EL COSTO DEL ODIO SOCIAL ES ENORME,
ES CAUSA DIRECTA DE LA
VIOLENCIA
QUE NOS PRESIDE Y ES PRODUCTO DE
UN DOLOR COLECTIVO: LA FRUSTRACIÓN.
Escribe
JORGE CARRILLO OLEA (*)
Fuente “La Jornada” de México
10 de
abril 2015
(*)JORGE CARRILLO OLEA (MEXICO, Jojutla, Morelos 1937) Escritor.
Periodista. Columnista en “La Jornada” de México. Se trata de un general retirado. Político
mexicano, miembro del Partido Revolucionario Institucional, que fue Gobernador
de Morelos durante el periodo de 1994 a 1998. Especialista en temas de seguridad nacional. Licenciado en
administración militar por la Escuela Superior de Guerra. Controvertido
protagonista y testigo de la vida política mexicana.
LA HISTORIA OCURRE DOS VECES: LA PRIMERA VEZ COMO TRAGEDIA Y
LA SEGUNDA COMO FARSA. Carlos Marx- Un grupo de taxistas con base en la fuente
de Cibeles, en plena colonia Roma, atacó con palos a un taxi de la empresa
Uber. En él viajaba un pasajero. Indignados, chofer y pasajero presentaron una denuncia.
Una semana después
nada se había producido. Los asaltantes no eran criminales
en el sentido estricto de la palabra, eran ejemplos de la sociedad de hoy,
actores del odio social que crece de manera encendida. El costo del odio social
es enorme, es causa directa de la violencia que nos preside y es producto de un
dolor colectivo: la frustración. Nos hemos convertido en una sociedad que se
regodea en su irrespeto a la ley, que se burla de normas de convivencia antes
intocables, que desprecia al prójimo y sus derechos y vive sin contención
ninguna. ¡¡Ese es el fondo!! Una sociedad en dolorosa transformación hacia lo
bajo. Una declinación que va más allá y viene de más allá del delito
simple,
por grave que éste sea. La conducción moral y la solidaridad social se
perdieron hace mucho. Se perdieron entre el ayer y el hoy y no se atisba un
mañana distinto. México para nada es un Estado fallido, es un país enorme pero
al presente necesita oxígeno. Al conjunto de conductas negativas que nos
invaden, ciertos académicos la llaman capital social negativo, y sí, es toda
aquella fuerza que conduce al mal. Fraseado de una manera más llana, otros le
llaman simplemente el desmadre nacional que está conduciendo al colapso social,
sinónimo de la declinación de la civilidad anhelada, de la forma deseable de
convivir, de encontrar la satisfacción legítima a nuestros
anhelos. La
manifestación más vívida de este colapso es la decadencia de las instituciones
políticas, sociales y culturales en las que casi nadie cree y sin esa confianza
nada funcionará. Este colapso social es el punto conclusivo de una forma de
vida satisfactoria, es el cambio hacia una vida de rango menor. ¡¡Vamos para
abajo!! El colapso social ciertamente no es el fin del mundo, es simplemente la
entrada a un mundo no deseado. Las sociedades no se acaban cuando colapsan,
sólo se degradan. En México hace rato que entramos en este proceso, que no debe
particularizarse como responsabilidad de una sola persona o grupo, porque se
angostaría el juicio. Ha sido un proceso de muchos actores, de muchos años, de
sistemas dirigentes de varios signos ideológicos, de diversas fuerzas
impositivas. Es el resultado del desacierto de
muchos, en mucho y por mucho
tiempo. Lo malo, lo verdaderamente malo, es que nos neguemos a aceptarlo. Han
pasado dos años y medio de gobierno, de uno que no acepta la existencia de lo
indeseable, para el que sólo su hacer es perfecto, al que le parece que por
definición, todo señalamiento de lo desacertado es un acto de traición a
nuestros orígenes, de deslealtad a las instituciones y hasta de atentado contra
la patria magnífica. Lo preocupante es su insensibilidad ante la depresión
trascendente en la que estamos. Prueba de esta ofuscación es que la aprehensión
de El Chapo, el Z-40 o La Tuta se valoren como un triunfo nacional. En esa
terrible confusión estamos y el guía, el Presidente, ha extraviado el compás.
Somos una sociedad que decae, encabezada por un gobierno arrogante, que se
niega a verse en un espejo que no sea la tv.
No hay comentarios:
Publicar un comentario