jueves, 27 de febrero de 2014

UNA DERROTA QUE ALERTA A TRANSNACIONALES QUE PRETENDEN OPERAR EN TIERRAS DE PUEBLOS INDÍGENAS

  AMERICAN CURIOS  
RECONOCIMIENTO

Escribe 
DAVID BROOKS (*) 
Fuente “La Jornada” Mx, 
24 de Febrero 2014

(*) DAVID BROOKS (Toronto, 11 de agosto de 1961), periodista canadiense-estadounidense especializado en política. Escribe en el New York Timesy PBS. Corresponsal de “La Jornada” de México en EE UU. Responsable de la página editorial del Wall Street Journal, y del Weekly Standard . Autor de:En el Paraíso Drive: ¿Cómo vivimos ahora   (2004), Bobos in Paradise: La nueva clase superior y cómo llegaron allí (2000) y El Animal Social:   (2011).


En este país cada vez hay menos lugares comunes de encuentro, con malls que sustituyen centros urbanos, cafés donde todos están aislados, enchufados a una computadora; con menos gente que va al cine porque han instalado enormes
pantallas de televisión digital para ver películas en casa. Uno ya no va a comprar discos o libros para toparse con otros ahí, conversar, hasta enamorarse en una librería, sino que "baja" su música y libros, o los pide para entrega a casa (mientras eso de buscar amor ahora también se hace por Internet). Dicen que estamos más conectados que nunca a nivel mundial, pero todo indica que todos están más aislados que nunca también, cada quien en su mundo virtual. Al mismo tiempo, el bombardeo cotidiano con el mensaje de que "otros" son amenaza no ayuda. Una y otra vez se afirma que hay quienes quieren atentar contra el American way of life, sean "terroristas", inmigrantes, pueblos o gobiernos que no comparten la idea de la "libertad" estadunidense, ni hablar de "anarquistas". No es gratuito que una línea de ataque de la ultraderecha estadunidense repita constantemente que el presidente Barack Obama es "musulmán" y/o "socialista" –o
sea, un "otro"– hasta hoy día. Ante todo esto, el reconocimiento del "otro" es tal vez el milagro más importante y básico en este país. Hace ya muchos años –de hecho en el marco del gran debate binacional sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte–, un líder granjero de Kansas participó en un encuentro con sus contrapartes mexicanos para hablar de los efectos de la integración económica entre Estados Unidos y México. Después de platicar de cómo en su país cada día familias granjeras eran obligadas a abandonar sus tierras por la combinación de la especulación de los precios de grano y el endeudamiento, escuchó que millones de campesinos mexicanos eran expulsados del campo,
muchos forzados a emigrar a las ciudades o a Estados Unidos. Ahí comentó que todos los días pasaba frente a su granja un mexicano y preguntó a sus colegas si era posible que ese señor hubiera sido granjero. Cuando le respondieron que seguramente sí, pensó, abrió los ojos, y de repente comentó: "entonces, ¿ese mexicano soy yo?" Esta semana en el metro de Nueva York, un padre afroestadunidense entró a un vagón con sus dos hijos pequeños y buscó dónde sentarlos. Una mujer china dejó su lugar para que la familia se sentara toda junta; sin palabras y sólo con una sonrisa indicó su invitación. Un nerd blanco, enchufado a su iPod y viendo algo intensamente en su tablet digital, levantó la vista para ver todo esto y se encontró con la risa de los dos niños y la sonrisa de la china. Por un segundo, todos se vieron, se encontraron, se reconocieron.


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