viernes, 21 de septiembre de 2007

ANSINA y VERDAD HISTORICA

Un estudio serio sobre Artigas no puede separarse de la investigación del papel que jugó Joaquín Lencina (Ansina), el destacado combatiente y sabio afrooriental que lo acompañó desde 1795 a 1850.
Como esclavo, Ansina se vinculó en Brasil al pensamiento emancipador afroamericano, llegando a ser un prestigioso ideólogo de esa corriente continental. Si Artigas no fuera un radical antiesclavista, y un hábil conspirador, su conducta en relación a Ansina no podría justificarse. Recuérdese: 1) lo compra advertido que es un esclavo peligroso, con antecedentes de fugas y líder de levantamientos (muy mal negocio); 2) le da la libertad de inmediato, el mismo día (peor aún); 3) lo recomienda para el Batallón de Pardos Libertos del Cabildo de Montevideo (como quien dice, lo dona al gobierno colonial); 4) Ansina está al mando de su batallón cuando los esclavos de Montevideo se levantan en 1803 y se fugan por el Portón de San Pedro, hacia las tolderías charrúas, sin que el batallón de pardos tenga tiempo de reprimirlos (¿Ansina era muy lento?); 5) Ansina acompaña a Artigas en todas sus campañas y en todos los años de exilio (¿no es algo excéntrico para un hombre como Artigas, que duerme en el suelo, legisla desde una cabeza de vaca, y que se desprende de la espada de Mayo para recuperar la lanza indígena, tener un africano liberto para que le cebe el mate?).

Ansina y Artigas fueron grandes conspiradores: conocieron, antes de que se escribiera, aquella frase de José Martí: "hay cosas que para que triunfen han de andar ocultas". Nada menos misterioso hoy que las crípticas palabras del único poema de Ansina en que habla de sí mismo: "Ansina me llaman/ y Ansina yo soy/ sólo Artigas sabe/ hacia dónde voy."

Dicen los que todo relativizan, generalmente para cubrir su propia flojera (porque nada es ingenuo en la interpretación de la Historia) que Artigas nunca decretó a título expreso la "abolición de la esclavitud". ¡Rigurosamente cierto! No podía hacerlo, como ningún indio, ningún afrooriental y ningún gaucho podía hacerlo tampoco. La abolición de la esclavitud fue siempre (¡en la historia de toda América!) la hipócrita resolución de los poderosos que modernizaban sus formas de opresión. Desde la óptica de los de abajo, su brújula de siempre, Artigas habló en forma más radical ("hablaré de una vez y hablaré para siempre", solía decir); y puso como condición para el pacto con Buenos Aires en 1813 que la Confederación promoviese "la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable". Más claro... (Gonzalo Abella - sacado de contexto)

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