RECONOCIMIENTO
Escribe
DAVID BROOKS (*)
Fuente “La Jornada” Mx,
24 de
Febrero 2014
(*) DAVID BROOKS (Toronto, 11 de agosto de 1961), periodista canadiense-estadounidense
especializado en política. Escribe en el New York Timesy PBS. Corresponsal de
“La Jornada” de México en EE UU. Responsable de la página editorial
del Wall Street Journal, y del
Weekly Standard . Autor de:En el Paraíso Drive: ¿Cómo vivimos
ahora (2004), Bobos in Paradise: La
nueva clase superior y cómo llegaron allí (2000) y El Animal Social:
(2011).
En este país cada vez hay menos lugares comunes de
encuentro, con malls que sustituyen centros urbanos, cafés donde todos están
aislados, enchufados a una computadora; con menos gente que va al cine porque
han instalado enormes
pantallas de televisión digital para ver películas en
casa. Uno ya no va a comprar discos o libros para toparse con otros ahí,
conversar, hasta enamorarse en una librería, sino que "baja" su
música y libros, o los pide para entrega a casa (mientras eso de buscar amor
ahora también se hace por Internet). Dicen que estamos más conectados que nunca
a nivel mundial, pero todo indica que todos están más aislados que nunca
también, cada quien en su mundo virtual. Al mismo tiempo, el bombardeo
cotidiano con el mensaje de que "otros" son amenaza no ayuda. Una y
otra vez se afirma que hay quienes quieren atentar contra el American way of
life, sean "terroristas", inmigrantes, pueblos o gobiernos que no
comparten la idea de la "libertad" estadunidense, ni hablar de
"anarquistas". No es gratuito que una línea de ataque de la
ultraderecha estadunidense repita constantemente que el presidente Barack Obama
es "musulmán" y/o "socialista" –o
sea, un "otro"–
hasta hoy día. Ante todo esto, el reconocimiento del "otro" es tal
vez el milagro más importante y básico en este país. Hace ya muchos años –de
hecho en el marco del gran debate binacional sobre el Tratado de Libre Comercio
de América del Norte–, un líder granjero de Kansas participó en un encuentro
con sus contrapartes mexicanos para hablar de los efectos de la integración
económica entre Estados Unidos y México. Después de platicar de cómo en su país
cada día familias granjeras eran obligadas a abandonar sus tierras por la
combinación de la especulación de los precios de grano y el endeudamiento,
escuchó que millones de campesinos mexicanos eran expulsados del campo,
muchos
forzados a emigrar a las ciudades o a Estados Unidos. Ahí comentó que todos los
días pasaba frente a su granja un mexicano y preguntó a sus colegas si era posible
que ese señor hubiera sido granjero. Cuando le respondieron que seguramente sí,
pensó, abrió los ojos, y de repente comentó: "entonces, ¿ese mexicano soy
yo?" Esta semana en el metro de Nueva York, un padre afroestadunidense
entró a un vagón con sus dos hijos pequeños y buscó dónde sentarlos. Una mujer
china dejó su lugar para que la familia se sentara toda junta; sin palabras y
sólo con una sonrisa indicó su invitación. Un nerd blanco, enchufado a su iPod
y viendo algo intensamente en su tablet digital, levantó la vista para ver todo
esto y se encontró con la risa de los dos niños y la sonrisa de la china. Por
un segundo, todos se vieron, se encontraron, se reconocieron.
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