martes, 3 de agosto de 2010

EL USO DE ARMAS NUCLEARES ---- NOTA 1

NOTA PREVIA: Durante algunas ediciones del Blog vamos a colgar temas sobre “armas nucleares”, algo que muy poco o nada se habla. Einstein desentrañó el secreto de la energía nuclear. Cuando vio que se usaría para bombas, estuvo en contra y se comprometió en ello. Por eso la primera entrega es una semblanza del sabio, que sigue. La próxima va a ser un programa de Einstein en la TV contra la bomba (febrero de 1950). El tercero será el manifiesto que suscribieron 11 científicos de primer nivel, (julio de 1955) encabezados por Einstein y Bertrand Russell. Después veremos. FD

EL OTRO EINSTEIN

Revista Somos
Octubre 1983
Escribe
RIQUI ITUZAINGÓ
Foto: Einstein con su esposa Elsa

Conocido universalmente por su aporte a la ciencia, el menos difundido legado filosófico del sabio alemán tiene la misma trascendencia.
Cuando Albert Einstein murió en el Hospital Princeton, a la una y cuarto de la mañana del 18 de abril de 1955, murmurando sus últimas palabras a una enfermera que no entendía el alemán, dejó un doble legado. El científico, que ha perdurado, y el filosófico, arraigado en su profundo compromiso con los valores humanos y especialmente con la paz. Este último, pese a su inmenso valor, continúa incomprendido.

Como dijo Bertrand Russell: "Einstein no fue solamente un gran científico; fue por sobre todo un gran hombre". Pero el mundo le ha prestado mayor atención a su ciencia que a su humanitarismo. Mientras los gobiernos de las superpotencias emplean decenas de miles de personas para transformar las ecuaciones de Einstein en bombas, sólo unos pocos han estudiado su opinión de por qué no debiera fabricárselas. Hay poco de nuevo en esto: ya era historia vieja cuando Arquímedes fue puesto para defender Siracusa con los instrumentos de guerra que inventó y detestaba.

Lo que ha cambiado es el poder destructivo de las armas. "Todo nuestro elogiado progreso tecnológico —nuestra propia civilización— es como un hacha en manos de un criminal patológico", escribió Einstein. Esto fue en 1917. Desde entonces la tecnología de la destrucción se ha incrementado mil veces, pero no así la tolerancia entre las naciones. Un gran obstáculo para comprender a Einstein es pensar que ya se lo conoce. Era a la vez un científico de suéter arrugado, cabello blanco, ingenuo, sencillo y distraído, con una sabiduría incomprensible; y también un estudiante que abandonó la universidad porque falló en álgebra, pero que probó que sabía más que estirados eruditos.

La paz fue el tema de cientos de sus ensayos, cartas y conferencias. Su última conversación con su amigo Otto Nathan, sólo unas pocas horas antes de morir, tuvo como tema las libertades civiles. El último documento que firmó fue una proclama contra armas nucleares. "El advenimiento de armas nucleares, mantuvo, ha transformado a la tolerancia y al entendimiento internacional de un objeto deseable, como eran, en una imperiosa necesidad práctica".

Argumentaba además que la bomba no le había dejado al mundo otra oportunidad que renunciar a toda guerra que demandara el máximo esfuerzo y que él llamaba "la reliquia salvaje e inhumana de una era de barbarismo".
Su pacifismo provocó fuego en los políticos. Cuando el nombre de Einstein apareció, incidentalmente en una solicitada abogando por la ruptura de relaciones entre los Estados Unidos y la España de Franco, el representante de la Cámara por Mississippi John Rankin, dijo: "Dirijo mi llamado al ministro de Justicia para que detengan a ese hombre".

Einstein siguió opinando aún cuando sus amigos le advirtieron una y mil veces que estaba metiéndose en problemas. Siempre hizo caso omiso de las sugerencias sobre que su fórmula E = mc2 podría emplearse para fabricar armas. Pero fue rápido para comprender que las bombas, una vez construidas, significan el fin para la guerra total o para las sociedades que las libran.
Le eran extraños no sólo la belicosidad sino la competitividad y el materialismo por los cuales las sociedades occidentales tan a menudo abogan.

En 1932 le pidieron que sugiriera cuánto quería ganar en el Instituto de Estudios Avanzados (Institute for Advanced Study). El solicitó 3.000 dólares al año y, casi tímidamente, agregó: "¿Podría vivir con menos?" El Instituto respondió pagándole 15.000 dólares anuales. Einstein gastaba poco de esa cantidad. Una vez ofreció pagar el sueldo de un colega a quien se le había rechazado el nombramiento en el Instituto, aduciendo que en realidad tenía más dinero del que necesitaba.

Aunque había recibido el Premio Nobel de Física, omitía frecuentemente mencionarlo. No porque sintiera que no lo merecía, sino justamente por lo contrario: cuando en 1919 se divorció de su primera esposa, Mileva, le prometió como pensión alimentaria el dinero del Premio Nobel, que confiaba que pronto le caería en suerte. Pero parece que la actitud de Einstein era de auténtico desprendimiento. Su colega Leopold Infeld escribe que Einstein fue el único científico con quien trabajó a quien sólo le importaba el contenido de los descubrimientos científicos y en absoluto el hecho de que fuera él quien los había realizado.
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Era profundamente religioso. Pero si le preguntaban si creía en Dios su respuesta era que creía en el Dios de Spinoza, "porque se revela en la armonía de todo lo existente". Para Spinoza, así como para Einstein, Dios es naturaleza. El científico escribió: "Lo que veo en la naturaleza es una estructura magnífica que sólo podemos comprender de modo muy imperfecto y que debe llegar a un ser pensante con un sentimiento de humildad. Este es un sentimiento auténticamente religioso que nada tiene que ver con el misticismo. . ." Y agrega: "Mi religiosidad consiste en una admiración humilde del espíritu infinitamente superior que se revela en lo poco que nosotros, con nuestro entendimiento débil y transitorio, podemos comprender de la realidad".

(.....) "La carrera de armamentos difundida en todo el orbe, decía, que no sólo sofoca el progreso científico a través de las exigencias del secreto militar, sino que sirve para intensificar los temores de guerra, sólo se eliminará si la organización militar tradicional es sustituida por una autoridad militar supranacional que encuentre un exclusivo control de todas las armas detestables" En 1945, cuando Einstein escribió estas palabras, habían pocas armas nucleares en el mundo. Hoy (año 1983) existen 50.000, con una fuerza destructora total de 4 toneladas de TNT para cada persona sobre la tierra.

En su lecho de muerte Einstein se negó a considerar la cirugía para el aneurisma de aorta que había ocasionado su colapso. "Es de mal gusto prolongar la vida por medios artificiales", dijo. "Yo he hecho mi aporte. Es tiempo de irme". Su cuerpo fue cremado sin ceremonia. Las cenizas se esparcieron en un campo abierto, de modo que nadie pudiera hacer un peregrinaje a su tumba. Frank Press, asesor científico del presidente Carter, dijo en Princeton en 1979, al conmemorar el centenario de su nacimiento: "Si Einstein estuviera hoy con nosotros, quedaría pasmado al saber que el mundo gasta hoy más de 350 billones de dólares al año en armas, y más de 30 billones de dólares en su investigación y desarrollo".
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Lo publicado es una síntesis, con un tercio del material.

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