Escribe
JORGE
GÓMEZ BARATA (*)
( ARGENPRESS.info)
lunes 4 de abril de 2011
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(*) Jorge Gómez Barata- Profesor, escritor, historiador, investigador y periodista cubano- Vive en La Habana- autor de numerosos estudios sobre EEUU. Especializado en temas de política internacional. Colaborador habitual en los principales medios de prensa, latinoamericanos y extranjeros.
En 1945, bajo una cobertura política, diplomática y jurídica excelentemente elaborada, Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, vencedores en la II Guerra Mundial, en lugar de restablecer el Derecho violado por los nazis, crearon nuevas reglas, a las cuales el mundo hubo de ajustarse. La Carta de la ONU y el Consejo de Seguridad no suprimieron el uso de la fuerza, sino que lo codificaron y, de cierto modo, lo legalizaron; verbigracia: Libia.
La fundación de la ONU fue resultado de una coyuntura histórica en la cual confluyeron el horror por las consecuencias de las guerras y la maduración de un pensamiento político que, trascendiendo las barreras ideológicas, apostó por el mantenimiento de la paz a partir de un sistema de seguridad internacional basado en la supremacía económica y militar de las grandes potencias que luego sumarían el monopolio atómico.
Lo novedoso fue que los Tres Grandes mediante la Carta de la ONU ajustaron el derecho internacional al predominio conquistado mediante la guerra. Si bien en el proceso de formación de la ONU hubo acatamiento y consenso, también estuvieron presentes, desacuerdos e imposiciones.
Entre el 25 de abril y el 26 de junio de 1945 se efectuó en San Francisco California, la Conferencia constitutiva de la ONU; la primera mega reunión de la postguerra. Durante 72 días, 850 delegados de 45 países que, con los asesores sumaban unos 3 500, a lo cual se añaden 2 500 periodistas y observadores, representaron al 80 por ciento de la población mundial. La Secretaría contrató más de mil empleados, entre ellos casi 200 traductores.
De los países participantes 20 eran de América Latina, 14 de Europa, 2 de América del Norte y 2 de Oceanía. Entre Asia, Medio Oriente y África del Norte sumaban 10 y dos pertenecían al África Negra (uno de ellos Sudáfrica). Los países derrotados, además de Alemania, Japón e Italia, Bulgaria, Rumania, Hungría, Albania, incluso España no fueron invitados.
La estructura del conclave fue el siguiente:
Un Comité de Orientación formado por los jefes de delegaciones, asistido por un Secretariado Ejecutivo integrado por 14 miembros. Cuatro Comisiones (1) Propósitos generales, (2) Asamblea General) (3) Consejo de Seguridad) (4) (Corte Internacional de Justicia). En total hubo 10 plenarias y casi 500 reuniones; la última donde se sometió a votación el texto de la Carta se efectuó el 25 de junio de 1945, en el teatro de la Opera de San Francisco y estuvo presidida por Lord Halifax.
Debido al número de países (20) y a la experiencia internacional de sus delegados, América Latina que había concertado sus posiciones en la recién celebrada Conferencia de Chapultepec, estuvo en el centro de los debates en cada una de las cuatro comisiones del evento, especialmente en las que se ocuparon de los asuntos económicos y sociales, los organismos regionales y el Consejo de seguridad.
América Latina que contaba con una larga tradición de concertación política regional, había efectuado siete conferencias panamericanas y donde la guerra no era un fenómeno recurrente, prefería una organización que avanzara hacía el mantenimiento de la paz, por vía de la concertación política, dejando que las diferencias se resolvieran a escala regional. Un delegado comentó: “Se imaginan ustedes que un litigio entre Honduras y Guatemala sea resuelto en Nueva York por norteamericanos, rusos y chinos…”
Otro asunto que preocupaba a los latinoamericanos era la falta de realismo contenida en la fórmula de “igualdad soberana de los estados” en un mundo plagado de abismales diferencias y en términos de desarrollo económico y social profundamente asimétrico. La ONU para ellos debería unir a las aspiraciones de paz, las del desarrollo. Los postulados en este orden y la creación del Consejo Económico y Social se incorporaron a la Carta a propuesta de América Latina; como también ocurrió con los órganos regionales a partir de los cuales luego apareció la OEA.
A los representantes latinoamericanos que trabajaron para que la ONU no naciera como una herencia de la guerra ni fuera una organización de vencedores, les resultaba difícil aceptar que no se hubiera considerado dar al Consejo de Seguridad una estructura regional que asumiera la diversidad del mundo. Era escandaloso que no hubiera en ese órgano ningún Estado Latinoamericano y ninguno africano.
La posición adoptada en Yalta de mantener inalterable el veto fue favorecida por la forma como en San Francisco se redactó y aprobó la Carta de la ONU, que se hizo por partes. Si bien América Latina era mayoría en la Conferencia no lo era en cada una de las comisiones. De ese modo, aunque existía un consenso latinoamericano de rechazo al veto, al aprobarse lo relativo al Consejo de Seguridad donde se incluía ese asunto, sólo se registraron los votos en contra de Colombia y Cuba.
El procedimiento adoptado convirtió la plenaria final en una ceremonia, un evento simbólico y multitudinario, celebrado en el Teatro de la Opera de San Francisco. Para ese acto, el presidente sugirió que en lugar de levantar la mano los delegados de cada país se pusieran de pie y permanecieran así hasta el final; momento en que Lord Halifax dio por aprobada por unanimidad la Carta de la ONU. En San Francisco, además de imposiciones hubo trampas.
Al otro día, los mismos que había votado acudieron al Veteran′s Memorial Hall y firmaron la Carta y los Estatutos de la Corte Internacional. En total se estamparon 135 firmas.
Al final hablaron los jefes de las delegaciones de las “potencias patrocinadoras” (5) y otros cinco delegados por diferentes zonas geográficas. El resumen estuvo a cargo del Harry Truman, presidente de los Estados Unidos: “La Carta de las Naciones Unidas que acabáis de firmar –dijo–es una base sólida sobre la cual podremos crear un mundo mejor. La historia os honrará por ello…”
Tal como había sido acordado, la Carta entró en vigor en el momento en que Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, China y Francia, depositaron en el Departamento de Estado los instrumentos de ratificación por sus respectivos parlamentos. Ese proceso se completó el 24 de octubre de 1945; primer día de la otra historia.
Luego les cuento que ocurrió desde entonces hasta hoy cuando en nombre de la ONU, la OTAN ataca en Libia.
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