domingo, 7 de noviembre de 2010

DOMINGO 7: CONTRATAPA de EMILIO CAFASSI


“LA FRACTURA SOCIAL
QUE SE AHONDA EN URUGUAY…”

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Comenta a Cafassi:
Jorge Aniceto Molinari

Excelente aporte, que a su vez alienta la esperanza que el evento del 12 de noviembre no sea uno más, en los que se expone exhaustivamente y luego la vida sigue.

Estamos entrando de distintas formas en la crisis más profunda de la historia de este modo de producción, el poder reside no ya en los estados sino en la dirección de los complejos empresariales multinacionales.-

Mucho se hace y se puede hacer desde los estados, pero este modo de producción, insistimos, en crisis, no tiene solución para la fractura social que se ahonda, en Uruguay, en Bolivia, en Ecuador, e inda mais.

Fidel señala la necesidad de parar un enfrentamiento con armas atómicas.- La pregunta es hasta cuando eso será posible sin transformar el modo de producción.-

Nuestras cabezas han sido educadas en las soluciones nacionales, pero nuestras computadoras recogen el avance tecnológico del mundo hoy, sin reparar en fronteras.

El que y el como están sometidos a esa realidad.- Hay que volver a Marx y tomar al sistema capitalista como un todo.
JAM
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SEDUCCION Y REFORMULACION
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Escribe
EMILIO CAFASSI

cafassi@sociales.uba.ar
Profesor titular e investigador
de la Universidad de Buenos Aires,
escritor, ex decano.
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Publicado en:
“La República”
7 de noviembre 2010

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No olvido el compromiso con los lectores de estas contratapas, de desarrollar los fundamentos del carácter transformador (y en algunos aspectos puntuales, radical) de varias de las medidas adoptadas por la sucesión de los dos gobiernos del matrimonio Kirchner.

Ya sugerí que éstas los hacen superar holgadamente a todos sus antecesores contemporáneos o históricos, incluyendo los gobiernos de Perón, en varios planos cardinales de la ejecución de medidas políticas como la defensa y reivindicación de los derechos humanos o el alineamiento internacional. Intentaba subrayar el domingo pasado que los problemas en torno a la experiencia política kirchnerista residían mayoritariamente en el deshabitado y distante barrio del "cómo", antes bien que en el más populoso y urgido del "qué".

Pero el tratamiento del último no puede ser eludido, a riesgo de que el juicio, aún provisional, quede seriamente descompensado y enclenque. Cuando insinué que acometería hoy esa tarea faltante, no había recibido aún la invitación formal de la Fundación Vivián Trías y este diario para participar del cierre del ciclo de debates "¿Involución o reformulación transformadora? Dilema para el nuevo rumbo de la izquierda uruguaya" en el Paraninfo de la Universidad de la República, el próximo viernes 12 de noviembre.

Prefiero ante esta estimulante actividad adelantar algunas líneas alusivas a esa discusión dejando el segundo artículo sobre la muerte del ex presidente Kirchner para una mejor oportunidad, aunque el problema de la relación entre formas y contenidos de la política reaparezca en ésta y otras tantas discusiones en las que las reformulaciones de las izquierdas constituyan la inquietud axial.

Las izquierdas, o más amplia y vagamente, los progresismos de los países sumergidos (aquello que, encontrando convergencias concretas como es el caso uruguayo, preferiría llamar "tradición izquierdo-progresista") no cuentan con la posibilidad de montar un laboratorio político, económico y social externo a la propia experiencia cotidiana de ejercicio del poder. Quedan para ello encerrados en las fronteras de los estados nacionales. Inversamente, varios países imperialistas no necesariamente gobernados por sus peores exponentes de derecha, han hecho profusa ejecución de esta posibilidad, incluidos los socialdemócratas.

Han avalado estados terroristas que ejercitaron, además de ese formato político de dominación asesino, modelos económicos inaplicables en sus propias latitudes, o han invadido e invaden países para imponer supuestas "democracias" y expoliar recursos naturales o simplemente masas de plusvalía. Casi nada de lo que esos países recomiendan o directamente imponen violentamente lo ejercen para sí, o al menos nunca en esa magnitud, aunque extraen además de ingentes porciones de riqueza, una vasta experiencia de tales prácticas de intromisión y criminalidad, es decir, de los regímenes políticos que implantan.

