PARA ACABAR CON EL HAMBRE?
Escribe
ESTHER VIVAS (*)
Fuente “Publico,es”
18 de mayo 2013
(*) ESTHER VIVAS (Sabadell, 1975) Es una activista española
autora de diversos libros y publicaciones sobre movimientos sociales. Militante de Izquierda
Anticapitalista. Miembro de la Red de Consumo Solidario. Licenciada en
Periodismo y Máster en Sociología forma parte del Centro de Estudios sobre
Movimientos Sociales (CEMS) desmonta
uno a uno los mitos sobre los cuales está construído el actual sistema
agroalimentario.
La
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la
FAO, ha publicado esta semana un informe que ha despertado cierto revuelo. Se
trata de insectos comestibles, para dar
de comer a un número cada vez mayor de personas. Pero, ¿acabar con el hambre en el mundo pasa por empezar a consumir
insectos o hacer accesible la comida a la gente? No tengo nada en contra el
consumo de "bichos", que en otras latitudes está plenamente
extendido. Según la FAO, hoy en el planeta al menos dos mil millones de
personas los ingieren regularmente: escarabajos, orugas, abejas, hormigas,
saltamontes, langostas y un largo etcétera. Un total de 1.900 especies
se comen en
países de África, Asia y, también, América Latina. Y, según dicho
informe tienen un alto contenido en proteínas, materias grasas y minerales. Las tertulias y debates que estos días
han girado alrededor de la propuesta de la FAO con una clara mirada
etnocéntrica de lo que comemos. Pero,
más allá de consideraciones culturales, creo que el problema del hambre tiene
que abordarse desde otra perspectiva. No se trata, como solución mágica, de
apostar por la ingesta de insectos El kid de la cuestión está en
preguntarnos cómo en un mundo de la abundancia de alimentos hay tantas personas
que no tienen qué comer. Hoy el
problema del hambre no radica en la producción sino en la distribución. No se
trata de producir más, o buscar nuevos comestibles, sino de distribuir aquellos
que ya existen y hacerlos accesibles a la gente. Los alimentos se han
convertido en un instrumento de negocio por parte de unas pocas multinacionales
de la agroindustria, que priorizan sus intereses empresariales a las
necesidades alimentarias de las personas. Acabar
con el hambre pasa por exigir justicia y democracia en las políticas agrícolas
y alimentarias. Y devolver a los pueblos la soberanía alimentaria, la capacidad
de decidir sobre qué y cómo se produce, distribuye y se consume.
(
La nota completa de Esther Vivas )
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