viernes, 11 de octubre de 2013

EUROPA HOY SE BASA EN LA DESIGUALDAD TRAS MUROS CONTRA "LOS OTROS"

  UNA FORTALEZA  
PARA QUE MUERAN LEJOS 
DE NUESTRA CONCIENCIA


Escribe  
OLGA RODRÍGUEZ (*) 
Periodista internacional
 Fuente “Publico.es”
9 de octubre 2013

(*) OLGA RODRÍGUEZ FRANCISCO (León, 1975) es una periodista internacional y   especializada en Oriente Medio. También escritora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Luego de cubrir la invasion de Estados Unidos en Bagdad publico “El hombre mojado no teme la lluvia” (Debate, 2009)  Y después de las revoluciones árabes en el año 2011, tuvo  lugar la publicación del libro “Yo muero hoy”. Ha trabajado en Afganistán y otros escenarios bélicos. A la vez se ocupa en tematicas sociales como en el caso de la nota publicada hoy.

Hay en las políticas migratorias europeas toda una lucha de clases contemporánea y simbólica La voluntad de migrar está en nuestro ADN. Hay en el acto de moverse

Personas migradas en una manifestación por sus derechos, en Madrid. (Foto: Olga Rodríguez)
todo un deseo de superación que ha constituido la base de la resistencia del ser humano, la esencia de su supervivencia como especie. Se migra para escapar de la pobreza, de las guerras, de las hambrunas, de catástrofes naturales, pero también para conocer nuevos mundos, para saber, para vivir, para experimentar, para aprender, para prosperar. Así ha sido siempre y así sigue siendo en la actualidad. La historia de las personas que viajan a otros países sin nada es la gran odisea
contemporánea, protagonizada por Marco Polos a los que las experiencias y el conocimiento acumulados en sus trayectos les cambia la mirada y el alma. A lo largo de sus viajes se van adhiriendo a su piel más vivencias de las que nunca tendrán esos hombres occidentales que, encerrados en sus despachos de perspectiva limitada, llevan la batuta de gobiernos y finanzas. Los harragas, los jóvenes dispuestos a ‘quemar’ las fronteras -como se dice en árabe- representan una de las máximas constataciones de la desigualdad que marca el mal funcionamiento de este planeta, en el que se condena a la clandestinidad a las personas sin papeles. Algunos migrantes no logran culminar el viaje y terminan engrosando ese enorme cementerio anónimo e ignorado sumergido
en las profundidades del mar Mediterráneo o escondido entre el desierto del Sáhara. Conscientes de su posible destino, cada vez son más los que, en el punto de partida, pegan a su cuerpo con cinta adhesiva un papel plastificado con números de teléfono de sus familiares. Dice el periodista italiano Gabriele del Grande, al que todos deberíamos leer para conocer y comprender el drama de los migrados, que “hay una guerra mundial contra los pobres” y nuestros países combaten en ella. Los naufragios de pateras son crónicas de muertes anunciadas y fomentadas
por las políticas de los gobiernos europeos, que apuestan por elevar muros, reforzar fronteras y excluir de sus territorios a quienes no dispongan de recursos económicos. Hay en la discriminación de los migrantes toda una lucha de clases contemporánea y simbólica. Se conceden visados a quienes tienen determinadades cantidades de dinero en el banco; se niega el permiso de entrada a quienes no disponen de recursos económicos. Se prohíbe el paso a los que menos tienen, ignorando la enorme riqueza social y cultural que tantos ‘pobres’ podrían proporcionarnos para complementarnos como ciudadanos. Se destinan millones de euros para evitar la entrada a Europa de personas que en muchos casos merecerían el derecho de asilo -y que de hecho huyen de guerras o expolios en los que nuestros gobiernos participan directa o indirectamente-, perpetuando así la gran metáfora del uno por ciento encerrado en su torre de marfil, dispuesto a atacar a los otros para poder preservar su riqueza, concentrada en su codicia.
(La nota de Olga Rodriguez)

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