martes, 4 de mayo de 2010

LOS TEMAS DE MUCHA IMPORTANCIA PARA EL ADULTO MAYOR...



EL CEREBRO
Y LAS
EMOCIONES

Escribe
Dra. SANDRA
AAMODT
(*)

Los carteristas seguramente no dedicarán mucho tiempo a hablar de cómo funciona el cerebro, pero su profesión requiere cierto conocimiento práctico del tema. Una de sus técnicas más comunes requiere dos socios en el delito. Un ladrón choca con la víctima por un lado para distraerla de la mano del otro ladrón, que se lleva algo por el otro lado. Este enfoque funciona porque dirige la atención de la víctima hacia el lado equivocado del cuerpo, lo que distrae su cerebro de los acontecimientos en el lado donde se lleva a cabo la acción importante.
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Tu percepción de las sensaciones corporales surgen de la interacción entre dos procesos. Las señales procedentes de los receptores que hay en tu cuerpo y la actividad en los senderos cerebrales que controlan tu respuesta a esas señales. Tu piel contiene multitud de receptores distintos. Terminaciones nerviosas especiales que perciben cosas como el contacto, la vibración, la presión, la tensión de la piel, el dolor y la temperatura. El cerebro sabe cual es la clase de sensor que ha sido activado y si está en el cuerpo, porque cada uno de ellos tiene una “línea privada” que usa picos para transportar únicamente una clase de información hacia el cerebro.
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Ciertas partes de tu cuerpo son más sensibles que otras. La densidad más elevada de receptores del contacto se encuentran en las yemas de los dedos y en la cara, que ocupa el segundo puesto con escasa diferencia. Por ejemplo, tus dedos contienen muchos más receptores que tus codos, razón por la cual no exploras las cosas con el codo cuando intentas determinar que son. Otro juego de receptores en tus músculos y tus articulaciones suministran información acerca del posicionamiento espacial de tu cuerpo y la tensión de tus músculos.
Este sistema es lo que te permite ser consciente de la posición de tu brazo con los ojos cerrados. Cuando estos sensores quedan dañados, la gente descubre que todas las clases de movimientos se vuelven muy difíciles, y tiene que moverse con mucho cuidado para hacer las cosas sin cometer errores. Las áreas del cerebro que analizan las informaciones proporcionadas por el contacto, en este caso, mapas de la superficie del cuerpo. El tamaño de una determinada área cerebral depende del número de receptores en cada parte del cuerpo, más que del tamaño de esa parte del cuerpo.
Por lo que la parte del mapa cerebral que
.recibe información de la cara es más grande que el área que recibe información de torso y piernas. Asimismo, en el cerebro de un gato, un área está ocupada por neuronas que responden a los bigotes. Las respuestas a los estímulos dolorosos son transportadas por distintos receptores y analizadas por áreas del cerebro distintas de las que se encargan de gestionar la información concerniente al contacto regular. Si alguna vez has tocado una estufa caliente, sabrás que muchos receptores del dolor pueden activar senderos reflejos en la médula espinal que te permiten dar una respuesta muy rápida a sensaciones que indican un peligro inmediato. De hecho hay todo un conjunto de áreas del cerebro que influyen sobre la actividad en las partes de tu cuerpo, que perciben directamente el dolor, basándose en el contexto y las expectativas.
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Este efecto puede llegar a ser lo bastante poderoso para que un soldado herido de gravedad en el campo de batalla no sienta prácticamente dolor alguno. Mas habitualmente, todos hemos visto el efecto contrario; una súbita intensificación del dolor en un niño pequeño cuando se le acerca la madre. A estas respuestas se les suele llamar psicológicas, aunque eso no significa que no sean reales: las expectativas y las creencias de la gente generan cambios físicos en el cerebro. Si a una persona se le da una inyección que no contiene ningún medicamento activo, y al mismo tiempo se le dice que aliviará el dolor, la actividad aumentará en aquellas partes del cerebro que tienen que ver con la modulación del dolor.
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Compartimos emociones –y los sistemas cerebrales que las producen– con otros animales. Sin embargo, en los humanos, las emociones son particularmente complejas, en parte debido a que tenemos un córtex frontal grande. Por ejemplo, si bien un ratón puede estar asustado, cuesta imaginárselo avergonzado. Las emociones controlan muchas de nuestras conductas sociales, por lo que no debería suponer ninguna sorpresa que las regiones cerebrales importantes para las emociones también lo sean a la hora de procesar las señales sociales.
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Las denominadas “emociones sociales” –como el bochorno, la culpabilidad, la vergüenza, los celos y el orgullo– aparecen en una etapa más tardía del desarrollo que las emociones básicas de la felicidad, el miedo, la angustia, el asco y la ira. Dichas emociones guían nuestra compleja conducta social, incluidos el deseo de ayudar a otras personas y el impulso de castigar a los que mienten, incluso si ello va a suponer cierto costo para nosotros.
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La manera en que vemos una situación suele influenciar nuestra respuesta emocional a ella. Por ejemplo, si la persona con la que habías quedado para cenar no llega al restaurante, a la hora acordada, podrías enfadarte ante su falta de consideración o podrías temer que haya tenido un accidente de coche. Si luego te enteras de que ha llegado con retraso porque se detuvo a ayudar a alguien que había tenido un infarto, podrías sentirte contento y orgulloso.
Estas situaciones ponen de manifiesto como nuestros cerebros pueden modificar nuestra experiencia de las emociones basándose en nuestras intenciones y la manera en que percibimos los acontecimientos. Varias áreas del córtex envían información al núcleo del sistema emocional para modificar nuestra percepción de una respuesta emocional. La forma más simple de regulación de las emociones, es la distracción, que desvía tu atención hacia alguna otra cosa, habitualmente solo durante un tiempo.
Cuando la distracción surte efecto, los estudios con imágenes funcionales muestran que la actividad en las áreas emocionales del cerebro decrece. La distracción puede atenuar las emociones negativas asociadas al dolor físico, en parte reduciendo la actividad en algunas áreas que responden al dolor como la ínsula, al mismo tiempo que incrementando la actividad en áreas asociadas con el control de las emociones.
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Una forma más duradera de regular tus emociones es lo que llamamos “revaluación”. Se da cuando reconsideras el significado de un acontecimiento con vistas a modificar sentimientos que te ha inspirado en un primer momento. Por ejemplo, si tu hija pequeña ha tocado una estufa caliente y se ha quemado la mano, al principio puedes sentir enfado porque te ha desobedecido y culpabilidad porque no estabas lo bastante pendiente de ella para evitar que se hiciera daño.
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Si te paras a reflexionar, sin embargo, podrías darte cuenta de que la quemadura no ha sido gran cosa y curará rápidamente, y que tu hija a aprendido una lección valiosa sobre lo importante que es hacer caso de tus instrucciones. La revaluación parece depender del córtex prefrontal y el cingulote. En estudio con imágenes funcionales, las personas que intentan reinterpretar estímulos emocionales muestran activación de dichas regiones. Una revaluación llevada a cabo con éxito da como resultado cambios en otras áreas del cerebro relacionadas con la emoción. Continuará...
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(*) La doctora Sandra Aamodt, neuróloga e investigadora, (universidades de Rochester y Yale) es también editora de Nature Neuroscience la revista de investigación más destacada en temas relacionados con el cerebro. Con el neurólogo Sam Wang (Profesor en Princeton) ha escrito “Entra en tu cerebro” obra de divulgación, que tuvo gran éxito en el viejo mundo y que se acaba de traducirse al español. De esa fuente, sacados de contexto, son las notas que publicamos en el BLOG.

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