Sabado 12 de Noviembre de 2011
REFLEXION DE LEONARDO BOFF
ELOGIO
DE LA TASCA
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
11 de noviembre de 2011
Debido a mi «gitanismo intelectual», hablando
siempre en muchos sitios y ambientes sobre infinidad de temas que van desde la
espiritualidad a la responsabilidad socioambiental y hasta sobre la posibilidad
del fin de nuestra especie, los organizadores, por deferencia, suelen invitarme
a un buen restaurante de la ciudad. Lógicamente, guardo la buena tradición franciscana
y celebro los platos con comentarios elogiosos.
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Pero me queda siempre un mal
sabor de boca, que impide que el comer sea una celebración. Me acuerdo de que
la mayoría de las personas amigas no pueden disfrutar de estas comidas, y
especialmente los millones y millones de hambrientos del mundo. Me parece que
les estoy quitando la comida de la boca. ¿Cómo celebrar la generosidad de los
amigos y de la Madre Tierra, si, en palabras de Gandhi, «el hambre es un
insulto y la forma de violencia más asesina que existe»?
En este
contexto me viene a la mente el consuelo de las tascas, o tabernas. Me gusta ir
a las tascas pues ahí puedo comer sin mala conciencia. Las hay en todo el
mundo, también en las comunidades pobres, en las cuales trabajé durante años.
Ahí se vive una real democracia: la tasca (donde van las personas con menor
poder adquisitivo) acoge a todo el mundo. Puede estar allí tomando su caña un
profesor universitario al lado de un peón de la construcción, un actor de
teatro en la misma mesa que un pillo, y hasta un borracho tomando su traguito.
Es sólo llegar, ir sentándose y gritar: «póngame una cañita bien fría».
La
tasca brasileña es más que su visual, con azulejos de colores fuertes, el santo
protector en la pared, generalmente un san Antonio con el Niño Jesús en brazos,
el símbolo del equipo de futbol aficionado, y los anuncios de colores de las
bebidas. La tasca es un estado de espíritu, el lugar de encuentro con los
amigos y vecinos, de la conversación hasta las tantas, de la discusión sobre el
último partido de futbol, los comentarios sobre la novela preferida, la crítica
a los políticos y las palabrotas bien merecidas contra los corruptos. Pronto
todo el mundo se hace amigo, dentro de un incipiente espíritu comunitario. Aquí
nadie es rico o pobre. Es, simplemente, gente que se expresa como gente, usando
el lenguaje del pueblo. Hay mucho humor, chistes y bravatas. A veces, como en
el Estado de Minas, se improvisan unos cantares que alguien acompaña con la
guitarra.
Los
nombres son de lo más variado, dependiendo de la región del país. Puede ser La
bodega de la vieja, El bar de Sacha, La tasca de don Gomes, el Bar del Giba, La
tasca del Joia, El pavo azul, La cofradía del chivo perfumado, La casa llena, o
muchos otros. Belo Horizonte es la ciudad de Brasil que tiene más tascas, y
celebra todos los años el concurso de la mejor comida de tasca. Los platos
también son variados, elaborados generalmente a base de recetas caseras y
regionales: la carne secada al sol del Nordeste, la carne de cerdo y el tutú
(pasta de frijoles con harina de mandioca y bananas fritas) de Minas.
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Los
nombres son ingeniosos: mexidoido chapado (mixto de carnes a la plancha),
porconóbis de sabugosa (debe su nombre al cerdo y a las hojas de una planta
llamada ora pro nobis), costilla de Adán (costillita de cerdo con mandioca),
torrezno de barriga. Hay un plato que aprecio sobremanera que ofrecen en el
Mercado Central de Belo Horizonte y fue premiado en uno de los concursos: bife
de hígado encebollado con jiló (frutillo amargo muy popular). Si de mí
dependiera, este plato debería figurar en el menú del banquete del Reino de los
cielos que el Padre celestial va a ofrecer a los bienaventurados.
Bien
mirado, la tasca desempeña una función ciudadana: da a quienes la frecuentan,
especialmente a los más asiduos, el sentimiento de pertenencia a la ciudad o al
barrio. No habiendo otros lugares de entretenimiento y de ocio, permite que las
personas se encuentren, olviden su estatus social y vivan una igualdad
generalmente negada en el día a día.
Para mí
la tasca es una metáfora de la comensalidad soñada por Jesús, lugar donde todos
pueden sentarse a la mesa, celebrar la convivencia fraterna y hacer del comer
una comunión. Y en mi caso, es el lugar donde puedo comer sin mala conciencia.
Dedico
este texto a mi amigo Jaguar, dibujante de comics, que aprecia las tascas.
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(*)Leonardo
Boff es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa
Catarina, Brasil Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación,
junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1985, la Congregación para la Doctrina
de la Fe, dirigida por el ya cardenal Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le
silenció por un año por su libro La Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en
contra de la Doctrina de la Iglesia Católica. Ha trabajado como profesor en los
campos de teología, ética y filosofía en Brasil, además de dar conferencias en
muchas universidades en el extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
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