¿QUIJOTE O SANCHO?
Escribe
MARIA LUISA ETCHART (*)
(Desde San José de Costa Rica.
Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Jueves 15 de julio de 2010
(*) Periodista y escritora argentina, radicada en Costa Rica.
Mis intentos de comunicación en su mayoría se parecen demasiado últimamente a los diálogos entre Don Quijote y Sancho. Está bien, Sancho llegó a ser gobernador de la Ínsula Barataria y Don Quijote, viejo, enfermo y un poco demente, sólo legó al mundo la imagen de su coraje redentor de entuertos, su falta de éxito en el terreno práctico y material, que es el modo en que nuestra sociedad mide los eventos.
Sin embargo, de ese modo pragmático y cuidadoso, ponderativo y aceptante de lo que se llama “la realidad” nunca salió ni un poema, ni una canción, ni una imagen que cautive el corazón del hombre, y a la hora de dar los Premios Nobel de Literatura deben año tras año recurrir a los escritores subversivos (Saramago, Pinter, etc.)
También la imagen del Che sigue cubriendo camisetas, y las canciones de Bob Dylan, de Serrat, John Lennon, Eladia Blázquez, Violeta Parra y Víctor Heredia tienen algo de magia que aportar. Sin hablar de la figura de Gandhi, pobrecito ese flaquito patético que tuvo el coraje moral y espiritual de enfrentar al imperio británico cuando la sensatez decía que el imperio era muy poderoso y que lo más conveniente era tratar de negociar sin irritarlo.
El poder no existe por sí solo, sino que es la suma de poderes resignados por cada uno para alimentar un monstruo y no tener que decidir a cada rato qué es lo ético, lo compasivo, lo “humano” y seguir adelante con nuestros intereses particulares y no tener que hacernos responsable de lo que le pasa al prójimo menos afortunado.
Supongo que a Jesús también le hubiera ido mucho mejor si hubiera pactado con los poderes de la época, pero hoy no tendríamos a nadie que recordar, por su “mirad los lirios del campo” dichos que no son ni siquiera mencionados en las iglesias que usan su nombre para sus propios intereses, así de simple.
El hombre puede elegir entre ser un ser razonable y materialista o escuchar esa vocecita interna de que está provisto que a veces le susurra y otras le grita que sólo es una pequeñísima parte de un todo y que es sólo un custodio de la tierra, no su dueño y que el precio de mirar hacia otro lado ante la injusticia o la arbitrariedad también tiene un costo, que no es menor.
Escribe
MARIA LUISA ETCHART (*)
(Desde San José de Costa Rica.
Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Jueves 15 de julio de 2010
(*) Periodista y escritora argentina, radicada en Costa Rica.
Mis intentos de comunicación en su mayoría se parecen demasiado últimamente a los diálogos entre Don Quijote y Sancho. Está bien, Sancho llegó a ser gobernador de la Ínsula Barataria y Don Quijote, viejo, enfermo y un poco demente, sólo legó al mundo la imagen de su coraje redentor de entuertos, su falta de éxito en el terreno práctico y material, que es el modo en que nuestra sociedad mide los eventos.
Sin embargo, de ese modo pragmático y cuidadoso, ponderativo y aceptante de lo que se llama “la realidad” nunca salió ni un poema, ni una canción, ni una imagen que cautive el corazón del hombre, y a la hora de dar los Premios Nobel de Literatura deben año tras año recurrir a los escritores subversivos (Saramago, Pinter, etc.)
También la imagen del Che sigue cubriendo camisetas, y las canciones de Bob Dylan, de Serrat, John Lennon, Eladia Blázquez, Violeta Parra y Víctor Heredia tienen algo de magia que aportar. Sin hablar de la figura de Gandhi, pobrecito ese flaquito patético que tuvo el coraje moral y espiritual de enfrentar al imperio británico cuando la sensatez decía que el imperio era muy poderoso y que lo más conveniente era tratar de negociar sin irritarlo.
El poder no existe por sí solo, sino que es la suma de poderes resignados por cada uno para alimentar un monstruo y no tener que decidir a cada rato qué es lo ético, lo compasivo, lo “humano” y seguir adelante con nuestros intereses particulares y no tener que hacernos responsable de lo que le pasa al prójimo menos afortunado.
Supongo que a Jesús también le hubiera ido mucho mejor si hubiera pactado con los poderes de la época, pero hoy no tendríamos a nadie que recordar, por su “mirad los lirios del campo” dichos que no son ni siquiera mencionados en las iglesias que usan su nombre para sus propios intereses, así de simple.
El hombre puede elegir entre ser un ser razonable y materialista o escuchar esa vocecita interna de que está provisto que a veces le susurra y otras le grita que sólo es una pequeñísima parte de un todo y que es sólo un custodio de la tierra, no su dueño y que el precio de mirar hacia otro lado ante la injusticia o la arbitrariedad también tiene un costo, que no es menor.
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