LOS RECUERDOS

Escribe
GONZALO
CANAL RAMIREZ (*)
Los tratadistas de la vejez, desde Cicerón, parecen estar de acuerdo en que la pérdida de la memoria no es una consecuencia forzosa de la vejez por sí misma, si esta es física y síquicamente sana. Encuestas y exámenes de viejos al respecto concluyen en el hallazgo de memoria normal en viejos normales, y hasta excelente en algunos. Más que perder la memoria, el viejo la selecciona: el optimista prefiere los mejores recuerdos, el pesimista los peores; cancela otros (“no quiero acordarme de...”); hace fijación de algunos, o simula haber olvidado. De ordinario el viejo recuerda según su interés...

Escribe
GONZALO
CANAL RAMIREZ (*)
Los tratadistas de la vejez, desde Cicerón, parecen estar de acuerdo en que la pérdida de la memoria no es una consecuencia forzosa de la vejez por sí misma, si esta es física y síquicamente sana. Encuestas y exámenes de viejos al respecto concluyen en el hallazgo de memoria normal en viejos normales, y hasta excelente en algunos. Más que perder la memoria, el viejo la selecciona: el optimista prefiere los mejores recuerdos, el pesimista los peores; cancela otros (“no quiero acordarme de...”); hace fijación de algunos, o simula haber olvidado. De ordinario el viejo recuerda según su interés...
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La memoria es una facultad para ejercitar, como todas las demás, para mantenerla vigente, y la falsa terapia de ocio para los viejos/viejas –tan extendida con tan negativos resultados– ataca también la memoria. De todas maneras usted tendrá recuerdos, sobre todo los de su infancia y niñez y de algunos acontecimientos de su vida –y de casi todos– si usted quiere, porque estamos marcados por nuestro pasado. ¿Qué hacer con los recuerdos, “esos perros famélicos de la memoria”?
La memoria es una facultad para ejercitar, como todas las demás, para mantenerla vigente, y la falsa terapia de ocio para los viejos/viejas –tan extendida con tan negativos resultados– ataca también la memoria. De todas maneras usted tendrá recuerdos, sobre todo los de su infancia y niñez y de algunos acontecimientos de su vida –y de casi todos– si usted quiere, porque estamos marcados por nuestro pasado. ¿Qué hacer con los recuerdos, “esos perros famélicos de la memoria”?
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NO DEFORMARLOS. A todos nos ha sorprendido al volver a objetos y personas, recordados siempre, y encontrarlos diferentes. No nos defraudemos. No es falla de memoria. Hemos obtenido nuevos puntos de comparación que corrigen en nosotros las dimensiones y las proporciones. El río de nuestra infancia era para nosotros un Amazonas, ahora es un riachuelo; el lago de nuestra infancia era un mar; ahora es un pozo.
NO DEFORMARLOS. A todos nos ha sorprendido al volver a objetos y personas, recordados siempre, y encontrarlos diferentes. No nos defraudemos. No es falla de memoria. Hemos obtenido nuevos puntos de comparación que corrigen en nosotros las dimensiones y las proporciones. El río de nuestra infancia era para nosotros un Amazonas, ahora es un riachuelo; el lago de nuestra infancia era un mar; ahora es un pozo.
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Conocimos después, de leídas o de vistas, los grandes ríos y los mares. La escala se nos amplió. Y con ella el punto de referencia y comparación. Además, analice los cambios de entonces a hoy. Verá cuantos son en usted. Eso es natural, no se desilusione, ni alegue que la vida moderna lo ha perturbado todo, hasta su río y su lago. La aventura del conocimiento, c
omo la de Gulliver, es un itinerario del país de los enanos al de los gigantes.
Conocimos después, de leídas o de vistas, los grandes ríos y los mares. La escala se nos amplió. Y con ella el punto de referencia y comparación. Además, analice los cambios de entonces a hoy. Verá cuantos son en usted. Eso es natural, no se desilusione, ni alegue que la vida moderna lo ha perturbado todo, hasta su río y su lago. La aventura del conocimiento, c

