EL CÁNCER COMO NEGOCIO
Escribe
MIGUEL ROMERO (*)
Fuente “Sin Permiso”
25 de marzo 2012
(*) MIGUEL ROMERO. Periodista. Analista. Es Editor de VIENTO SUR. Forma parte del
Consejo Editor de la prestigiosa publicacion digital “Sin Permiso”. (Padece una
afección de cáncer desde hace cinco años.)
En la página 40 de su edición del miércoles 14 de marzo,
el diario El País (de Madrid) incluía una espectacular página de publicidad en
color. Sobre un fondo verde, la palabra Cáncer aparecía tachada en rojo. Es el
logo de la mayor transnacional médica mundial especializada en cáncer: el MD
Anderson Cáncer (tachado) Center. Debajo dos titulares: “Solo tenemos un
objetivo: Vencer al cáncer”. "Juntos venceremos al cáncer".
Llama la atención este desembarco en la publicidad de
amplia difusión –el Anderson viene incluyendo desde hace tiempo cuñas
publicitarias en programas de máxima audiencia de la SER- de una institución
médica privada especializada en una enfermedad cuyo tratamiento es costosísimo
(hay medicación que cuesta en torno a 6.000 euros al mes; lo que ayuda a
entender el enorme negocio de las farmacéuticas y la eficacia de sus lobbies en
las agencias publicas que deben autorizar sus medicamentos y sus precios) y
está solo al alcance de personas extraordinariamente ricas.
Que, desde luego,
las hay en este país, pero no en número suficiente para asegurar un negocio
basado en atraer con sueldos y bonus de alta dirección a algunos de los más
brillantes oncólogos de la sanidad pública española, y que incluye la
instalación de instrumental de diagnóstico y tratamiento también muy costoso. ¿Dónde
está el negocio?
Por una parte, sin duda, en el miedo que inspira el
cáncer, asociado en el imaginario y en la experiencia de la sociedad al
sufrimiento y a la muerte. Cuando la evolución de la enfermedad alcanza los
niveles de alto riesgo, incluso personas de recursos modestos pueden invertir
sus bienes y ahorros, y los de sus familias, persiguiendo la última esperanza
de quienes se presentan, con la cuidada ambigüedad del lenguaje publicitario,
como una institución capaz de “tachar” al cáncer.
Pero esto no es suficiente: la clave del negocio en
países son sistemas potentes de sanidad pública está en colonizar el sistema
público. Para ello, un primer paso se da desde dentro, dejando actuar a la
sobresaturación que crece en progresión geométrica de los departamentos de
oncología, atendidos en condiciones tan ejemplares, como crecientemente
inmanejables por un personal sanitario desbordado.
Un segundo paso, consiste en desacreditar a la sanidad
pública. En su edición del jueves 15 de marzo, el diario El País informa del
III Congreso Internacional sobre los cánceres ginecológicos. En la crónica sólo
se recogen intervenciones de diversos especialistas del MD Anderson. El sentido
general de estas ponencias es afirmar que en España no hay cirujanos oncoginecológicos
capaces de realizar cirugías que permitirían doblar la esperanza de vida en
cánceres de ovario.
El nivel óptimo de las intervenciones sólo se alcanza en
“centros de referencia”, lo que en el contexto del artículo sólo puede
significar, el Anderson. Es fácil imaginarse qué puede pensar una enferma de
cáncer de ovario ante esta noticia: el servicio público de salud le quita 40
meses de vida, que le daría el Anderson.
Enfin, un tercer paso consiste en quedarse con la parte
más rentable del tratamiento de la enfermedad, trasladando al sistema público
la parte más costosa, particularmente el coste de la medicación; es una
práctica que vienen realizando desde hace años primeras figuras de la
especialidad, incluso jefes de servicio en hospitales de referencia, que dan un
tratamiento especial a los enfermos que pasan el costoso peaje de sus consultas
privadas.
Habrá que ver cómo se aplican estas auténticas estafas desde
instituciones tan poderosas como el Anderson. Sin duda, éste es sólo un aspecto particular de los
estragos que amenazan a la salud de la población, a consecuencia de la
aceleración de los procesos de privatización del sistema público de salud como
consecuencia de los recortes en curso, y los que vendrán.
Pero es significativo
de la indignidad moral que está en la base de estos procesos: cuanto más cerca
está una enfermedad de la muerte mayores son las posibilidades de negocio de la
sanidad privada, que ofrece quimeras de curaciones improbables, pero también
servicios, técnicas, recursos… que en la sanidad pública servirían para que
cualquier persona enferma pudiera ejercer el primero de sus derechos: ganar
tiempo y calidad de vida.
Pura vida.
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