento, el instrumento de su razón, gracias a la cual nos distinguimos de los animales, y, después de haber salido de las cavernas, vamos ya en los astros.
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Esto no es una figura literaria. Analice el ser humano de las cuevas y vea ahora a la persona del cosmos, caminante por la luna y explorador de Marte. A nuestro cerebro debemos haber podido sobrevivir a todas las catástrofes cósmicas. El ser humano es, entre los animales superiores, uno de los más pequeños. Sin embargo, logró superar los conflictos geológicos y climáticos, donde perecieron otros animales, mucho más grandes en peso y estatura, que están ahora fosilizados, hoy apenas esqueletos, visibles en los museos de historia natural. El ser humano en cambio, a pesar de tantas amenazas, está vivo, ahí, gracias a su cerebro, más desarrollado que nunca, después de haber vencido a sus enemigos del reino vegetal y del reino animal y a las fuerzas internas y externas del planeta.
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Solamente poder sobrevivir, después de que el hombre nace como la más desprotegida de las aves, es ya una hazaña de nuestro cerebro. El nos ha enseñado como resistir. El cerebro le permite al torero desafiar la tromba de bravura y fiereza del toro de lidia, al jinete hacer de los potros salvajes sus fieles aliados y amigos del camino, al sabio fisurar el átomo, medir las estrellas. Gracias al cerebro, vencemos a los enemigos. Si los orangutanes y chimpancés en vez de tomar el garrote con la mano plana hacia abajo, horizontalmente, lo hicieran tomándolo con la mano vertical, como nosotros, nos habrían exterminado. Si las serpientes venenosas tuvieran un gramo de nuestro cerebro, nos hubieran destruido y, si nuestro cerebro no nos hubiera defendido de la mosca Tse-Tsé, todos estuviéramos dormidos para siempre...
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El Dr. Mosqueira se complace en calcular como, si la ciencia y la técnica pudieran algún día construir una imitación del cerebro humano, hipótesis poco probable, resultaría una máquina tan grande como el alto rascacielos del mundo, el Empire State, de 102 pisos en una base dos veces superior a la del terreno de ese edificio, sin que funcionara como cerebro pensante. Y, en cambio, si, amigo, el nuestro cabe en una taza de sopa y pesa solament3e, un promedio entre 14000 y 1500 gramos. Y, además, si lo usamos, con la edad obra mejor.
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El cerebro es el único órgano de nuestra anatomía cuyas células no se renuevan. Si se renovaran, no tendríamos memoria, porque esta se estampa en ellas y desaparecería con ellas. Por eso los viejos, si dejan morir sus células cerebrales, tan vulnerables al alcohol, van perdiendo la memoria. Este descubrimiento de la ciencia de hoy recuerda la teoría de San Agustín –hace 15 siglos– según la cual la memoria era una especie de serie de cajoncitos en la cabeza, (neuronas) donde guardamos las imágenes de los recuerdos. Vamos a continuar. No nos cansaremos de repetir que el cerebro es lo más importante que puede tener el viejo.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España
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