viernes, 8 de abril de 2011

CUANDO LAS CERTEZAS SE PUEDEN ACOMODAR AL VIENTO...

CUANDO LOS NÚMEROS MIENTEN


Escribe
VÍCTOR J. SANZ (*)
http://impresionesmias.com
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(*) Victor J. Sanz (Alicante, España) Periodista especializado en temas de Política Internacional, con acento en las realidades sociales. Medios en los que participa: KAOSenlaRed. Rebelion, Terecera Información, Agencia Latinoamericana de información, Webislam, Aporrea, De igual a igual, La Haine, Cuba Información, Revista Fusión, Revista Amauta,
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¿Quién no ha usado alguna vez la expresión “los números no mienten”? Pues bien, hoy demostraré que esta afirmación no siempre es cierta.
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Hay muchas definiciones de contabilidad, pero una de las más simples y fáciles de entender es esta: Contabilidad es el conjunto de normas y reglas de registro ordenado y estructurado de las operaciones económicas que afectan a las distintas masas patrimoniales de una empresa, de manera que reflejen lo más fielmente posible la situación patrimonial de la misma, constituyéndose en una herramienta eficaz para la toma de decisiones.
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Entre las operaciones económicas que se reflejan en la contabilidad estarían por ejemplo, la compra de una maquinaria con la que se fabrica el producto que la empresa pretende vender, al igual que la furgoneta con la que pretende realizar su distribución en el mercado, pero también el salario del operario de la máquina o el del conductor de la furgoneta, así como el precio de la energía que hace funcionar la máquina, como la gasolina que hace funcionar el motor de la furgoneta, como las correspondientes cargas sociales.
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Ahora bien, ¿recoge la contabilidad absolutamente todos los movimientos económicos en los que interviene directa o indirectamente la empresa?, la respuesta es no. La contabilidad oficial no contempla el registro de importantes y cuantiosas operaciones que tienen lugar como consecuencia de la actividad de ciertas empresas.
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Un par de ejemplos han de bastar para tener una idea más clara de la exposición:
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1) Central nuclear de Fukushima. Si la contabilidad de Tokyo Electric Power Co. (Tepco), la empresa que opera la central, recogiese los costes sociales que han de derivarse del desastre de su central, el precio del producto final, es decir, la electricidad, sería con toda seguridad muy superior al actual, y muy pronto la sociedad se daría cuenta de que la energía nuclear no merece la pena, ni económica, ni social ni medioambientalmente.
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2) Chevron. Antes de ser adquirida por Chevron, la compañía Texaco vertió 84.000 millones de litros de residuos tóxicos en ríos y acuíferos de la Amazonía ecuatoriana, con el consiguiente e incalculable daño ecológico. Recientemente, Chevron ha sido multada con 8.600 millones de dólares por estos vertidos. Dejando de un lado que la compañía apelará esta sentencia y que un juez estadounidense sin competencia alguna ya se ha apresurado a obstaculizar el proceso, la compañía Chevron obtuvo en 2.010, un beneficio de más de 19.000 millones de dólares.
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Es decir, la multa equivale al beneficio obtenido durante menos de 6 meses, cuando los vertidos duraron 18 años y sus efectos perdurarán aún mucho más en el tiempo. Si el coste real de este daño fuera integrado en la contabilidad de la compañía, el precio final de los productos obtenidos a partir del crudo extraído sería probablemente mucho mayor de lo que ya es en la actualidad; y muy pronto la sociedad se daría cuenta de que la explotación incontrolada de recursos naturales no merece la pena, ni económica, ni social ni medioambientalmente. Más información.
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Conclusión 1: Los números mienten en tanto en cuanto no se obligue a las empresas a incluir absolutamente todos los costes en sus balances. Las actividades más perniciosas para la sociedad quedarían marcadas por una escasa o nula rentabilidad, lo que tendría como consecuencia directa que los accionistas e inversores se apartarían de ellas como de un apestado. Es decir, que mientras salga más barato contaminar y pagar una multa ridícula que no contaminar, las industrias seguirán contaminando, produciendo con ello un coste, generalmente, colectivo y un beneficio, generalmente, privado.
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 Es triste pensar que mientras no nos cueste dinero de nuestros bolsillos y “solo tengamos que pagar” con la vida de unos indígenas que vivían, según los casos, a miles de kilómetros de nosotros, no seremos capaces de percibir, y frenar, el verdadero coste de la actividad humana sobre el planeta.

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