Jueves
23 de febrero de 2012
¿DE
DÓNDE SALE LA DEUDA GRIEGA?
EN
GRECIA NOS JUGAMOS EL FUTURO
Escribe
DANIEL
GÓMEZ-OLIVÉ I CASAS (*)
Fuente: Periódico “Diagonal”--Publicó
“Rebelión”--22 de
febrero de 2012
.
(*)DANIEL GÓMEZ-OLIVÉ I CASAS es investigador del Observatorio de la Deuda en la
Globalización
.
El
autor explica cómo la presión del FMI, el Banco Central y la Comisión Europea
han suspendido el sistema democrático en Grecia
Estos
días vemos cómo los líderes europeos están exprimiendo al máximo la piel de
naranja griega, para asegurarse que todo el jugo vierta en sus vasos, sedientos
como están de recobrar deudas helénicas. Las exigencias de la Troika (Comisión
Europea, Banco Central Europeo y FMI) al Gobierno griego nos muestran cuán
cruel es la falta de solidaridad entre socios cuando de lo que se trata es del
reclamo de deudas impagables.
De la
misma manera, vemos cómo la democracia y la garantía de derechos sociales se
diluyen, en la justa medida en que la presión internacional exige al Gobierno
griego que priorice el pago de las deudas al pago social que todo Estado tiene
la obligación constitucional de atender. Pero ¿qué es lo que debe Grecia? ¿A
quién se lo debe? ¿Por qué se debe? Y lo más importante: ¿qué se debe hacer
ante este chantaje?
La
deuda pública de Grecia a finales del 2011 se estima que habría llegado a los
355.000 millones de euros, cifra que ya supone el 165% de su PIB. Casi un 75%
del total (unos 260.000 millones) son bonos que se negocian –con cuantiosos
márgenes de beneficios– en los mercados secundarios de valores, y que están en
manos de agentes privados (fondos, aseguradoras y bancos poseen casi el 70% de
los mismos), del BCE (que ostenta otro 20%) y de la seguridad social griega
(10% restante).
Por
otro lado, poco más del 25% de lo reclamado (95.000 millones) son créditos que
le han otorgado –con jugosos intereses– países socios de la misma UE (53.000
millones), con Alemania y Francia a la cabeza; otros países de la comunidad
internacional (22.000 millones), y el propio FMI (20.000 millones), a raíz del
primer paquete de rescate –ya fallido–, aprobado apenas hace dos años, en mayo
de 2010.
Siendo
así, lo primero que cabe denunciar es el papel que juega la Troika en las
negociaciones, ya que a pesar de que se presenta como un negociador neutro para
salvar a Grecia de la tragedia del impago, en realidad lo que pretende es
asegurarse el pago de las deudas que reclaman para ellos y para el capital
privado al que representan.
Alguien
dirá que la deuda debe pagarse. En todo caso eso dependerá de cómo y quién la
originó y para qué beneficio. En el caso griego, el pueblo está denunciando que
la deuda se cuadriplicó con la dictadura de los Coroneles, que luego aumentó
vertiginosamente a raíz de los Juegos Olímpicos de 2004, con proyectos
megalómanos en los que empresas alemanas como Siemens sacaron cuantiosos
beneficios sobornando a políticos; o con la compra sistemática de armamento a
Francia, Alemania y EE UU, que hacen que Grecia sea el primer país de la UE en
gasto militar en relación a su PIB. En este sentido, es significativo comprobar
cómo mientras se recortan pensiones, sueldos y prestaciones sociales, la Troika
no exige recortes en el gasto militar.
Por
todo ello, la sociedad griega está reclamando la suspensión unilateral de
pagos, acompañada de una auditoría de la deuda que permita conocer su origen,
repudiar toda la deuda ilegítima y encausar a los responsables, tanto
nacionales como extranjeros, que han llevado al país a la bancarrota. Tal y
como están las cosas, ésta parece la única salida razonable y realmente
democrática; es decir, la única que permitirá al pueblo griego recuperar el
poder de su soberanía económica, social y política.
Ahora
que un segundo rescate está encima de la mesa se defiende que es necesario
ajustar todavía más la economía y profundizar las reformas estructurales para
garantizar, dicen, la salud económica de Grecia (que no de su población, claro
está). Ello, para poder alcanzar un nivel ‘sostenible’ de deuda del 120% del
PIB en el 2020.
Si esta
cifra es sostenible, ¿por qué no lo fue a finales de 2009, justo antes del
primer rescate, cuando la deuda ‘tan sólo’ era del 125%? ¿Todo ese costoso
recorrido, en términos sociales, para llegar al mismo lugar de partida? ¿No
será que lo interesante para los acreedores no sea tanto el cobro de la deuda,
que también, sino lo que su pago conlleva en su propio beneficio: ajustar las
condiciones para que la clase trabajadora esté todavía más indefensa? No en
balde hay quien afirma que Grecia es el nuevo laboratorio de pruebas del
neoliberalismo, como lo fue en su momento América del Sur en los años ‘70.
En
Grecia se está jugando más de lo que nos creemos. Lo que está en juego es la
correlación de fuerzas entre el pueblo y la clase dominante mundial, que está
aprovechando la crisis, que ella misma ha provocado, para hacernos perder los
derechos conseguidos durante decenios. Ante ello, ¿nos quedaremos impasibles?
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