DESDE QUE EL HOMO SAPIENS SE APODERÓ
DE LOS SAGRADOS
RECURSOS NATURALES,
CARLOS FERMÍN
(*)
Fuente http://ekologia.com.ve
Publica
“Eco Portal”
2 de enero 2015
(*) CARLOS FERMÍN (Venezuela)Periodista.
Se especializa en temas de Ecologia y Medio Ambiente. Graduado en Comunicación
Social, mención Periodismo en la Universidad de Zulia, Venezuela Escribe en la Web y otros medios de la
prensa alternativa.
Con la llegada del Dios dinero, el Medio Ambiente se
transformaría en una mercancía explotada a imagen y semejanza de la codicia de
los gobiernos de turno. Poco a poco, el Mundo sacaba a relucir toda su
hostilidad en contra de la Tierra, y la práctica del Conservacionismo terminó
siendo una tarea imposible de alcanzar. La irracional fuga de hidrocarburos, la
expansión de la frontera agrícola
por el narcotráfico, el cultivo de alimentos
transgénicos, la criminal pesca de arrastre, la minería ilegal y la colosal
fractura hidráulica. Fue así, como la vida en el planeta se volvió una historia
insostenible e insustentable para la Sociedad Moderna, a medida que los
glaciares se descongelaban, que el metano se olfateaba en el horizonte, que los
océanos se acidificaban de madrugada, que la sequía recalentaba la capa vegetal,
que los agrotóxicos envenenaban el suelo orgánico, que la miel se amargaba en
la colmena, y que los bosques se asfixiaban en la soledad taciturna. Con un
arsenal de orgullo, cobardía y
petulancia que apagaba la luz del futuro, el
Homo Sapiens traicionaría a su progenitora, gracias al holocausto de la guerra
mediática que se atosigaba de bombas, cohetes y proyectiles, para romperle el
corazón a la Naturaleza del siglo XXI. Una vez más, la radiografía demostraba
que la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón,
estaban satisfaciendo la abismal demanda de productos y servicios de la
comunidad global, a costa de complicar seriamente su propia recuperación. Por
eso, la única forma de reponer la salud era olvidándose de la bolsa de valores,
de las ganancias cuatrimestrales, de los contratos multimillonarios, de las
campañas de marketing, del bombardeo publicitario, de los ingresos netos del
PIB, del canibalismo corporativo y del infierno capitalista.
Tras pensarlo con
detenimiento, el Homo Sapiens se dio cuenta que la prematura colonización del
planeta Marte, era la mejor opción para extrapolar su clásica miseria
espiritual fuera de las fronteras del planeta Tierra. En la carcomida Tierra,
seguíamos sufriendo de una terrible sobrepoblación, que generaba infecciones,
plagas y pandemias a mansalva. Por un lado, las familias humildes de Uganda,
Mozambique, Sierra Leona, Somalia, Etiopía y Ruanda, se enfermaban con la
transmisión de la malaria, del ébola, del VIH, del VPH y del dengue. Y en la otra
esquina, las familias adineradas de EEUU, México, Australia, España, China,
Brasil, Emiratos Árabes y Francia, se enfermaban con la aparición de la
diabetes, de la obesidad, de la migraña y de la hipertensión. El Homo Sapiens se convirtió en una máquina
robótica que no se cansaba de lavar los
dólares que pedían los inversionistas
extranjeros, de comprar la licencia ambiental que emitían los corruptos entes
ministeriales, y de perforar el matorral de oleoductos que escondía el placebo
de la burocracia. Con la caja de ahorros y la póliza de seguro firmada por
adelantado, el Ser Vivo Inconsciente empezó a vender los costosísimos boletos
para visitar la extravagante atmósfera de Marte. El Mundo se caía a pedazos
entre fuertes terremotos, lluvias torrenciales, inundaciones, descargas
eléctricas, tornados, huracanes, avalanchas, erupciones volcánicas, incendios
forestales, tsunamis y olas de calor, que produjeron el trágico etnocidio y
genocidio en las aldeas de los pueblos originarios.
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