domingo, 1 de junio de 2014

LA DEMOCRACIA NO ES TENER QUE ELEGIR ENTRE COCA-COLA Y PEPSI

QUERER ES PODER

Escribe SANDRA RUSSO (*) 
Columnista en Pagina 12, 
Buenos Aires. 31 de mayo 2014

(*) SANDRA RUSSO (Argentina) Periodista en la prensa escrita, radial y TV. Columnista en “Pagina 12” en temas económicos y políticos, entre otros medios. Escritora. En sus libros figura una biografía a la presidente  “La presidenta, historia de una vida”. (Ed. Sudamericana) originada en cuatro entrevistas con la Presidente (las únicas que concedió desde su llegada al Gobierno). El libro lideró ranking de ventas varios meses.

A la primera persona que escuché hablar de "Podemos", el nuevo partido político español que la semana pasada obtuvo cinco escaños en el Parlamento Europeo y a sólo tres meses de haberse inscripto como tal, fue al psicoanalista Jorge Alemán, quien lo dio a conocer en la Argentina indirectamente, al rendirle tributo al fallecido Ernesto Laclau. Dijo que las ideas de Laclau, cuya figura fue jibarizada por los grandes medios, reducida a la estampa de “un intelectual K”, persisten y echan anclas en otras latitudes. “Por ejemplo en España, donde ha surgido un nuevo partido, Podemos, que toma algunos de sus conceptos clave”, dijo. Busqué un poco
 más de información, y supe que Podemos era una iniciativa política surgida del desmadre del 15-M, un intento por darle organización y cauce a la indignación que había estallado en 2011 y que lentamente se había desinflado, chocando contra la contradicción que traía consigo esa efervescencia y que los argentinos comprendemos perfectamente: si la indignación es sólo antipolítica, la política seguirá en las mismas manos de siempre. Le pregunté a Jorge Alemán, que vive desde hace más de treinta años en España, por aquellos orígenes, tan recientes, de Podemos. En las notas que me envió, pude leer que lo primero que tuvieron que elaborar los actuales miembros de Podemos fue el fenómeno del 15-M. Aquel repentino estallido ciudadano fue “la emergencia de una verdad que la estructura del bipartidismo encubría. Los distintos efectos del neoliberalismo por fin se hacían sentir en el tejido social español. La derecha conservadora nunca había asumido del todo el orden neoliberal”, dice Alemán, y el apunte sirve refractariamente para ver la escena argentina pasada y presente. Ni antes ni ahora hubo nunca un solo dirigente –ni peronista, ni radical, ni liberal– que se autoproclamara neoliberal. El neoliberalismo no es una identidad política sino una transfusión ideológica vampirizante. Aquí, la gente gritaba en 2001 “que se vayan todos”. En España, en 2011, gritaban “no nos representan”. Transcurrían, aquí hace tanto y allá tan poco, días de asambleas infinitas en las que la revulsión social se vomitaba. “Una corriente que al principio tenía mucha fuerza, insistía en el carácter no representativo, de democracia directa, sin organización y sin líder del fenómeno” (…ir a la nota completa)

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