PROFUNDOS CAMBIOS TRAS EL FIN DE LA GUERRA FRÍA
ESTÁN SUCEDIENDO EN LAS
RELACIONES INTERNACIONALES
Y DE HECHO EN EL EQUILIBRIO DE FUERZAS EN EL MUNDO.
Escribe
NAZANÍN ARMANIAN (*)
Fuente BLOG de la autora en
"Público.es" de España
8 de diciembre 2014-12-08
(*) NAZANÍN ARMANIAN (IRANI) Escritora. Periodista free
lane. Radicada en España en su exilio desde 1983. Licenciada en Ciencias
Políticas y cursa doctorado en Filosofía.
politóloga. Es profesora-tutora de Ciencias Políticas en la UNED y en la
Universidad. Analista especializada en
Política Internacional. Autora de 15 libros que han logrado éxito editorial, a nivel internacional. Entre
ellos: “Kurdistán, el país inexistente” (Flor del viento, 2005), “Irak,
Afganistán e Irán, 40 respuestas al conflicto de Oriente Próximo” (Lengua de
Trapo, 2007) y “El Islam sin velo” (Bronce, 2009) Columnista .habitual en
importantes medios de la prensa alternativa americana y europea.
A pesar de que a
Turquía se le denomina “el único Estado musulmán de la Alianza Atlántica”, es
obvio el poco (o nulo) peso que tiene la religión en las tácticas y estrategias
del país. La brújula de los andares de este gran país, no ha sido otra que los
intereses económico-políticos de un capitalismo expansionista
gestionado por la
burguesía conservadora religiosa o laica, aunque muy dinámica. Durante las
últimas semanas, jugando el papel de los grandes sultanes de antaño, un Erdogan consciente del lugar que ocupa su
país en el mapamundi, recibía en su mega
palacio faraónico al estadounidense Joe Biden, dirigente de la aún principal
superpotencia global; al Papa Francisco, jefe del diminuto y poderoso Estado
Vaticano; y a Vladimir Putin, presidente de una Rusia con la viva memoria de la
superpotencia soviética, que se atreve a hablar de “tú a tú” con la OTAN, la
temible alianza militar planetaria. Desde su privilegiada posición, ubicada
entre los Balcanes, el Cáucaso, Oriente Medio y el Golfo Pérsico; entre árabes,
persas, judíos y kurdos, y entre los llamados “mundo musulmán y mundo
cristiano”, Turquía parece disfrutar jugando todas esas cartas, con escasos
aciertos, y graves y trágicos errores. A pesar de que al comienzo de su mandato
un Barak Obama que confundía las teocracias islámicas (que son cuatro) con los mandatarios de fe islámica que
ejecutan leyes mundanas (que son la mayoría) empezó a señalar a Turquía como el
modelo ideal de un Islam
Pte. Erdogan |
democrático versus Arabia Saudí o a Irán. Su respaldo
a los Hermanos Musulmanes, que con su
chaqueta y corbata maquillan el oscurantismo religioso (sobre todo, en su
dimensión misógina) con el neoliberalismo moderno, hundía sus raíces en esta
incomprensible confusión, entre otros simplismos que cometen también las
fuerzas progresistas de Occidente. Sin embargo, los clavos en el ataúd de las
buenas relaciones Ankara-Washington empezaron a ponerse cuando los turcos se
opusieron a las sanciones contra Irán —su gran socio comercial— y con el apoyo
incondicional de EEUU a Israel —tanto en el incidente de la flotilla
propalestina como en los continuos ataques militares de Netanyahu a Gaza—. El
corto tiempo que duró la luna de miel entre ambos gobiernos, los poco
que se
tardó en abortar las aspiraciones democráticas de los que lucharon por una
democracia política y económica en las “Primaveras Árabes”, se quedó en una
anécdota: los Hermanos Musulmanes (HM) perdieron la oportunidad de hacerse con
parte del poder en los nuevos regímenes. La única esperanza que aún alberga
Erdogan es Siria. Quizás ya no quiera instalar en Damasco a sus
correligionarios de los HM; se conformaría con ver la caída de su antiguo amigo
Bashar Al Assad por haber desoído sus consejos de buen gobierno. Para ello ha
recurrido a todos los medios salvo al envío de tropas. Incluso ha respaldado al
Estado Islámico, al que llama “la organización de los aterrorizados”, que no grupo terrorista. Se
trata de una simple cuestión psicóloga, de su orgullo personal, y no le ha
importado participar en la carnicería desatada contra el pueblo sirio.
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