miércoles, 11 de mayo de 2011

LOS CULPABLES YA SE CONOCEN BIEN... EL TEMA ES… ¿QUE HACER DE HOY EN MAS EN UN CAOS MUNDIAL?

LA GRAN RECESIÓN LA PROVOCÓ UN SECTOR FINANCIERO DESENFRENADO, EMPODERADO CON UNA DESREGULACIÓN IMPRUDENTE. ¿Y QUIÉN FUE RESPONSABLE DE ESA DESREGULACIÓN? GENTE PODEROSA EN WASHINGTON, CON VÍNCULOS ESTRECHOS CON EL SECTOR FINANCIERO

FALTA DE SABIDURÍA DE LAS ÉLITES
Escribe
PAUL KRUGMAN (*)
miércoles 11 de mayo,l 2011
Columnistas
The New York
Times News Service.
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(*) PAUL ROBIN KRUGMAN (1953) es un economista, divulgador y periodista norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos. Actualmente es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton. Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times y, también, para el periódico peruano Gestión y el colombiano “La República”. En 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Ha escrito más de 200 artículos y 21 libros -alguno de ellos académicos
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Los últimos tres años han sido un desastre para la mayoría de las economías occidentales. Estados Unidos tiene un desempleo de largo plazo masivo por primera vez desde 1930. Entre tanto, la única moneda de Europa se está viniendo abajo.

Bueno, lo que escucho cada vez con más frecuencia de miembros de la élite política -autodenominados hombres prudentes, funcionarios y expertos de respetabilidad- es que, en su mayor parte, es culpa de la población. La idea es que nos metimos en este lío porque el electorado quería algo por nada, y los políticos sin carácter atendieron la insensatez del electorado.

Así que parece un buen momento para señalar que este punto de vista de echarle la culpa a la población no solo es convenenciero, está totalmente equivocado.

El hecho es que lo que experimentamos en este momento es un desastre de arriba para abajo. Las políticas que nos metieron en este lío no fueron respuestas a las demandas públicas. Fueron, salvo pocas excepciones, políticas apoyadas por grupitos de personas influyentes –en muchos casos, las mismas que hoy nos sermonean al resto sobre la necesidad de ser serios–. Y, al tratar de cambiar la culpa a la población en general, las élites eluden la muy necesaria reflexión sobre sus propios errores catastróficos.

Me centraré principalmente en lo que sucedió en Estados Unidos, para decir luego algunas palabras sobre Europa.


Hoy día, los estadounidenses reciben sermones constantes sobre la necesidad de reducir el déficit presupuestario. Centrarse en ello, en sí mismo, representa prioridades distorsionadas, ya que nuestra preocupación inmediata debería ser la creación de empleos. Sin embargo, sí suponemos que nos restringimos para no hablar del déficit y preguntamos: ¿qué pasó con el excedente presupuestario que tenía el gobierno federal en el 2000?

La respuesta es tres cosas principales. Primera, hubo los recortes fiscales de Bush, que agregaron aproximadamente 2.000 billones de dólares a la deuda nacional en la última década. Segunda, estaban las guerras en Irak y Afganistán, que agregaron 1.100 billones de dólares adicionales, más o menos. Y la tercera, fue la gran recesión, que llevó tanto a un colapso en los ingresos como a un aumento pronunciado en el gasto por el seguro al desempleo y otros programas de garantías.

Entonces, ¿quién fue responsable de estas destrucciones presupuestarias? No fue el señor en la calle.

El expresidente George W. Bush redujo los impuestos al servicio de la ideología de su partido, no como respuesta a una oleada de demandas populares, y la mayor parte de las reducciones fueron para una minoría reducida y acaudalada.

Asimismo, Bush decidió invadir Irak porque era algo que sus asesores y él querían hacer, no porque los estadounidenses clamaran por la guerra contra un régimen que no tuvo nada que ver con el 11 de septiembre. De hecho, se requirió de una campaña de ventas excesivamente engañosa para hacer que los estadounidenses apoyaran la invasión, y, aún así, el electorado nunca estuvo tan sólidamente detrás de la guerra como la élite política y de expertos de Estados Unidos.

Finalmente, a la gran recesión la provocó un sector financiero desenfrenado, empoderado con una desregulación imprudente. ¿Y quién fue responsable de esa desregulación? Gente poderosa en Washington, con vínculos estrechos con el sector financiero, esos son. Voy a mandarle un saludo particular a Alan Greenspan, quien tuvo una función crucial tanto en la desregulación financiera como en la aprobación de los recortes fiscales de Bush, y quien está ahora, claro, entre los que nos intimidan con el déficit.

Así que fue el pésimo juicio de la élite, no la avaricia del hombre común, lo que causó el déficit de Estados Unidos. Y es en gran medida cierto para la crisis europea.

Huelga decir que no es eso lo que se escucha decir a los diseñadores de la política europea. La historia oficial en Europa hoy día es que los gobiernos de países en problemas atendieron demasiado a las masas, prometiéndoles demasiado a los electores mientras recaudaban muy pocos impuestos. Y eso es, para ser justos, una historia razonablemente precisa en el caso de Grecia. Sin embargo, no es todo lo que sucedió en Irlanda y España, que tenían deudas bajas y excedentes presupuestarios en vísperas de la crisis.

La verdadera historia de la crisis europea es que los dirigentes crearon una sola moneda, el euro, sin crear instituciones que se necesitaban para hacer frente a los auges y las crisis dentro de la zona del euro. Y el impulso de una sola moneda europea fue el máximo proyecto de arriba abajo, una visión elitista impuesta a electores excesivamente renuentes.

¿Importa algo de esto? ¿Por qué deberíamos preocuparnos por el esfuerzo de cambiar la culpa de las malas políticas hacia la población en general?

Una respuesta es simple rendición de cuentas. No se debería permitir que la gente que defendió las políticas que reventaron al presupuesto en los años de Bush se hagan pasar por halcones del déficit; la gente que elogió a Irlanda como modelo a seguir no debería dar sermones sobre gobierno responsable.

Sin embargo, la mayor respuesta, yo diría, es que al inventar historias sobre nuestro predicamento actual que absuelven a las personas que nos pusieron allí, eliminamos cualquier oportunidad de aprender de la crisis. Necesitamos poner la culpa donde pertenece, castigar a nuestras élites políticas. De otra forma, harán aún más daño en los años por venir.

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