LA BASE BIOLÓGICA DE LA ESPIRITUALIDAD
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
7 de setiembre 2012
(*)LEONARDO
BOFF es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa
Catarina, Brasil Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación,
junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1985, la Congregación para la Doctrina
de la Fe, dirigida por el ya cardenal Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le
silenció por un año por su libro La Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en
contra de la Doctrina de la Iglesia Católica. Ha trabajado como profesor en los
campos de teología, ética y filosofía en Brasil, además de dar conferencias en
muchas universidades en el extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
Hemos afirmado anteriormente en estas páginas que el
espíritu representa la dimensión de lo humano profundo. La espiritualidad, que
de él se deriva, es un modo de ser, una actitud fundamental, vivida en la
cotidianidad de la existencia: en el arreglo de la casa, en el trabajo de la
fábrica, conduciendo, conversando con amigos. De repente, irrumpe como un
relámpago de algo más profundo e inexplicable. Es el espíritu que se anuncia.
Las personas pueden conscientemente abrirse a lo profundo y lo espiritual.
Entonces se vuelven más centradas, serenas e irradiadoras de paz. Propagan una
extraña vitalidad y entusiasmo porque tienen a Dios dentro de sí. Este Dios
interior es amor, el cual en las palabras de Dante al final de cada libro de la
Divina Comedia “mueve los cielos y las estrellas”, y nuestros propios
corazones, añadimos nosotros.
Dicen investigaciones científicas que esta profundidad
espiritual tiene una base biológica. Estudios realizados al final del siglo XX
y dirigidos por los neurobiólogos Michael Persinger y Ramachandran, por el neurólogo
Wolf Singer y por el neurolinguista Terrence Deacon, además de por técnicos
usando scanners modernos para hacer imágenes cerebrales, detectaron lo que
ellos llamaron «el punto Dios en el cerebro» (God Spot o God Module).
Personas que en sus vidas han dado un
espacio significativo a lo profundo, a lo espiritual, revelan en los lóbulos
frontales del cerebro una excitación detectable por encima de lo normal. Estos
lóbulos están ligados al sistema límbico, el centro de las emociones y los
valores. Ahí se da una concentración en aquello que tales científicos llamaron
«mente mística» (mystical mind).
Tal estimulación del ‘punto Dios’ no está
ligada a una idea o a algún pensamiento objetivo. Es activado siempre que la
persona se siente envuelta emotivamente en los contextos globales que confieren
sentido a la vida o cuando, de forma autoimplicada, se refiere a lo Sagrado, a
temas religiosos o directamente a Dios. Se trata de emociones y no de
ideaciones, de factores ligados a experiencias de gran sentido que implican una
percepción del Todo y de algo incondicional.
Estudios más recientes indican que puede haber de hecho no
solamente una sino mucha regiones del cerebro estimuladas por la experiencia de
totalidad y de sacralidad. Eso indica que el ‘punto Dios’ puede ser, en
realidad, una ‘red de Dios’ que comprende zonas normalmente asociadas a
emociones profundas y cargadas de significado. Otros investigadores como Eugene
D’Aquili y Andrew Newberg llamaron a esta realidad, como hemos mencionado
antes, «mente mística».
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