CORRUPTO ES:
QUIEN TIENE EL CORAZÓN ROTO
QUIEN TIENE EL CORAZÓN ROTO
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
17 de agosto de 2012
La indignación generalizada frente a la corrupción en Brasil
y en el mundo entero está dando paso a la resignación y a la indiferencia, pues
la impunidad está tan extendida que la mayoría de la gente desconfía de que
haya solución.
Sobre este hecho la teología tiene algo que decir. Ella
sostiene que la condición humana actual se encuentra desgarrada y decadente
(infralapsárica se dice en el dialecto teológico) a consecuencia de un acto de
corrupción. Según la narración bíblica, la serpiente corrompió a la mujer, la
mujer corrompió al hombre y ambos nos dejaron un legado de corrupciones sobre
corrupciones hasta el punto de que el mismo Dios “se arrepintió de haber creado
al ser humano en la Tierra” como nos recuerda el texto del Génesis (6,6). Somos
hijos e hijas de una corrupción originaria.
En los espacios cristianos se alegaba que todo mal se deriva
de esta corrupción originaria, llamada pecado original. Pero esta expresión se
ha vuelto extraña a los oídos modernos. Son pocos los que se refieren a ella.
Aún así, me atrevo a rescatarla, pues contiene una verdad
innegable, confirmada por la reflexión filosófica de Sartre e incluso por el
rigorismo filosófico de Kant, según el cual «el ser humano es un leño tan
torcido que no se pueden sacar de él tablones rectos».
Es importante hacer notar que es un término creado por la
teología. No se encuentra como tal en la Biblia. Fue san Agustín en diálogo epistolar
con san Jerónimo quien lo inventó. Con la expresión “pecado original” no
pretendía hablar del pasado. Lo “original” no tenía que ver con los orígenes
primeros de la historia humana.
San Agustín quería hablar del presente: la
situación actual del ser humano, en su nivel más profundo, es perversa y está
marcada por una distorsión que llega hasta los orígenes de su existencia (de
ahí, “original”). Hace su filología de la palabra “corrupto”: es tener un
corazón (cor) roto (ruptus, de rompere).
Somos portadores, por lo tanto, de una ruptura interna que
equivale a una laceración del corazón. En palabras modernas: somos dia-bólicos
y sim-bólicos, sapientes y dementes, capaces de amor y de odio.
Esta es la actual condition humaine. Pero por curiosidad,
preguntaba san Agustín, ¿cuándo comenzó? Él mismo responde: desde que conocemos
al ser humano: desde los “orígenes” (de aquí el segundo sentido de “original”).
Pero no da importancia a esa pregunta. Lo importante es saber que aquí y ahora
somos seres corruptos, corruptibles y corruptores. Y que creemos en alguien,
Cristo, que nos puede liberar de esta situación.
¿Pero dónde se manifiesta más visiblemente este estado de
corrupción? Quien nos responde es el famoso y católico Lord Acton (1843-1902):
en los portadores de poder. Enfáticamente afirma: «mi dogma es la general
maldad de los hombres de poder; son los que más se corrompen». Y hace una
afirmación siempre repetida: «el poder tiende a corromper y el poder absoluto
corrompe absolutamente».
¿Por qué, exactamente, el poder? Porque es uno de los
arquetipos más poderosos y tentadores de la psique humana; nos proporciona el
sentimiento de omnipotencia y de ser un pequeño «dios». Hobbes en su Leviatán
(1651) nos lo confirma: «Señalo como tendencia general de todos los hombres un
perpetuo e inquieto deseo de poder y más poder que solamente cesa con la
muerte. La razón de esto reside en el hecho de que no se puede asegurar el
poder sino buscando más poder todavía».
Ese poder se materializa en el dinero. Por eso las corrupciones
que estamos presenciando envuelven siempre dinero y más dinero. Hay un dicho en
Ghana: «la boca ríe pero el dinero ríe mejor». El corrupto cree en esta
ilusión.
Hasta hoy no hemos encontrado cura para esta herida
interior. Sólo podemos disminuirle la sangría. Creo que, en último término,
vale el método bíblico: desenmascarar al corrupto, dejándolo desnudo delante de
su corrupción, y la pura y simple expulsión del paraíso, es decir, sacar al
corruptor y al corrompido de la sociedad y meterlos en la cárcel.
.
(*) LEONARDO BOFF es un teólogo, filósofo y
escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil Es uno de los
fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino.
En 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el ya cardenal
Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le silenció por un año por su libro La
Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en contra de la Doctrina de la Iglesia
Católica. Ha trabajado como profesor en los campos de teología, ética y filosofía
en Brasil, además de dar conferencias en muchas universidades en el extranjero,
como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo,
Turín. Ha escrito más de 100 libros, traducidos a muchas lenguas. En 1997, el
Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
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