jueves, 6 de mayo de 2010

CUANDO 106 MILLONES ES MUY POCAPLATA


LAS PIEZAS ÚNICAS

ESCRIBE
JOAN BARRIL(*)
7de mayo 2010

El mundo se hunde, las hipotecas se prometen y no se dan, el paro crece y cuando no crece es señal de que se aguanta por los pelos. Incluso el euro se ha devaluado frente al dólar y no precisamente poco. Los pisos no se venden y los coches se fabrican menos. Los sueldos se congelan y los grandes proyectos se detienen. Pero no hay problema, porque anteayer, en la prestigiosa casa de subastas Christie’s de Nueva York, se vendió un cuadro de Picasso por 106 millones de dólares. El Picasso se lo llevó una persona que llegó hasta los 106, pero antes hubo otros que pujaron de millón en millón para al final abandonar la feria de la vanidad.
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Una vez más, el arte se convierte en espectáculo cuando se relaciona con las cifras. ¿Qué se paga con esos 106 millones de dólares? ¿Se paga la pieza única? ¿Se paga tal vez el tiempo que va desde que Picasso lo pintó hasta hoy? En la primera entrega de Indiana Jones, cuando Harrison Ford va en pos del arca perdida, el pérfido arqueólogo Bullock le muestra a Jones un reloj y le dice que aquel reloj no vale nada, pero que si lo entierra hoy y lo desentierra al cabo de 1.000 años su valor será incalculable. De eso hablamos. No de la belleza pictórica, sino del valor de las cosas. O mejor dicho: del coste de las cosas, que no es lo mismo. Porque un cuadro no vale nada si nadie lo compra. Es cuando se paga cuando puede hablarse de que el cuadro tal ha costado 106 millones.
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Entonces y solo entonces el valor no es un concepto subjetivo, sino objetivo. Y así se va haciendo una determinada historia del arte, en la que la propiedad es más importante que el goce estético. Ese Picasso de los 106 millones es una mercancía más que habrá ido a parar a manos de un millonario. Con esos 106 millones se consigue el secuestro legal de una pieza que se supone que es importante dentro del arte contemporáneo. Jamás los artistas fueron tan parecidos a los impresores de dinero. La belleza es, en tiempos de crisis, un pretexto para ennoblecer el despilfarro. Lo grave estriba en que es el dinero pagado el que da notoriedad a la obra y el que la introduce en el canon de la belleza.
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No tuvo la misma suerte el italiano Piero Manzoni. Sin duda un provocador en el sentido más clásico de la vanguardia de principios del siglo XX. Manzoni, ya entrado 1961, concibió una lata de conservas con una etiqueta impresa en la que se podía leer «mierda de artista». Puso a la venta 90 de esas latas. En su interior, el creativo Manzoni había envasado 30 gramos de sus propias heces. La acción, propia del llamado arte conceptual, debía servir para dar la alarma de la especulación dineraria del arte. No en vano son muchos los bancos que cuentan entre sus depósitos obras de arte de gran valor.
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Sin embargo, el propio Manzoni acabó descubriendo que su provocación podía ser rentable. Literalmente, los museos y algunos coleccionistas le quitaron esas 90 latas de las manos. En las últimas pujas se han llegado a pagar 124.000 euros por envase. El mundo artístico contemporáneo creyó a pies juntillas la versión de Manzoni respecto del contenido real de sus latas. Tanto es así, que incluso un coleccionista denunció al museo al que había hecho depositario de una lata por habérsela devuelto en mal estado, de tal manera que el hedor de Manzoni la hacía insoportable.
Pero ahora se sabe la verdad. En el interior de la «mierda de artista» solo hay yeso. A 124.000 euros por lata, Picasso y sus mercachifles ganan en nombre, pero pierden en beneficios.
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(*) JOAN BARRIL CUIXART (1952) Formado en la Universidad de Barcelona. Como periodista su labor es extensa y brillante. Dirigió semanario El Mon. Columnista en La Vanguardia, El Periódico y El País. Como cronista de la actualidad cotidiana ha creado auténticas estampas literarias, prolongadas a lo largo de su actividad como narrador. Recibió los premios literarios como Ciudad de Barcelona y el Ramón Llul, por la que muy posiblemente sea su mejor obra, "Parada obligatoria". Colaborador habitual en radio y TV, Joan Barril conserva un compromiso constante con el mundo en el que vive.

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