EL EPI EN EEUU DESDE 1970 HASTA 2013,
CRECIÓ UN 64,9%, MIENTRAS EL
SALARIO
PROMEDIO DE LOS TRABAJADORES
PRIVADOS CRECIÓ EN UN 8%
Escribe
VICENÇ NAVARRO (*)
Fuente:
BLOG en “Público.es”
21 de octubre
2014
(*)
VICENÇ NAVARRO -( Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). También profesor de Políticas
Públicas en The Johns Hopkins University Dirige el Programa en Políticas
Públicas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins
University.Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura
científica internacional en ciencias sociales
Si usted lee la prensa económica y la prensa popular, verá
artículos que intentan explicar el gran aumento de las desigualdades de renta y
riqueza. El tema ha pasado a ser un
tema central. Entre los que tienen mayor visibilidad, están el
crecimiento de las desigualdades de renta
al creciente diferencial con los que
tienen mayores salarios y los que tienen menos salarios. El problema con esta explicación se aclara
solo una parte muy pequeña. La tesis de la productividad laboral no explica
este enorme crecimiento de las desigualdades. Para responder a esta pregunta tenemos que
salirnos del área del conocimiento económico para movernos en el área del
conocimiento político (lo que se llama en el mundo anglosajón el contexto
político). Como bien decía mi maestro Gunnar Myrdal, “detrás de todo fenómeno
económico hay una realidad política”. Veamos los datos. El EPI muestra como
desde 1970 hasta 2013, la productividad en EEUU creció un 64,9%, mientras que
el salario promedio de la mayoría de los trabajadores de EEUU (el 80% de la
fuerza laboral en el sector privado) creció solo un 8%, ocho veces menos que el
crecimiento de su productividad. La consecuencia de ello es que la gran mayoría
de la riqueza
creada por el trabajador, como resultado del crecimiento tan
notable de su productividad, no repercutió en su compensación salarial. ¿A
dónde fue, pues?. Uno de los gráficos publicados por el EPI muestra clara y
diáfanamente donde fue. Desde 1978 hasta 2011 las rentas derivadas del trabajo
bajaron del 53% al 44% del PIB, mientras que las rentas del capital subieron
muy marcadamente. En otras palabras, la mayor parte de la riqueza producida por
el trabajador fue a enriquecer a los propietarios de las empresas. No hay otra
manera de leerlo. En realidad, el problema es incluso mayor, porque las rentas derivadas del trabajo
incluyen también los salarios de los grandes empresarios y banqueros, salarios
que son astronómicos (3.000 veces el salario
del trabajador) y que no guardan
ninguna relación con la productividad. Lo que ha estado ocurriendo es que las
políticas públicas neoliberales iniciadas por el Presidente Reagan han
favorecido enormemente a las capas sociales más poderosas a costa de todas las
demás. Este era el objetivo de estas políticas públicas: debilitar al mundo del
trabajo a costa de enriquecer al mundo del capital. Es lo que antes se llamaba
“lucha de clases” y ahora ya no se cita por considerarse (por parte de la
sabiduría convencional) un término anticuado, asumiendo, además, que no hay
clases sociales. Los datos, sin embargo, hablan por sí solos. Hay clases
sociales. Lo que ocurre es que se han redefinido. Hoy, la lucha de clases es
entre una minoría que controla y gestiona el capital y todos los demás.
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