lunes, 15 de diciembre de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA

EL REVISIONISMO EXISTE POR LA HISTORIA OFICIAL. 
SIN LA MISMA NO HABRÍA REVISIONISMO HISTÓRICO, 
PUES NADA REVISARIAN VIGOROSOS  HISTORIADORES

Escribe 
JOSÉ PABLO FEINMANN (*) 
Columnista habitual en “Página 12" 
de Buenos Aires, Argentina
14 de diciembre 2014

(*) JOSÉ PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) Es un filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino. Es licenciado en Filosofía y fue profesor universitario en la Universidad de Buenos Aires. Su programa recibió 5 estrellas de 5. En él despliega las propuestas de los grandes pensadores de todos los tiempos. Con Horacio González es autor del libro “Historia y pasión”, que reúne un fructífero diálogo entre ambos


 Los revisionistas del ’30 se dedicaron a una explicitación más o menos rigurosa (convincente, sin duda) de la historia oficial (la de la oligarquía que había ganado las guerras civiles en el siglo XIX) para desmentir cada una de sus afirmaciones. Ser la contracara de mi enemigo me hace su esclavo. No tengo una cara propia.
No supe construirla. Elegí un camino incorrecto: el del plagio en negativo, no el de la creación. Así, el revisionismo escribe la historia de los derrotados y construye un panteón alternativo. Lo que fue negado por los triunfadores ellos lo reivindican, lo exaltan y explican el fracaso del país por la mala resolución de ese conflicto. En lo esencial   sencillamente digamos que todo lo que sucede, aun cuando no responda a ninguna teleología, sucede porque una serie de cosas sucedieron antes, esta sucesión se descubre de adelante hacia atrás, cuando ya ocurrió, ya que no está inscripta en ninguna finalidad secreta, inmanente, de los hechos que se han venido desarrollando: en ninguna parte estaba pre-fijado que Urquiza se retiraría en Pavón, no pertenece a ningún telos –fin– de los hechos históricos, fue un producto del elemento de azar que debemos incluir en la historia o de una negociación en caliente con sus enemigos de Buenos Aires que

le hizo cambiar la gloria por las ovejas), el revisionismo ha existido gracias a la historia oficial. Sin historia oficial no habría revisionismo histórico, ya que nada tendrían que revisar sus vigorosos pero dependientes historiadores. Es (me permitiré este ejemplo) lo que ocurre en la actual política argentina. Hay un gobierno que, mal o bien, hace cosas. Y hay una oposición que sistemáticamente las niega, se opone. Así, el país (toda su enorme complejidad) ha sido reducido a la antinomia K/anti-K. El revisionismo histórico (con mayor talento, por supuesto) jugó ante la historia oficial un papel semejante al que la oposición anti-K juega contra el gobierno K. Los anti-K sólo han avanzado en la tarea –sencilla y nulamente
autónoma y creativa– de oponerse a todo lo K. No se puede crecer así. Nadie debiera extrañarse de la pobreza humana y conceptual que presenta la llamada oposición.  Esta gente –a quienes también se les dice “opo”, acaso para señalar que están siempre divididos o que ni siquiera llegan a ser una “oposición”–, para dibujar su propio rostro, sólo atina a llevar a cabo la copia en negativo del rostro de su enemigo. (Dado el odio que cunde en el país lamento tener que escribir esta palabra. Desearía escribir “adversario”. Pero un “adversario” tendría propuestas y no odio.) Volviendo al revisionismo. Hay que buscar una cara propia. Y ciertos
importantes rasgos de esa cara están en la de mi enemigo. El también hizo el país. No puedo negarlo en totalidad. Un solo ejemplo: hace muchos años (en 1975) escribía Filosofía y nación. Algo me llevó a la historia de Belgrano de Mitre. La leí y me interesó mucho. Había elementos de trabajo que jamás habría encontrado en otra parte. Lo que significa: para dibujar nuestro propio rostro necesitamos tomar elementos del rostro del enemigo. Pero no para hacer un trabajo contrafáctico con ellos. Sino para incluirlos como parte de nuestro ser, de nuestra cara. Esto es lo que Borges consigue brillantemente en su “Poema conjetural”.    

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