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IDEALIZARLOS. Las distancias, en el tiempo y en el espacio, idealizan los recuerdos. Y nos inclinamos a sublimar los gratos. Eso es bueno. Idealizar las imágenes amadas ayer, benéficas ayer, exaltadas y magnificadas al paso de los años que pule las aristas negativas y embellece las positivas, es una fuente de vida y de consuelo, con tal de no hacer fijaciones desorbitadas del ayer, para deteriorar el hoy. La manía de enfrentar el pasado con el presente, con detrimento constante de este, llega a ser torturante y masoquistas. El masoquismo anticipa el envejecimiento. No podemos rehusar el dolor natural pero, ¿para que crear artificialmente nuevos sufrimientos, ampliando también recuerdos dolorosos? La técnica de enfrentar dos espejos es solamente bueno para el sastre.
IDEALIZARLOS. Las distancias, en el tiempo y en el espacio, idealizan los recuerdos. Y nos inclinamos a sublimar los gratos. Eso es bueno. Idealizar las imágenes amadas ayer, benéficas ayer, exaltadas y magnificadas al paso de los años que pule las aristas negativas y embellece las positivas, es una fuente de vida y de consuelo, con tal de no hacer fijaciones desorbitadas del ayer, para deteriorar el hoy. La manía de enfrentar el pasado con el presente, con detrimento constante de este, llega a ser torturante y masoquistas. El masoquismo anticipa el envejecimiento. No podemos rehusar el dolor natural pero, ¿para que crear artificialmente nuevos sufrimientos, ampliando también recuerdos dolorosos? La técnica de enfrentar dos espejos es solamente bueno para el sastre.
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Usted, como yo, ha entrado en habitaciones de viejos, cementerio de cadáveres de cosas. El cirio de la primera comunión de sus hijos, guardapelos con cabellos de su madre, relicarios con un trozo de velo de novia de su esposa, cuadros con el primer certificado de su trabajo, fotografías amarillentas de parientes y amigos muertos... Un verdadero arsenal del pasado, un altar con una lámpara votiva alimentada por su melancolía y su tristeza...
Usted, como yo, ha entrado en habitaciones de viejos, cementerio de cadáveres de cosas. El cirio de la primera comunión de sus hijos, guardapelos con cabellos de su madre, relicarios con un trozo de velo de novia de su esposa, cuadros con el primer certificado de su trabajo, fotografías amarillentas de parientes y amigos muertos... Un verdadero arsenal del pasado, un altar con una lámpara votiva alimentada por su melancolía y su tristeza...
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Y, luego, la consabida explicación para algunos visitantes con la apología de quienes se fueron, ante la iconografía de lo existente. Todo un fetichismo de la memoria. Todos esos recuerdos en su corazón, en su mente, le hacen bien. Son parte de uno mismo y no podemos despojarnos de nosotros mismos. Pero, de ahí a torturarse con su imagen material, hay un gran trecho. Eso se aproxima al fetichismo, y el fetichismo es siempre deformante. Limpie sus paredes de fetiches, en este caso por lo menos de instrumentos para amarrarlo a “aquella época” y reducirle la actual.
Y, luego, la consabida explicación para algunos visitantes con la apología de quienes se fueron, ante la iconografía de lo existente. Todo un fetichismo de la memoria. Todos esos recuerdos en su corazón, en su mente, le hacen bien. Son parte de uno mismo y no podemos despojarnos de nosotros mismos. Pero, de ahí a torturarse con su imagen material, hay un gran trecho. Eso se aproxima al fetichismo, y el fetichismo es siempre deformante. Limpie sus paredes de fetiches, en este caso por lo menos de instrumentos para amarrarlo a “aquella época” y reducirle la actual.
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Para rendir culto a sus recuerdos no necesita ese método. Y acostúmbrese a liquidar sus etapas, sin cancelar su significado. Un álbum, guardado para mirar en ocasiones, es suficiente. De insistir es hasta la fatiga: la realidad no enloquece, la imaginación sí. Sus recuerdos son buenos, son usted. Lo malo es lo que usted puede hacer con ellos, si los convierte en fantasmas perseguidores. La mentalización de los recuerdos, la concentración en ellos, su fijación puede llegar a materialízalos en la mente del anciano que los reconstruye casi físicamente, le da figura exterior a su compañía, puede dialogar con ellos y hasta sentirse por ellos visitado.
Para rendir culto a sus recuerdos no necesita ese método. Y acostúmbrese a liquidar sus etapas, sin cancelar su significado. Un álbum, guardado para mirar en ocasiones, es suficiente. De insistir es hasta la fatiga: la realidad no enloquece, la imaginación sí. Sus recuerdos son buenos, son usted. Lo malo es lo que usted puede hacer con ellos, si los convierte en fantasmas perseguidores. La mentalización de los recuerdos, la concentración en ellos, su fijación puede llegar a materialízalos en la mente del anciano que los reconstruye casi físicamente, le da figura exterior a su compañía, puede dialogar con ellos y hasta sentirse por ellos visitado.
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Simone de Beauvoir repite un ejemplo muy traído por otros tratadistas: el de aquel anciano hombre de mundo, pobre, solitario y abandonado, que recordando las recepciones las recepciones de sus tiempos de opulencia, convocaba a las sombras de sus amigos muertos. Ese masoquismo del recuerdo atormenta y daña al viejo que debe cuidarse de su presente y procurar su futuro, porque todos los viejos tienen futuro, mientras el sol salga por la mañana.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
Simone de Beauvoir repite un ejemplo muy traído por otros tratadistas: el de aquel anciano hombre de mundo, pobre, solitario y abandonado, que recordando las recepciones las recepciones de sus tiempos de opulencia, convocaba a las sombras de sus amigos muertos. Ese masoquismo del recuerdo atormenta y daña al viejo que debe cuidarse de su presente y procurar su futuro, porque todos los viejos tienen futuro, mientras el sol salga por la mañana.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
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