PARA QUE MUERAN LEJOS
DE NUESTRA CONCIENCIA
Escribe
OLGA RODRÍGUEZ (*)
Periodista internacional
Fuente “Publico.es”
9 de octubre
2013
(*) OLGA RODRÍGUEZ FRANCISCO (León, 1975) es una periodista
internacional y especializada en Oriente Medio. También
escritora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de
Madrid. Luego de cubrir la
invasion de Estados Unidos en Bagdad publico “El hombre mojado
no teme la lluvia” (Debate, 2009) Y
después de las revoluciones árabes en el año 2011, tuvo lugar la publicación del libro “Yo muero
hoy”. Ha trabajado en Afganistán y otros escenarios bélicos. A la vez se ocupa
en tematicas sociales como en el caso de la nota publicada hoy.
Hay en
las políticas migratorias europeas toda una lucha de clases contemporánea y
simbólica La voluntad de migrar está en nuestro ADN. Hay en el acto de moverse
todo un deseo de superación que ha constituido la base de la resistencia del
ser humano, la esencia de su supervivencia como especie. Se migra para escapar
de la pobreza, de las guerras, de las hambrunas, de catástrofes naturales, pero
también para conocer nuevos mundos, para saber, para vivir, para experimentar,
para aprender, para prosperar. Así ha sido siempre y así sigue siendo en la
actualidad. La historia de las personas que viajan a otros países sin nada es
la gran odisea
Personas
migradas en una manifestación por sus derechos, en Madrid. (Foto: Olga
Rodríguez)
|
contemporánea, protagonizada por Marco Polos a los que las
experiencias y el conocimiento acumulados en sus trayectos les cambia la mirada
y el alma. A lo largo de sus viajes se van adhiriendo a su piel más vivencias
de las que nunca tendrán esos hombres occidentales que, encerrados en sus
despachos de perspectiva limitada, llevan la batuta de gobiernos y finanzas. Los
harragas, los jóvenes dispuestos a ‘quemar’ las fronteras -como se dice en
árabe- representan una de las máximas constataciones de la desigualdad que
marca el mal funcionamiento de este planeta, en el que se condena a la
clandestinidad a las personas sin papeles. Algunos migrantes no logran culminar
el viaje y terminan engrosando ese enorme cementerio anónimo e ignorado
sumergido
en las profundidades del mar Mediterráneo o escondido entre el
desierto del Sáhara. Conscientes de su posible destino, cada vez son más los
que, en el punto de partida, pegan a su cuerpo con cinta adhesiva un papel
plastificado con números de teléfono de sus familiares. Dice el periodista
italiano Gabriele del Grande, al que todos deberíamos leer para conocer y
comprender el drama de los migrados, que “hay una guerra mundial contra los
pobres” y nuestros países combaten en ella. Los naufragios de pateras son
crónicas de muertes anunciadas y fomentadas
por las políticas de los gobiernos
europeos, que apuestan por elevar muros, reforzar fronteras y excluir de sus
territorios a quienes no dispongan de recursos económicos. Hay en la
discriminación de los migrantes toda una lucha de clases contemporánea y
simbólica. Se conceden visados a quienes tienen determinadades cantidades de
dinero en el banco; se niega el permiso de entrada a quienes no disponen de
recursos económicos. Se prohíbe el paso a los que menos tienen, ignorando la enorme
riqueza social y cultural que tantos ‘pobres’ podrían proporcionarnos para
complementarnos como ciudadanos. Se destinan millones de euros para evitar la
entrada a Europa de personas que en muchos casos merecerían el derecho de asilo
-y que de hecho huyen de guerras o expolios en los que nuestros gobiernos
participan directa o indirectamente-, perpetuando así la gran metáfora del uno
por ciento encerrado en su torre de marfil, dispuesto a atacar a los otros para
poder preservar su riqueza, concentrada en su codicia.
(La
nota de Olga Rodriguez)
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