¿ES INSOLUBLE LA CRISIS?
Escribe
JORGE
GÓMEZ BARATA(*)
(especial para
ARGENPRESS.info)
14 de julio 2011
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Al concluir la Primera Guerra Mundial en Europa, vencedores y vencidos estaban quebrantados por la contienda y endeudados con Estados Unidos que se apoderó del oro de todos. Al carecer de dinero los europeos dejaron de comprar y los inventarios norteamericanos se acumularon: sobrevino una crisis de super producción que se conectó con el crack bancario de 1929 y la crisis de los años 30. El conjunto formó la Gran Depresión.
En 1933 Franklin D. Roosevelt y el New Deal entraron en la escena y utilizando el enorme poder y los recursos del Estado norteamericano, intervinieron en la gestión económica, favorecida por pedidos asociados al auge del fascismo y el clima prebélico. De ese modo se reactivó la economía internacional incluyendo la Unión Soviética.
Al concluir la II Guerra Mundial ocurrió exactamente lo mismo; sólo que Estados Unidos había aprendido la lección. En lugar de cobrar las deudas, mediante el Plan Marshall, inyectó dinero. El sistema funcionó y la economía mundial experimentó un auge sin precedentes. En Norteamérica se instaló la sociedad de consumo, en Europa los “estados de bienestar” y la Unión Soviética avanzó hacía el “socialismo desarrollado”.
La diferencia entre aquellos eventos económicos y los actuales es que se desenvolvían en el mundo real donde se produce e intercambian bienes materiales frutos del trabajo y de la gestión empresarial y no papeles y derivados financieros en un entorno formado por prestamistas, usureros y tahúres de alto estándar. Entonces las soluciones tuvieron nombres y apellidos: Roosevelt, Adenauer, De Gaulle, Ludwig Erhard y otros que sin faltar a los preceptos de la democracia liberal, usaron el poder del Estado para manejar la economía y encaminar la reconstrucción.
Quien pretenda entender el mundo global de hoy a partir de episodios aislados, anécdotas inconexas o anticuados estereotipos ideológicos, está errado. El capitalismo es un sistema y funciona como tal e incluye a las poblaciones respectivas. Los planes de “rescate” de unos países europeos por otros son elementos de la especulación financiera y de la competencia característica de las finanzas globales. Realmente, partes del problema y no de las soluciones.
Grecia ha entrado en crisis porque no puede asumir sus gastos ni pagar las deudas a los acreedores, que son los mismos a los que debe, le vuelven a prestar. ¿Cómo pagará Grecia el segundo y tercer tramo si no fue capaz de honrar el primero? Obviamente no podrá hacerlo. Al entrar en la “Zona Euro” un espacio económico regido por las desigualdades y la competencia inherentes al capitalismo, Grecia como España y Portugal cedieron soberanía y patrimonio a cambio de un bienestar sin bases reales. Ahora los acreedores tocan a la puerta.
Cuando los gobiernos, como hacen ahora Alemania y Francia, prestan dinero, aumentan su gasto público, que es precisamente lo que condujo a los otros a la crisis y corren el riesgo de contagiarse con la enfermedad que pretenden curar. La pregunta del momento es ¿Cuál es el límite y qué ocurrirá cuando los enfermos sean Alemania, Francia y los Estados Unidos? El efecto dominó no funciona a la inversa.
¿Quién salvó a los Estados Unidos durante el crack bancario de 1929 y la crisis de los años treinta? ¿Cuántos bancos acudieron al rescate de la Unión Soviética en 1945? ¿Cómo se recuperaron Alemania y Japón?
La receta es conocida: trabajaron más, consumieron menos y ahorraron. En la primera década de la posguerra, mientras Estados Unidos, reiniciaba la producción de automóviles, lavadoras de ropa y de platos, acondicionadores de aire, Europa (incluida la Unión Soviética) y Japón practicaron una austeridad sin precedentes, trabajaron duro, se privaron de casi todo lo superfluo, usaron el ahorro como fuente de acumulación, vivieron los duros años de la victoria y salieron adelante.
Eso es exactamente lo que, con razón ningún europeo quiere hacer ahora. Ningún país y ninguna persona pueden gastar indefinidamente más de lo que ganan; quien lo hace se endeuda y las deudas hay que pagarlas.
Ahora cuando no hay colonias que exprimir, monedas que devaluar porque no tienen una propia, ni manera de proteger su industria, su comercio y sus finanzas que son fichas del casino global; aparece en escena la justificada ira contra malos administradores y usureros. La mala noticia es que la indignación no crea valores, más bien los consume. Allá nos vemos.
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