Viernes 24
de febrero de 2012
IRÁN -
ISRAEL:
LA
GUERRA IMPROBABLE
Escribe
JORGE
GÓMEZ
BARATA (*)
Fuente:
ARGENPRESS.info
23 de
febrero de 2012
.
(*)
JORGE GÓMEZ BARATA- Profesor, escritor, historiador, investigador y periodista
cubano- Vive en La Habana- autor de numerosos estudios sobre EEUU. Especializado en temas de política
internacional. Colaborador habitual en los principales medios de prensa,
latinoamericanos y extranjeros. Ha dicho que “En todas
las esferas del saber y de la práctica social, incluyendo la economía, la
verdad es siempre sencilla, ...”
.
Sería
difícil definir si las concentraciones aeronavales de Estados Unidos en el
golfo Pérsico, el Océano Indico y el mar Arábigo son para amenazar a
Ahmadineyad o para contener a Netanyahu.
Se
conoce que las posibilidades militares de cualquier país se sustentan en tres
variables: capacidad para atacar, resistir y contraatacar. Israel puede atacar
a Irán pero tal vez no pueda paralizarlo ni impedir su réplica que puede ser
contundente.
Estados
Unidos y Rusia son los países militarmente más poderosos porque a sus enormes
capacidades de ataque basadas en fuerzas coheteriles y aeronavales estratégicas
y grandes ejércitos mecanizados, suman una invulnerabilidad derivada de
eficaces sistemas defensivos, capacidades industriales y poblaciones que les
permiten recuperarse de los golpes iniciales, reproducir los medios perdidos y
cubrir las bajas.
La
profundidad estratégica del territorio de la Unión Soviética (22 millones de
kilómetros cuadrados) anuló la estrategia alemana de “guerra relámpago”, estiró
hasta lo insoportable las líneas de abastecimiento e hizo imposible la
retirada. El dilema del Alto Mando Alemán, no era sólo cómo tomar las ciudades
soviéticas sino llegar a ellas. Protegido por los océanos Atlántico y Pacífico,
Estados Unidos, estuvo siempre fuera del alcance de Alemania y de Japón.
Entre
otras cosas, soviéticos y norteamericanos ganaron la guerra porque fueron
capaces de producir más barcos, tanques, aviones, y submarinos y de movilizar
más hombres de los que alemanes y japoneses podían destruir o matar. La bomba
atómica se fabricó a diez mil kilómetros de donde fue lanzada, en Nuevo México,
un lugar inaccesible para el enemigo. Los tres artefactos atómicos utilizados
costaron 2000 millones de dólares de entonces, cifra que sólo Estados Unidos
podía gastar.
Israel
no tiene nada parecido a esas posibilidades. Con una extensión de 21 946 km² y
un territorio donde la mayor distancia entre una frontera y otra es de poco más
de 100 kilómetros y la menor de diez, sin bosques, grandes ríos ni elevaciones
que sirvan como obstáculos naturales que favorezcan su defensa y costas al
Mediterráneo, es un territorio vulnerable.
Si bien
el Estado judío ha suplido sus carencias con unas fuerzas armadas, aunque
relativamente pequeñas, extraordinariamente motivadas, excelentemente
entrenadas, con impresionante movilidad y dotadas con los más modernos
armamentos suministrados en cantidades ilimitadas por Estados Unidos lo cual,
unido a una doctrina militar ofensiva y a una eficaz capacidad de intimidación,
le ha proporcionado un empuje impresionante y una enorme sagacidad para
explotar el éxito. No obstante, Israel carece de aquello que los militares
llaman profundidad estratégica.
Las
fuerzas amadas de Israel han probado ser competentes para realizar operaciones
relámpago en sectores terrestres, avanzar sobre sus adversarios con enormes
masas de blindados, infantería mecanizada y miles de bocas de fuego con total
dominio del aire, arrollando ejércitos árabes mal preparados con mandos
incompetentes y escasamente motivados.
Lo
nuevo es que ninguna de esas posibilidades son utilizables en una guerra contra
Irán, situado a 1500 kilómetros y con tres estados de por medio y a donde
habría que entrar por mar o aire para librar una lucha en teatros lejanos y
soportar bajas que pueden sumar decenas de miles de hombres.
Anulada
su mejor arma, que son las tropas terrestres mecanizadas, Israel subordinaría
todo el éxito de sus operaciones contra el país persa a la eficacia de su
aviación que, carente de portaviones, está obligado a operar desde aeródromos
distantes más de mil kilómetros a los que deberá ir y regresar volando por
encima de tres países presuntamente hostiles donde tal vez no encuentren fuego
antiaéreo, aunque tampoco ninguna colaboración.
A todo
ello súmese la actividad de Hamas, Hezbolá, la Organización para la Liberación
de Palestina en su retaguardia y nadie debe omitir el hecho de que si Irán es
capaz de resistir la embestida inicial y conservar capacidad para
contragolpear, Jordania, Arabia Saudita, Siria e incluso Egipto pueden verse
tentados a saldar viejas cuentas.
Definitivamente, sin Estados Unidos involucrado
a plena capacidad, la guerra de Israel contra Irán no será fácil ni breve y el
pronóstico es reservado. Tal vez en una escala mínima, la certeza de la
destrucción mutua asegurada contenga los aprestos bélicos y den un chance a la
paz. Falta que hace. Allá nos vemos.
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