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Por Reverte Coma
Profesor de Antropología Médica
Universidad Complutense-Madrid
A todos mis amigos de más de sesenta años recomiendo siempre la lectura de una obrita de CICERON titulada: Catón el Viejo o de la Vejez". Es un auténtico mensaje de esperanza y de alegría y una pauta de lo que se debe hacer para llegar joven a los ochenta años. Decía CICERÓN que en la confección de aquel libro, había hallado tal placer que no sólo había barrido todas las molestias inherentes a la vejez, sino que además, había hecho posible que esta fuese más suave y agradable.
Las cosas verdaderamente importantes no se realizan con fuerza, velocidad y aceleración de los movimientos del cuerpo, sino con reflexión, autoridad y juicio, precisamente las cualidades que son propias de las edades avanzadas.
Alguna vez amigos que tengo de 90 años me dicen:
"La memoria me falla". Y yo les contesto:
La memoria no les falla a los viejos que la ejercitan, la inteligencia y la memoria se conservan en aquellas personas que se esfuerzan por guardarla.
Al contrario, lo más Frecuente es encontrar hombres y mujeres de 80 a 90 años con una memoria prodigiosa. Por mi trabajo de Profesor de en la Universidad Complutense de Madrid y tengo centenares de alumnos que están realizando interesantes trabajos de campo para hacer sus tesis doctorales sobre la Antropología de los pueblos de España.
Una buena parte de estos trabajos de campo consiste en conversar con los más viejos del pueblo, hombres y mujeres y resulta que son sus mejores informadores. Es increíble la cantidad de cosas que saben. Son auténticos libros vivientes. Mis alumnos se pasan horas con ellos charlando y hay que ver la enorme memoria remota propia de esas edades que tienen aunque se les olvide lo que van a hacer cuando van de una habitación a la otra.
Es lo propio de la edad avanzada, memoria remota exaltada, memoria próxima disminuida. Esos grandes conversadores son los hombres viejos del lugar que se pasan la jornada sentados en la plaza del pueblo, tomando el sol con su boina negra, su bastón su chaqueta de pana y quizás su bufanda al cuello, en grupos, contando sus historias, son para nosotros como los libros antiguos.
Pueden estar algo apolilladas por fuera, llenos quizás del polvo de los siglos, por dentro contienen riquísimos materiales, información única sobre los más variados temas, como por ejemplo, las plantas medicinales de la región, los remedios caseros, los refranes populares, las canciones y poesías casi olvidada: de otros tiempos, la historia de su pueblo, la historia de todo lo sucedido en los últimos 80 años, la que aún no está escrita.
La memoria no disminuye si se la ejercita. Nunca he oído hablar de un viejo que se olvidara del Lugar donde escondió su tesoro. Se acuerdan de todas las cosas en que se interesan, de los compromisos adquiridos, de sus deudores. Las facultades mentales permanecen en los hombres y mujeres de 80 a 90 años con tal que permanezca el interés y la actividad.
Hay que conservar ilusiones en la segunda juventud que termina a los 100 años.
Pero no creáis dice CICERON a quien aludía al comienzo de estas líneas que sólo los que se dedican a las labores intelectuales llegan a nonagenarios. Puedo citar labradores, amigos míos íntimos, a los que nunca se encuentra ausentes en sus pueblos en ninguna de las operaciones agrícolas de importancia ya sea la siembra, la recolección o el almacenaje de granos y frutos.
Nadie es tan viejo que no piense vivir un año más, pero trabajan con el mismo entusiasmo en aquellas cosas aunque sepan que no recogerán el fruto de lo que siembran.
Plantad árboles que puedan aprovechar al siglo venidero.
SOCRATES aprendió a tocar la lira en su vejez y le dió muchas satisfacciones.
Os voy a contar un secreto. Yo mismo que me jubilo este año, he aprendido aunque no lo hago muy bien a tocar la flauta dulce a los 60 años.
Subía en cierta ocasión la escalera de la Opera de París, el compositor francés Daniel Auber, acompañado de un contemporáneo, el cual, comentando el esfuerzo que a los dos les costaba aquel ejercicio, exclamó melancólicamente:
"Nos hacemos viejos, amigo Auber, nos hacemos viejos!", a lo que contestó el autor de Fra Diavolo:
- "Envejecer es el único modo de vivir mucho tiempo".
Auber pasó de los 90 años.
Tengo muchas más historias que contare a mis lectores sobre temas que interesan a la segunda juventud, la que va de los 60 a los 90 años.
Algunos me conocéis porque habréis visto mis programas de la Serie de Televisión titulada "POR LA RUTA DE LOS DESCUBRIDORES que se emitió por TVE durante los años 1974 a 1977.
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