Pero tampoco tenemos sus amplios márgenes para fluctuar entre regímenes políticos garantes de la explotación, que pueden oscilar trágicamente desde del nazismo al terrorismo de estado o adaptarse a las formas menos ásperas y ominosas como la del constitucionalismo burgués. El capitalismo es un régimen de gran plasticidad formal, aunque su inequívoco propósito esencial está centrado en el lucro individual insolidario.

El principio rector de las derechas es la defensa del status quo al menor costo posible y para ello adoptan la forma política de dominación más adecuada a la coyuntura. Inversamente, en la tradición izquierdo-progresista y ni que hablar de aquella más directamente socialista, estamos constreñidos a diferenciarnos taxativa y diametralmente tanto en el contenido, en el rumbo, como en la forma del ejercicio político. En uno no tenemos más alternativa que tratar de mitigar los efectos destructores del egoísmo. En el otro, inversamente, se tratará de diversificar y ampliar hasta la propia noción y extensión de la política.

En el primer caso el sendero aparece más fácilmente trazado, aunque nada dice que sea simple su tránsito. En el otro, carecemos de referencias claras, mapas y antecedentes. Aunque se trata de una esquematización grosera, los izquierdo-progresismos están obligados a producir un doble proceso de socialización y distribución. Por un lado de la riqueza, cuyo mejor o peor resultado pasaré a llamar eficacia, y por otro del poder, cuya desembocadura pasaré de denominar legitimidad. Para plantearlo en los términos del domingo pasado, a transformar el "qué" y el "cómo", simultánea y recíprocamente. Nunca uno sólo de esos planos de transformación, a riesgo de invalidar todo el esfuerzo y la oportunidad.

Sin embargo es indispensable establecer que estos planos tienen un carácter diacrónico. Mientras la implementación del programa, la política concreta, el "qué", se ejerce en el propio Estado una vez alcanzado el poder político, y (tal como sostenía) sin posibilidad de experimentación previa exterior, las formas del ejercicio de ese poder (el "cómo") pueden preexistir en los partidos, en los movimientos sociales, los sindicatos, o más ampliamente en las muchas organizaciones de la sociedad civil o los movimientos sociales.

El modo cualitativo y el involucramiento cuantitativo en la adopción de decisiones es un aspecto cardinal de la esfera política (e institucional) que no sólo involucra al Estado sino a todas las instituciones concebibles y determina los niveles de legitimidad alcanzados. Desde ese punto de vista, los partidos políticos (además de otras organizaciones civiles) prefiguran en su trayectoria el tipo de poder que tratarán de ejercer y el tipo de Estado que se proponen construir. Por esta razón creo fundamental reenfocar la mirada en esta dimensión más desapercibida y desguarnecida por nuestras reflexiones y programas, a pesar de tener serios impactos en las resultantes participativas y de posterior acumulación de fuerzas.

Es que la tradición izquierdo-progresista ha venido exhibiendo una práctica teórica exclusivamente económica, o en el mejor de los casos sociológica, mientras la esfera político-institucional le ha merecido siempre una débil atención y/o la ha observado de modo reduccionista: como mero efecto de la "base" económica. Es como si el régimen político, por el contrario, siguiera gozando de impunidad teórica. En el mejor de los casos, entonces, tendríamos claro cómo avanzar en la redistribución de la riqueza pero careceríamos de estrategia alguna para la redistribución del poder.

Como su dimensión excede el ámbito del estado para situarse en cualquier nivel de organización social, me adelanto a señalar que quién considere vaga y encubridora mi referencia a esta tradición política amplia, oponiéndole una tradición revolucionaria, llegaría de todos modos a idéntica conclusión: o se plantea el problema o el problema se le plantea subrepticiamente en la práctica como parálisis y burocratización.
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HASTA AQUÍ EL INICIO DE LA NOTA.
LA MISMA SE HALLA COMPLETA en este enlace:

http://americalapobre.blogspot.com/2010/11/contratapa-de-emilio-caffassi-domingo-7.htm

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